EL PRONTUARIO DE “EL PIVE CARLITOS”; -aporte para el estudio de la historia de Carlos Gardel
Por Martina Iñiguez y Ricardo
Ostuni
El título no es antojadizo ni pretende ser original. Figura
en la carátula del Prontuario Policial N° 25310 de la Policía de la Provincia
de Buenos Aires, Comisaría de Investigaciones, fechado en La Plata en agosto 14
de 1915 y correspondiente a Carlos Gardel .
Es el Prontuario que, en tantas publicaciones sobre la
vida del cantor, se dio por no existente, por perdido, por destruido según una
orden del Presidente Alvear y varias otras conjeturas más. Pero existe, lo
tenemos en nuestras manos y lo presentamos sin estridencias y con la actitud
prudente con que debe ser analizado todo documento vinculado a una
investigación.
¿Qué dice el Prontuario de “El Pive Carlitos"?
Esta es la portada. El trámite fue iniciado el 14 de agosto de 1915, casi cinco años antes de que Carlos Gardel concurriera al Consulado Uruguayo para asentar su nacionalidad oriental, el 8 de marzo de 1920. Fue entonces cuando dejó asentado que había nacido en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1887.
Para descalificar ese documento oficial con el cual
Gardel obtuvo su nacionalidad argentina en 1923. buena parte de los
investigadores, crearon la teoría del desertor.
La policía consignó los siguientes datos en la
actuación:
“Carlos Gardel, natural de la R. Argentina, nacido
en La Plata, Provincia de Buenos Aires, el 11 de diciembre de 1887, hijo de
Carlos Gardel y de Berta Gardel, de estado civil S(soltero), de profesión
empleado, quien si lee y escribe y domiciliado en La Plata calle 2 N° 1013 y
que adjunta fe de bautismo y libreta de enrolamiento.
Se presenta para solicitar la Cédula de Identidad que
le fuera entregada el 15 de agosto según consta en el documento.
La Cédula de Identidad Policial fue una iniciativa del
comisario José Gregorio Rossi quien la instrumentó a partir del 24 de abril de
1907, correspondiéndole a él la Cédula n°1. Este documento, aunque sólo acreditaba identidad se impuso
rápidamente pues se le consideró también como testimonio de buena conducta. No
se otorgaba a personas con malos antecedentes.
Gardel viaja a
Brasil
¿Para qué requería Gardel la Cedula de Identidad? La respuesta la encontramos
en el diario La Razón del 21 de julio de 1915: “… Informan de Río de Janeiro, que debido a las gestiones del doctor
Andrés Demarchi y del señor Benjamín Bertoli Garay, con la cooperación del
poeta brasileño Coelho Netto, el prefecto municipal doctor Rivadavia Correia ha
resuelto conceder el Teatro Municipal para que en él actúe una compañía
argentina que deberá visitar aquella ciudad y San Pablo a fines de agosto
próximo.
El 12 de agosto, según estudio de Miguel Ángel Morena
sobre la Historia Artística de Carlos Gardel, quedó conformada la compañía
Dramática Rioplatense encabezada por cuatro parejas conyugales de gran mérito: Ángela Tesada y Enrique
Arellano, Camila y Héctor Quiroga, Matilde Rivera y Enrique de Rosas y Rosita
Catá y Alberto Drames. Además entre otras figuras de la escena nacional que se
sumaron, se incluyó al dúo Gardel-Razzano. El viaje se realizó el 17 agosto de
1915.
La documentación
anterior
En fechas anteriores, Gardel había realizado varios viajes a Montevideo ignorándose que documentación exhibía, si bien no faltan quienes sostienen que entre los años 1912 a 1914 por mediación de Alberto Barceló(*) se le había extendido una cédula de identidad falsa donde habría figurado como nacido en Avellaneda.
(*)Juan Velich, poeta ,
guitarrero y cantor que sentaba sus reales por los pagos de Barracas al Sud
(hoy Avellaneda), conoció a Carlos Gardel en el café del gallego Rampín de la
avenida Mitre, por 1910 ó 1911. Velich ya cantaba allí y Gardel fue a hacer lo
mismo. Así fue, que lo acercó al propio Barceló, quien a partir de ese momento lo
convocaba seguido para amenizar las noches de asado y guitarreada organizadas
en la campaña política.
(*) Crítica, Bs. As. 28.6.35 – Declaraciones de Esteban Capot
“Barceló le dio una cédula de identidad.
Recuerdo que don Alberto Barceló había contratado al dúo
Gardel-Razzano para una campaña política. Las conferencias se realizaban en
teatros y bastaba que se anunciara a estos dos cantores para que el local se
llenase de bote en bote. Les pagaban muy bien y eran los niños mimados de toda
la ciudad.
Don Alberto, a pedido de Carlitos, le hizo dar una cédula
de identidad, en la que figuraba como nacido en Avellaneda. Este documento le
servía para no tener obstáculos en sus giras y fue extendido a nombre de
Gardel, su apellido teatral.”
La existencia de este documento está corroborada en la revista GENTE, “Carlitos
Gardel como nunca se vio”, pág. 26, Bs. As. 1977.
