El Día del Periodista‏

Felipe Ciprián, periodista. ciprianfn@hotmail.com

Cuando se pasa el “Día del Periodista” alejado de una Sala de Redacción, hay tiempo para reflexionar sobre esta profesión que siempre se ha pensado como un espacio para la vocación, más que un peldaño para construir una “personalidad” o una base económica para la buena vida.

Ser periodista como manda el deber es hacer conciencia de la realidad que se vive, exponerla tal como es y no ocultarla para cubrir con parcialidad la irresponsabilidad de quienes han jurado revertirla.

Un periodista es un abanderado de la verdad en todo momento, casi un fanático de su uso al informar, comunicar o compartir una versión de los hechos registrados, los que se están registrando y los que están por acontecer.

Recurrir a la verdad siempre es la única posibilidad de conservar lo más preciado de un periodista: la credibilidad.

Se puede hablar verdad durante 50 años, pero cada palabra apegada a ella siempre será nueva y una sola mentira se convierte en el veneno que daña toda la carrera.

Mantener el apego a la verdad siempre será más importante que mantener un empleo en una empresa periodística cuyo objetivo no es informar y contribuir con el debate democrático de las ideas, sino hacer negocios por fuera de esta rama, preferiblemente con un Estado que demanda a cambio ocultar verdades lacerantes, obstruir opiniones libres y encubrir a funcionarios corruptos.

La verdad es un látigo mortal para los ruines y un trueno para los inmorales que desde la “política” practican un arribismo vulgar.

Momento difícil vive el periodismo dominicano hoy porque se cuentan con los dedos de una mano los periodistas capaces de cumplir con el consejo de Camilo José Cela cuando llama a “resistir toda suerte de presiones: morales, sociales, religiosas, políticas, familiares, económicas, sindicales, etc., incluidas las de la propia empresa”.

Dichoso el que puede decir desde la humildad de su rincón que ha sido periodista y no se ha doblado frente al poder, no se ha acobardado frente a las macanas, ni ha sucumbido ante los grandes corruptos que siempre están dispuestos a corromper con boronas a periodistas para encubrir sus robos, su falta de carácter y su verdadero rostro.

Nunca olvido aquel 18 de marzo de 1975, al día siguiente del cobarde asesinato del periodista y revolucionario Orlando Martínez, cuando caminaba yo desde la UASD hacia la avenida Independencia y escuché un diálogo muy corto pero capaz de marcar un compromiso.

Una señora que observaba la construcción de un complejo de apartamentos lamentó el crimen del periodista de El Nacional, pero casi de inmediato uno de los obreros alzaba su cuello para gritarle: “No se preocupe doña, que ello hay más hombres que quieren ser periodistas”.

Yo, que quería ser periodista, registré esas palabras y en el acto hice el compromiso de estudiar la carrera tan pronto mis responsabilidades me lo permitieran, porque si matan a un periodista y hay diez que están dispuestos a ocupar su espacio, no hay tirano que puede acabar con la libertad, la lucha y la justicia.

Por Felipe Cipriánciprianfn@hotmail.com-
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