Bonó visto por Julio Minaya
Sus formas de pensar y actuar estuvieron muy por encima de la época en que le tocó vivir. Pedro Francisco Bonó (1828-1906), hombre sencillo e identificado con su pueblo, constituyó un faro que irradiaba luz incluso en aquellos lugares más inhóspitos y donde menos se dejaba sentir el anhelo libertario de este pueblo.
Cual gladiador solitario en medio de la vorágine impuesta por los “vende patria’’ de siempre, tuvo la entereza suficiente para plantear que carece de sentido exigirles patriotismo a las clases menos favorecidas si éstas no tienen motivos para sentirse felices. Y consideraba que todo proyecto de nación en este país debía tener como requisito que este sea inclusivo.
Eran tiempos en que oportunistas y usurpadores colocaban en tela de juicio la soberanía nacional. Y cuando tiranuelos y adláteres que pugnaban por la entrega del país a cualquier potencia extranjera.
Prócer restaurador, gesta en la que tuvo rol destacado, Bonó nunca claudicó en sus principios como nacionalista consumado, y siempre militó al lado de las mejores causas nacionales.
Precursor de la emancipación cultural dominicana, supo llamar a las cosas por su nombre, y sin rodeos. Fue consulta obligada para figuras comprometidas con los más sanos principios a favor de la dominicanidad.
Polifacético a carta cabal, aún sin tener instrucción de alta academia, bien identificado con la idiosincrasia del pueblo dominicano, tuvo tiempo para tantísimas cosas que lo catapultaron a ser un hombre fuera de serie.
Es el Bonó que nos describe el doctor Julio Minaya, filósofo y académico bien curtido en esos afanes, y quien ha hecho un aporte extraordinario a la sociedad dominicana, muy en especial a las ciencias sociales.
El parto que resultó de esa investigación lleva por título: ´´Pedro Francisco Bonó: vida, obra y pensamiento crítico´´, con prólogo de Raymundo González, asesor histórico del Archivo General de la Nación, entidad de la que el libro de Minaya forma parte de su Colección de Publicaciones.
El libro de Minaya, elogiado por la crítica más depurada en la materia, con un aporte bibliográfico fuera de serie, desmenuza en 410 páginas la figura egregia de Bonó, y es el resultado final de su investigación de tesis realizada en el marco del programa doctoral ´´Filosofía en un mundo global´´, efectuado en virtud del convenio entre la Universidad del País Vasco y la UASD.
Minaya asegura estar convencido de que Bonó es para la nación dominicana un autor indispensable, ´´por lo que no se puede prescindir de él´´. Un hombre que fue tomado en cuenta en momentos cruciales para servir a la patria, de la que nunca se lucró, a lo que hay que resaltar que tuvo el honroso honor de ser uno de los primeros que se pronunció contra la corrupción en la administración pública.
Bonó dijo presente en la Guerra Restauradora, siendo el principal redactor de la documentación básica oficial: Constitución, manifiestos, decretos, etc. ´´Por lo que no es arriesgado afirmar que en esos cruciales momentos fungió como el principal intelectual al servicio de los sectores más progresistas del país´´.
Minaya, de quien me consta desde muy joven ha sabido compenetrarse con su pueblo, dice de Bonó: ´´un hombre que vivió como pensó y pensó como vivió, dejando un legado imperecedero a todos los hombres y mujeres que habitamos esta media isla. Sin duda, un pensador indispensable para el pueblo dominicano, ya que fue quien más conciencia tuvo de sus posibilidades y precariedades´´.
Escritor, jurisconsulto, político, periodista, legislador, agricultor, ecologista, comerciante, médico empírico, filántropo, restaurador, Bonó defendió la soberanía nacional por encima de cualquier interés particular o de grupo.
Su capacidad intelectual fue motivo para que fuera tomado en cuenta para ocupar funciones de importancia en la administración pública. Pero nunca flaqueó en lo que se refiere a las funciones que le fueron encomendadas.
Mantuvo estrecho y fluido intercambio epistolar con figuras como Monseñor de Meriño, Gregorio Luperón, Pedro A. Bobea, el dictador Ulises Heureaux (Lilís), Eugenio María de Hostos, entre otros.
