Los escrúpulos de María Gargajo‏



Por Leyla Mejía

Resulta absurda la continuidad de este “show de pedradas” con tantos techos de cristal. Con discursos politiqueros maquillados por un idealismo patriótico que ya a nadie convencen, unos y otros, rivales de un mismo bando, se han dejado ver el refajo en lo que deleitan a un sonriente titiritero que hoy se encuentra más que satisfecho por la fiel ejecución del guión que hace años había diseñado.

Mientras el príncipe planea su retorno, los útiles títeres de una mal llamada oposición siguen enfrascados en conflictos ridículos y en culparse unos a otros con los mismos escrúpulos de “María Gargajo”, teorizando sobre negociaciones espurias y “pactos con el enemigo” como si el dominicano viviese de espaldas a la realidad y sufriendo de amnesia selectiva.


No se dan cuenta de que la calidad moral para cuestionar ya no la tiene ninguno. Ni el que celebró con vinos espumantes una derrota de hace cinco años ni el que hizo lo mismo hace apenas uno.

Ni el que aceptó “ayuda externa” para robarse una vaca que fue engordada por otro ni el que por venganza se acercó a los mismos que colaboraron con su destrucción.

Ni el terco cuyos intereses personales atropellaron el trabajo de tantos que merecían el respiro del poder, ni el miope que aún cree que tiene una oportunidad en el cercano futuro.

Ni los ingratos, ni los traidores, ni los oportunistas, ni el que unificó al contrario y dividió al suyo, ni los que hoy lloran y parecen haber olvidado que deben todo lo que tienen a la misma persona que pretenden crucificar, ni los que predican una falsa imparcialidad para pescar en río revuelto, ni los abogados que “sólo están haciendo su trabajo”, ni los que actúan como niños deslumbrados por el circo, ni siquiera los idiotas que no entienden el juego.

Y entretenidos en este escenario que los obnubila, hace tiempo que defraudaron a muchos que, sin ser parte del problema, esperaban contar con aquellos que tanto le prometieron para que saliesen en su defensa.

Ojalá esta marea traiga consigo delfines que salten por encima de la mediocridad, que lideren sin compromisos ni ataduras, que no respeten a “viejos robles” ni a principios anticuados que perpetuan el atraso y que tengan la capacidad de ver un poco más allá de lo que tienen al frente.

De no ser así, regresará el príncipe aún más fuerte que antes y con la certeza de que se quedará un buen rato.

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