OPINIÓN: La desconfianza…
No puede ser distinguida con otro nombre, la situación vivida por nosotros y varios familiares más, al regreso del hospital CECANOT, el domingo antes pasado, donde procuramos tras semanas, de dar curación a una enfermedad, la cual, ni mejores médicos ni estudios sofisticados logran diagnosticar, y que le diezma la vida aceleradamente a nuestro queridísimo hermano, guía y casi padre nuestro, el inmenso ingeniero Ahìn.
El relato; su carro, en el que me trasladaba hizo asomos de deficiencia eléctrica, intentando así llegar a lugar seguro con precaución y con luces encendidas, del centro olímpico, 27 de febrero, avenida, a la Antonio Guzmán, la Privada, calle llamada así, por haber sido en su principio, calle privada del hermano de Trujillo, Negro Trujillo, en su reino terrenal. Intento remediar, bajo la presión del tránsito, siete y tanto de la noche, traslado a impulso propio y el de un par de buenos ciudadanos que me ayudaron a pasar de la Privada, media hora después llega la sobrina doctora Fátima, la sobrina licenciada Oscarina, sus respectivos esposos y mi hermano Oscar, encendemos, Yompiado, como popularmente se dice, salimos, y no llegó lejos, se detuvo, frente a un lugar en que hay un centro comercial de vehículos y viviendas, el intelecto y audacia de Fátima con sus comunicaciones telefónicas insisten en que seguros Pepín nos materialice la facilidad de grúa que se contempla en el marbete ; llegan unas señoras en su vehículo, las cuales evidentemente viven en las dos casas que rodean el referido centro comercial, de nombre Isidoro, son las diez y tantos minutos de la noche y la grúa no llega. La señora mayor del grupo me hace mover el carro averiado, un Rover 75, negro, luego se compasea y dice que ese carro no está dañado, que eso es un cuento mío.
El relato; su carro, en el que me trasladaba hizo asomos de deficiencia eléctrica, intentando así llegar a lugar seguro con precaución y con luces encendidas, del centro olímpico, 27 de febrero, avenida, a la Antonio Guzmán, la Privada, calle llamada así, por haber sido en su principio, calle privada del hermano de Trujillo, Negro Trujillo, en su reino terrenal. Intento remediar, bajo la presión del tránsito, siete y tanto de la noche, traslado a impulso propio y el de un par de buenos ciudadanos que me ayudaron a pasar de la Privada, media hora después llega la sobrina doctora Fátima, la sobrina licenciada Oscarina, sus respectivos esposos y mi hermano Oscar, encendemos, Yompiado, como popularmente se dice, salimos, y no llegó lejos, se detuvo, frente a un lugar en que hay un centro comercial de vehículos y viviendas, el intelecto y audacia de Fátima con sus comunicaciones telefónicas insisten en que seguros Pepín nos materialice la facilidad de grúa que se contempla en el marbete ; llegan unas señoras en su vehículo, las cuales evidentemente viven en las dos casas que rodean el referido centro comercial, de nombre Isidoro, son las diez y tantos minutos de la noche y la grúa no llega. La señora mayor del grupo me hace mover el carro averiado, un Rover 75, negro, luego se compasea y dice que ese carro no está dañado, que eso es un cuento mío.
Ya antes había pasado frente a nosotros un individuo en un motor de buen tamaño, en contra de la vía , recuerden, 27 de febrero, y al momento, cruzó al revés, las sobrinas observaron como sospechosa la acción, poniéndose y poniéndonos alerta, lo que me inclino a pedir a la patrulla policial que paso más atrás que nos protegieran, y así lo hicieron, nos acompañaron hasta el final , otra patrulla, esa motorizada anteriormente nos sugirió que llamáramos al 9-1-1 y así lo hice, negándose a darnos el servicio, alegando incompetencia; la patrulla vehicular nos informó que acababan de quitarle la cartera y los celulares a una señora en la avenida 27 de febrero con Privada, es decir, doscientos metros de donde estábamos; les pedí en ese momento que nos acompañaran en lo que llegaba la grúa; la señora del vecindario redobló la insistencia en que la avería del carro era un cuento , no cogía explicación ni nada, su duda crecía junto con la hora, las once y algunos minutos, cuando por fin, llegó la grúa.
Ante toda la presión de las circunstancias, la salud de mi hermano, la desconfianza de las lugareñas, por mi mente pasó la comprensión de su actitud, se ha perdido la confianza, y los asaltos, robos y violencias de todo género que están marcando nuestra era política, social y gubernamental, al ciudadano común no se le está dejando de otra, Desconfianza, desconfiar en todo el mundo, los asaltos a los carros de transporte de valores, es como a las Diligencias en el lejano oeste Norteamericano, el asalto a la Sirena, en esta capital, el asalto y secuestro momentáneo en Neiba, meses pasados a un gerente y casa de envíos, me hicieron ser comprensivo con la actitud esquiva de esas damas, agrias, pero en su legitimo instinto de conservación; nuestro suplicio creció, desde la sala de hospital, al cruel oscurecimiento de la noche bajo aquellas circunstancia, las dos horas y media que viví fueron como mis mil y una….Estas letras las escribo bajo la poca inspiración que estos días me embargan , movido por la espectacularidad del asalto anoche en Plaza Lama, AVE. 27 de febrero, distrito nacional, donde según se dice y escucha en videos, hasta bombas lacrimógenas se usó, y recordando el famoso asalto de hacen años a Vimenca, cuando un herido asaltado y finalmente fallecido decía con asombro, porque a mí también……
Se me ocurre, y escucho por coincidencia a Ivonne Ferreras en estos momentos decir que entre estos asaltos al de Vimenca hay un denominador común, de todo ello a este tiempo hemos tenido diferentes gobiernos y un solo denominador común, imagínelo usted señor ò señora lectora…
POR JOSE ANTONIO MATOS PEÑA
27 DICIEMBRE, 2016: