A Amaury no lo busque debajo de la cama..yo no parí un cobarde--


 
(Foto: Doña Manuela Aristy, madre de Amaury Germán Aristy, en una entrevista concedida a Lissette Rojas, de Acento.com.do, en el año 2012).

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Doña Manuela Aristy pide que no se olvide la historia y se cuenten los hechos como ocurrieron. Hace 43 años, Amaury Germán Aristy dirigió una heroica y desigual batalla contra las fuerzas represivas de la dictadura de Joaquín Balaguer y fuerzas de apoyo de los Estados Unidos. (Esta entrevista fue originalmente publicada el 12 de enero de 2012. Por considerarlo de interés para nuestros lectores, hoy 12 de enero de 2015, a 43 años de la batalla de los Palmeros, la reproducimos.)

EN SANTO DOMINGO, República Dominicana Entre el día en que Amaury Germán Aristy le sacó los ojos a una foto del hermano del dictador y el día en que lo sitiaron los militares para matarlo pasaron muchos años en los que habitaron el valor y la angustia en igual medida.



En Amaury estaba el valor y el arrojo, las ansias de patria; en doña Manuela Aristy, su madre, la angustia de que un día lo mataran.

Hoy hace 43 años que los militares del gobierno de Joaquín Balaguer cercaron a Amaury y a Virgilio Perdomo en una cueva del kilómetro 14 de Las Américas, hecho ocurrido el 12 de enero de 1972. Diez horas duró el fuego cruzado entre los soldados y los jóvenes perseguidos por sus ideas de una nación democrática y justa.

“A mí, como madre, hay cosas que no se me han olvidado. Oigo a veces cuando mientan el suceso del asalto al Palacio; nada más no fue Fernández Domínguez, ahí murió Capozzi, que era un hombre grande, murió uno que se llamaba Euclides Morillo e hirieron a Amaury Germán y otros más. Para hacer la historia hay que decir las cosas como son para que estén completas”, dice doña Manuela.

Cuando la toma del palacio, Amaury tenía 17 años. Para la época, doña Manuela trataba de alejarlo de una causa que consideraba peligrosa. “Cuando lo hirieron, le dije al doctor que me lo retuviera, para que no saliera de nuevo, pero de ahí salió él, no para mi casa, sino para su comando”. Sin embargo, cada día que pasaba con su hijo en la clandestinidad, con el alma en un hilo, iba comprendiendo lo justicia de aquel fervor patriótico del muchacho.

La madre de Amaury levanta la mano para señalar la fotografía de su hijo, apenas un niño, de contextura delgada y grandes lentes cuadrados que sostiene un fusil mientras parece discutir una estrategia para la próxima batalla.

A Amaury, según cuenta doña Manuela, lo movía un poderoso sentimiento de justicia. Había nacido el 13 de abril de 1947 en Padre Las Casas, Azua, en el seno de una familia acomodada, vivía en la Ciudad Colonial, era hijo de un ex diputado, pero su situación familiar no lo hacía indiferente ante las penurias de la mayoría del pueblo.

A los catorce años rechazó un colegio privado, cuando se mudaron a Santo Domingo, para inscribirse en el liceo Juan Pablo Duarte, que durante la década de los 70 fue el centro de movilizaciones políticas y manifestaciones juveniles.

“Te digo, Amaury fue un niño hombre, porque no todos los hombres tuvieron el temple. No es porque fuera mi hijo, pero sí te puedo decir que el coraje y la valentía de Amaury son admirables mundialmente, porque donde quiera que se mienta esta historia como es, Amaury se mienta”, exclama doña Manuela.

Cuenta que en una ocasión Amaury estaba en la casa de una hermana de Sagrada Bujosa, su esposa y compañera, y los militares rodearon la vivienda y la bombardearon hasta hacerla añicos. Esa vez salió herido, pero sobrevivió.


