NO ABRACES LAS ARMAS
NO ABRACES LAS ARMAS.
¡Mujer! No abraces las armas que te hieren, eres un barco de mercader que trae pan de lejos, no un buque de guerra, que navega mares sin llegar a un puerto seguro.
Disfruta las rosas blancas de la paz interior, no regreses como el cerdo al comedero, a buscar los golpes que una vez te hirieron. Despliega velas y levanta anclas, continua creyendo que hay una vida mejor.
Procura con premura regentar tu vida, no caigas en un estado de intrascendencia, sin dejar una huella en tu camino, viviendo la vida de otros destinos y paleando nieve de un eterno invierno, pudiendo oler las flores de primavera.
No abraces el puñal que corta las venas de la alegría, no te aferres al frío pudiendo ver primavera, disfruta el sol de la vereda y no te hundas en las culpas de las hogueras de falsas acusaciones.
Dios te quiere libre y nunca esclava, te quiere sana porque te ama, te quiere pura no cortesana, te quiere entera nunca rota, te anhela sabia nunca en derrota.
No toques jamás las armas que una vez te hirieron, ¡sal, corre, huye!, que el sol te espera, hay en tus ojos dos primeras. Parte lejos de los cactus que desinflan tus alegrías. No toques eso, es peligroso, devora tu vida por doloroso.
Suelta los grilletes, abandona tus cadenas, Dios quiere para ti una vida buena, basta de tantas lágrimas y de tantas penas.
Abandona el contingente armado que dinamita tu futuro, Dios te quiere entera no en pedazos, arrójate a sus brazos, ellos serán tu escudo.
Aparta las palabras burdas y el golpe duro. Nunca les creas, muchas mentiras en tus oídos suenan, mereces más que todo eso, no tragues el bebedizo de hierbas que te envenenan. Tómate un sorbo de yerbas buenas.
Todo flujo de sangre que corre por tus heridas se detiene al toque de gran manto, ya gastaste todo los recursos que tenías, Dios tiene el elixir que tanto ansías.
Mujer, hazme caso, no empuñes las armas que te lastiman, eres ingenua fácil te timan. Extiende el brazo que busca la medicina, toca el manto que tu Señor se te avecina.
Y toca, tócale pronto, con manos trémulas y presurosas, míralas luego, parecen rosas, tocaste a Dios cuando le oraste y tus heridas ya la sanaste.
Aléjate de las púas de los erizos, mueve tus pasos a un terreno donde florezcan rosas, allí es el lugar donde habitan las mariposas.
Cierra el oído, apresura el paso, mira el reloj y abre tus alas de mariposa y vuela a tu amado como bella esposa.
Poeta Jenny Matos.