¡Qué vergüenza!
¿Qué pensará de nosotros un visitante extranjero si, al llegar a Santo Domingo de Guzmán, la Primada de América, la Atenas del Nuevo Mundo (que “lo tiene todo”, “donde todo empezó”), viera a un individuo, sobre todo si es policía, meándose en la calle (digo bien: las personas orinan, los animales mean) a la vista de todo el mundo? Piensa: “¿Y qué país es este?”. Por tanto, propongo que, al llegar a esta jungla, a todo extraño se le entregue un volante que diga simplemente: “A usted lo engañaron. Ha llegado a un país de gran retroceso humano, y sin autoridad, donde todo es posible”. (Y así no se asombrará).