   “A Amaury no lo busque debajo de la cama, porque ahí no lo va a encontrar, porque yo no parí un cobarde”

“La casita la demolieron. Yo fui al otro día con la mamá de Sagrada y eso era un desastre y una picazón, porque ahí fueron todos los efectivos y él se le fue por atrás. Fueron donde unos amigos que ellos tenían por ahí y hasta le quitaron el carro a la brava”.

Aquellos eran días en que los allanamientos a la casa de la familia Germán Aristy se volvieron habituales. Una noche en que los militares lo buscaban por cada esquina de la casona colonial, uno de los perseguidores se agachó para buscarlo bajo la cama. Y doña Manuela respondió:

“A Amaury no lo busque debajo de la cama, porque ahí no lo va a encontrar, porque yo no parí un cobarde”.

A la vida de Amaury Germán Aristy, Virgilio Perdomo, Bienvenido Leal Prandy y Ulises Cerón Polanco le pusieron precio. Un anuncio en la televisión con sus rostros anunciaba “Se buscan”.

“Eran días y noches desesperantes. Es una cosa muy grande tú no saber si tu hijo va a amanecer vivo. Eso es una cosa muy grande. Eso destruye la vida del más valiente. Si yo te digo que yo he vuelto a ser la persona que yo era, te miento, porque eso era parte de mi vida. El perder un hijo solamente se olvida en la puerta del cementerio el día del entierro. Es una cosa muy grande perder un hijo”.
Amaury Germán Aristy
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Amaury Germán Aristy

Alguien dio alerta a militares y policías de que los cuatro muchachos estaban en Las Américas. Una mañana de un día como hoy, el 12 de enero de 1972, los interceptaron cuando salían de la casa que tenían como centro de operaciones cerca de Boca Chica.

Las fuerzas de los perseguidores eran superiores. A las seis de la mañana mataron a Cerón y a Leal Prandy, mientras Virgilio y Amaury entraron en una cueva. Por diez horas ambos dieron la batalla. Un disparo mortal alcanzó a Virgilio y Amaury continuó hasta que lo mataron cerca de las cuatro de la tarde.

Los militares y policías, según cuenta doña Manuela, se ensañaron con los cadáveres y el único cuerpo reconocible era el de Amaury. A los demás, dice, los quemaron de tal forma que sus parientes los identificaron por la contextura física y por la ropa.

“Ahora es que en realidad yo pienso que él hizo bien. Yo le decía, pero mi hijo y él me decía:

‘Mami, los hombres que luchamos al lado de Fernández Domínguez morimos con las botas puestas, sea en los pies o en la cabeza, pero morimos con ellas. Nosotros no nos vamos a entregar a los que han matado a tanta gente a sangre fría”, dice doña Manuela.

Y agrega: “Yo pienso que valió la pena. Amaury puso un ejemplo de que la dignidad es lo que vale no las armas. Él hizo historia en este país. Esa hazaña no se volverá a repetir más nunca en la vida en este país”.

Hay una frase que, en la clandestinidad, Amaury le escribió a sus perseguidores y que doña Manuela cree que causó el encono con que lo asediaron para capturarlo.

Ella la recita con orgullo: “No importa el número de armas en las manos, lo que importa es el número de estrellas en la frente”.

(*) Nota del editor: Los segmentos en que aparece Amaury Germán Aristy denunciando la situación política de la época, y la voz de su señora madre, doña Manuela Aristy, expresando el dolor por la muerte de su hijo en 1972, fueron tomados del documental Balaguer: La violencia del poder, del cineasta René Fortunato. El destacado cineasta ha producido también los documentales: Abril: La Trinchera del honor; El Poder del Jefe I, II y II. Asimismo: Balaguer: La Herencia del Tirano y Juan Bosch: Presidente en la frontera imperial. Todos estos trabajos están disponibles en formato DVD en las librerías dominicanas. /Acento.com.do/.

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