La pobreza dominicana no cesa de darle vuelta a la noria
EN SANTO DOMINGO: La publicación del estudio “Calidad de vida” como soporte fundamental de los llamados programas sociales del gobierno, realizada con bombos y platillos, deja en cueros la realidad de un país que ha dado vueltas a la noria para retornar a un punto inicial en el que solo hay una referencia: inequidad social.
Los datos de la encuesta, que corresponden a un plan de actualización, demuestran al ser comparados con otros de investigaciones anteriores sobre políticas públicas que éstos no han sido tomados en cuenta.
Los datos de la encuesta, que corresponden a un plan de actualización, demuestran al ser comparados con otros de investigaciones anteriores sobre políticas públicas que éstos no han sido tomados en cuenta.
La encuesta, que abarcó un millón seiscientos mil hogares, refleja claramente la escasa inversión pública en programas sociales, la concentración de los servicios sociales en los núcleos urbanos más grandes, o por lo menos la imagen de que esto ocurre, y sobre todo echa por tierra la idea del desarrollo fundamentada en la economía de servicios donde el turismo ocupa un lugar relevante.
Por demás, evidencia cómo el clientelismo, traducido en un complejo sistema de tarjetas y bonos, cumple su cometido de tranquilizante social. En otros países el mismo modelo impulsado por organismos multilaterales ha posibilitado disminuir los niveles de pobreza, lo que no ha acontecido en la República Dominicana.
El efecto de los bonos y tarjetas es visible en las cuatro provincias más pobres del país. Según datos del Informe de Desarrollo Humano, Elías Piña, Independencia, Bahoruco y El Seibo no han registrado más de una veintena de protestas en los últimos ocho años. En la mayoría de los casos, las protestas fueron impulsadas por causas muy focalizadas y no asociadas con la precariedad en la calidad de vida. Bahoruco y El Seibo han tenido tres años completos sin que se registrara ninguna protesta.
En el año trece de gobierno del Partido de la Liberación Dominicana y en la página 78 de la referida publicación, se cita que la zona de mayor desarrollo turístico, la región este, vendida como panacea del desarrollo de esa industria, mantiene al propio tiempo el mayor número de ciudadanos viviendo en condiciones de hacinamiento en las llamadas piezas de cuartería y parte atrás.
La Altagracia y La Romana, puntales del boom turístico tienen condiciones similares al depauperado Peñón de Barahona.
Higüey y La Romana, que por fuerza deben recibir los mayores beneficios de la actividad turística, con el 30.7 por ciento y el 37.0 por ciento, respectivamente, encabezan los diez municipios con mayor cantidad de familias en piezas de cuartería y de parte atrás en todo el país.
En el lado opuesto de la economía, la herencia trágica de la industria azucarera persiste. Ya no hay ingenios pero quedan barracones y son más abundantes en las provincias en las que alguna vez floreció la industria de la caña. Las provincias con más barracones son San Pedro de Macorís, Valverde, Hato Mayor, Barahona y Monte Plata.
Higüey y La Romana, que por fuerza deben recibir los mayores beneficios de la actividad turística, con el 30.7 por ciento y el 37.0 por ciento, respectivamente, encabezan los diez municipios con mayor cantidad de familias en piezas de cuartería y de parte atrás en todo el país.
En el año doce después del lanzamiento de los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), las provincias más pobres siguen ocupando sus mismos espacios, con la excepción del
El Seibo. Es así que Independencia, Pedernales, Elías Piña, Bahoruco y Monte Plata se encuentran en la misma situación liderando las estadísticas negativas, como viviendas con techos de paja y o tejamanil.
Las provincias de la subregión Enriquillo afectadas por demás por la crecida del lago del mismo nombre han aumentado su pobreza por la pérdida de terrenos de cultivo y pastoreo.
La vivienda, su posesión, el tipo de piso o techo, los servicios disponibles, la educación y la duración o registro en un centro de educación son los parámetros fundamentales para el establecimiento del llamado índice de Calidad de Vida. El análisis parte de una comparación con la base de datos del último censo y la investigación entregada la pasada semana.
Los datos positivos de la comparación son escasos o mínimos. Por ejemplo el número de
casas con piso de tierra disminuyó un 50 por ciento pero eso solo significa 55 mil hogares.
Otros datos comparados, como la tasa de hacinamiento resultante del número de personas que vive en una misma habitación, permanece sin cambios entre una investigación y la otra. Las áreas más afectas son también las mismas
La tasa de hacinamiento pone en relieve la pobreza urbana. Las provincias con cuatro personas o más por habitación cubren todo el litoral sur del país. La Romana y La Altagracia, los polos turísticos por excelencia de la zona, vuelven a liderar estadísticas negativas: en el 14.2 y 13.2 por ciento en este descriptivo renglón.
Un aspecto merece especial atención y es el drama de la jefatura de hogar femenina, la pobreza y la falta de escolaridad. En el grupo de hogares más pobres en casi un 50 por ciento de los casos, sin importar la provincia o región, son liderados por mujeres. En el análisis de la tasa analfabetismo por jefatura de hogar las mujeres son más que los hombres en la misma proporción.
El estudio revela que las mujeres lideran los hogares más pobres de los pobres y, al propio tiempo, tienen menos oportunidades.