Minaya ahonda en su investigación y navega en las procelosas aguas de lo que fue el despliegue e impacto de la modernidad en Europa y Latinoamérica durante el siglo XIX, así como la valoración de las escuelas de pensamiento y la búsqueda del proceso emancipador de la región.
Asimismo, destaca las corrientes filosóficas y la inestabilidad política latinoamericana, los aportes del romanticismo, el realismo y el costumbrismo.
Indiscutiblemente que Julio Minaya ha aportado a su país una obra que debe convertirse en material de consulta obligada para todos los segmentos de la sociedad dominicana.
Por Felipe Mora
Polifacético a carta cabal, aún sin tener instrucción de alta academia, bien identificado con la idiosincrasia del pueblo dominicano, tuvo tiempo para tantísimas cosas que lo catapultaron a ser un hombre fuera de serie.
Es el Bonó que nos describe el doctor Julio Minaya, filósofo y académico bien curtido en esos afanes, y quien ha hecho un aporte extraordinario a la sociedad dominicana, muy en especial a las ciencias sociales.
El parto que resultó de esa investigación lleva por título: ´´Pedro Francisco Bonó: vida, obra y pensamiento crítico´´, con prólogo de Raymundo González, asesor histórico del Archivo General de la Nación, entidad de la que el libro de Minaya forma parte de su Colección de Publicaciones.
El libro de Minaya, elogiado por la crítica más depurada en la materia, con un aporte bibliográfico fuera de serie, desmenuza en 410 páginas la figura egregia de Bonó, y es el resultado final de su investigación de tesis realizada en el marco del programa doctoral ´´Filosofía en un mundo global´´, efectuado en virtud del convenio entre la Universidad del País Vasco y la UASD.
Minaya asegura estar convencido de que Bonó es para la nación dominicana un autor indispensable, ´´por lo que no se puede prescindir de él´´. Un hombre que fue tomado en cuenta en momentos cruciales para servir a la patria, de la que nunca se lucró, a lo que hay que resaltar que tuvo el honroso honor de ser uno de los primeros que se pronunció contra la corrupción en la administración pública.
Bonó dijo presente en la Guerra Restauradora, siendo el principal redactor de la documentación básica oficial: Constitución, manifiestos, decretos, etc. ´´Por lo que no es arriesgado afirmar que en esos cruciales momentos fungió como el principal intelectual al servicio de los sectores más progresistas del país´´.
Minaya, de quien me consta desde muy joven ha sabido compenetrarse con su pueblo, dice de Bonó: ´´un hombre que vivió como pensó y pensó como vivió, dejando un legado imperecedero a todos los hombres y mujeres que habitamos esta media isla. Sin duda, un pensador indispensable para el pueblo dominicano, ya que fue quien más conciencia tuvo de sus posibilidades y precariedades´´.
Escritor, jurisconsulto, político, periodista, legislador, agricultor, ecologista, comerciante, médico empírico, filántropo, restaurador, Bonó defendió la soberanía nacional por encima de cualquier interés particular o de grupo.
Su capacidad intelectual fue motivo para que fuera tomado en cuenta para ocupar funciones de importancia en la administración pública. Pero nunca flaqueó en lo que se refiere a las funciones que le fueron encomendadas.
Mantuvo estrecho y fluido intercambio epistolar con figuras como Monseñor de Meriño, Gregorio Luperón, Pedro A. Bobea, el dictador Ulises Heureaux (Lilís), Eugenio María de Hostos, entre otros.
Minaya ahonda en su investigación y navega en las procelosas aguas de lo que fue el despliegue e impacto de la modernidad en Europa y Latinoamérica durante el siglo XIX, así como la valoración de las escuelas de pensamiento y la búsqueda del proceso emancipador de la región.
Asimismo, destaca las corrientes filosóficas y la inestabilidad política latinoamericana, los aportes del romanticismo, el realismo y el costumbrismo.
Indiscutiblemente que Julio Minaya ha aportado a su país una obra que debe convertirse en material de consulta obligada para todos los segmentos de la sociedad dominicana.
Por Felipe Mora