EEUU, uso soberano del irrespeto a la soberanía de otros


50 años serán celebrados el próximo 24 de abril de la trinchera del honor y la determinación del pueblo y militares constitucionalistas dominicanos, comandados por Francisco Alberto Caamaño Deñó y Rafael Tomás Fernández Domínguez, de construir una segunda Restauración de vida soberana, con el retorno del Presidente Juan Bosch al poder y, restablecimiento de la vida institucional y de la Constitución de 1963. Constitución, ésta, más avanzada que todas las anteriores; y qué decir, escatológicamente, desde el punto de vista político, por encima de las posteriores, incluyendo la del 2010, guardando la distancia de épocas y circunstancias.

La dimensión de la figura de Juan Bosch en esta segunda Restauración de la República, constituida por supuesto, por la Revolución Constitucionalista de Abril, hace de Bosch el Dominicano más grande del Siglo 20: Líder del Exilio, gestor del primer ensayo democrático pos tiranía, después de más de 30 años. Recipiendario legítimo de la voluntad popular al ganar las primeras elecciones democráticas, primer presidente dominicano electo por el voto abrumador y, reclamado por un pueblo en armas. Sin pecar de sobredimensionamiento, Bosch es, el último latinoamericano doctrinario del pasado siglo.

Don Juan, el último presidente dominicano puro e intelectual y moralmente insuperable. Organizador, estratega y visionario de las dos principales fuerzas políticas de la sociedad dominicana. Reducidas hoy, ambas, a la mayor apostasía doctrinaria, que se pueda registrar en los anales de la historia dominicana. Padre del ejercicio ético de la política como servicio, compromiso y solidaridad. Bosch un pensador y líder que marcó su época con un liderazgo coherente, de integridad y moralidad política, intachable, sin mácula. Defensor de la dignidad y soberanía nacional.

No sólo serán celebrados 50 años de la Gesta soberana de abril, también los serán de sus verdugos, los 42 mil Marines norteamericanos, o, la mal recordada y odiada 82va. Compañía. Aquí, cobrando la vida de miles de dominicanos que defendieron con gallardía la soberanía nacional, se estrenó y siguió sus pasos hacia Vietnam a cumplir la misma misión de agresión e intervención.

Como la política y la practica revolucionaria se ha degrado tanto en estos nuevos tiempos de globalización, no has extrañar, que uno u otro ícono de las trincheras de abril, que muchas ventajas han sacado a las efemérides y acontecimientos revolucionario, en vez de celebrar en ciudad Nueva estos 50 años de abril, lo haga en la Base Militar de la 82va. Compañía en Estados Unidos de América.

La Carta de la Naciones Unidas en su artículo 1, numeral 2 dice: “Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basada en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras medidas adecuadas para fortalecer la paz universal”. Y en el Núm. 2 numeral 4: “Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”.

No hacen falta ni 10 ni, 20 millones de firmas para hacer entender al Gobierno Norteamericano que sus prácticas de creer que sus legislaciones y decisiones ejecutivas, como sus listas y amenazas, comprometen la paz universal. Estados Unidos de América, una gran Nación, debe entender, sin tener que buscarse millones de firmas en el planeta, que no es una supra nación con derechos y poderes extraterritoriales para definir qué debe hacer o no hacer, o, ser o no ser otra nación soberana.

No son las firmas las que harán cambiar la mentalidad de los poderes norteamericanos de pensar que su bienestar y seguridad debe ser la tragedia de otros. Es el respeto al derecho internacional lo que hará soluble las controversias en el marco de la paz y una vida civilizada. Las mismas razones que 50 años después nos llevan a condenar la agresión e intervención de 1965 al derecho soberano que tenía este pueblo de retornar a sus instituciones democráticas y al gobierno electo de Juan Bosch, por la voluntad popular y soberana; son las mismas, que nos hacen condenar la amenaza del gobierno norteamericano contra el Pueblo y Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.

Thomas Jefferson en lo que llamó el Sueño Americano, padre forjador de este sueño, aspiraba a construir un imperio de libertades y democracia en la nueva nación recién fundada. Las naciones del mundo todas, tienen derechos y obligaciones con este mismo sueño. Estados Unidos, Francia, Alemania, China, Inglaterra, Rusia y todas las naciones desarrolladas o no, deben Respetar la Carta de las Naciones Unidas en la que se consagra el derecho a la Soberanía, Autodeterminación, convivencia civilizada y paz universal.

Por Juan Tomás Olivero
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