En este número especial, aparece el facsímil de una carátula de “Prontuario”, Nro 35, con el nombre de Carlos Gardel. Dice el texto del pie: “Sólo dos entradas por averiguación de antecedentes. Ningún delito”. Esta carátula correspondiente a un expediente administrativo de la Policía de la Capital Federal aparece rota, precisamente donde se indicaba la fecha del mismo. Está fragmentado. Se menciona parte del contenido, pero no se lo especifica completo.
¿Por qué motivo en 1912 Gardel estaría indocumentado?
¿Acaso no se sostiene que ingresó legalmente a la Argentina por el puerto de la
Ciudad de Buenos Aires?
Según la historia oficial, a fines de 1912 hubiera
cumplido 22 años de edad y de acuerdo con las leyes vigentes en nuestro país
pudo naturalizarse en 1908, con 18 años de edad y dos de residencia, requisitos
que cumplía holgadamente.
En 1912 la Primera Guerra Mundial era un acontecimiento impensado y por ello la argumentación de la historia oficial respecto del temor de Gardel de ser convocado por Francia para integrar sus ejércitos, carece de todo sustento. Gardel en 1912, estaba indocumentado, aunque no ignoraba su verdadera identidad pues el 10 de diciembre de 1902 (un día antes de la fecha que siempre dio como de su cumpleaños y cuando supuestamente cumpliría 18 años), solicitó un acta inscripcional o valota(*) en Montevideo utilizando una partida parroquial de Tacuarembó obtenida dos días antes en esa ciudad a nombre de Carlos Escayola. (Usurpó la identidad de un hijo legítimo de Carlos Escayola y Blanca Oliva, mayor que él, quien ya se había documentado con la misma acta el 4 de noviembre de 1895). Para poder obtener una nueva copia firmada por el vicario de la parroquia de San Fructuoso de Tacuarembó, debió de contar con el apoyo de algún familiar.
Es inusual que en el Registro Civil de Montevideo se registren dos inscripciones a nombre de una misma persona, en este caso: Carlos Escayola. Ese trámite se hacía una sola vez en la vida.
Nadie más que Carlos Gardel pudo haber solicitado una segunda valota a nombre de Carlos Escayola el 10 de diciembre de 1902, ya que corresponde al día anterior a la fecha que tomó “prestada” como de su nacimiento y en el año que cumpliría los 18 años.
En la ocasión hizo un viaje desde Buenos Aires, pidiendo permiso a su
empleador el Sr. Pedro Baldasarre -amigo del Maestro Julio de Caro, también
confidente de la orientalidad de Carlos-, para ausentarse en busca de algún
documento que le permitiera acreditar identidad, lo que hizo viajando en barco
hacia la vecina orilla, en compañía de un amigo.
Este documento obtenido en Uruguay, tendría un valor provisorio y siempre pesaba sobre su uso la denuncia sobre su presunta falsedad. De allí que aún en posesión del mismo, convenía a sus actividades en Buenos Aires, la obtención de otra documentación, de preferencia argentina.
(*) La valota era un documento a
través del cual el Director del Registro Civil extendía un certificado basado
en testimonios extraídos de los libros parroquiales, regularizando la situación
legal de quienes no estaban inscriptos en el Registro. Servían además para
cumplir los trámites de obtención de la Cédula de identidad policial.
Confesiones de un comisario
La investigadora Ana Turón refiere que en el libro Confesiones de un comisario, de Plácido Donato, escrito en la década
de 1980 y reeditado en 1995, Donato hace referencia a otro “Comisario Inspector Francisco L. Romay,
“buceador nato y profundo sociólogo en las pequeñas y grandes cosas que
escribió en su Historia de la Policía Federal Argentina”, con cuyo nombre fue
bautizado el Centro de Estudios Históricos Policiales. En uno de sus párrafos cuenta su entrevista
con el Inspector Romay quien le habría confesado:
“Hace poco
escribí algo para una revista chilena, Hechos Mundiales o algo así. Yo tuve en
mis manos el prontuario de Carlitos. Jamás pisó una comisaría. De haberlo
hecho, yo lo tendría que saber porque fui subcomisario de la novena, jurisdicción
del Mercado de Abasto. Lo puedo firmar: él nunca tuvo cuentas con la justicia
salvo una denuncia que una vez radicó Berthe Gardés, su madre.
Romay fue hasta un bibliorato
y sacó una hoja amarillenta.
- Esta es la copia de esa denuncia. Le devolví
aquel papel como si fuese un papiro o algo que me llegaba desde el misterioso
tiempo de una historia que recién alcanzaba a palpar cómo se descubría y
buceaba.
- Horas más tarde doña Berta dejaba las cosas
sin efecto. Carlitos había aparecido –acotó Romay mientras encendía un puro.”
Antecedentes del
“Pive” Carlitos
En primer lugar figura la detención de Carlos Gardes
en 1904 en Florencio Varela, La Plata,
como “menor
fugado, retirado por su Sr. Padre”.
En segundo lugar, la División Investigaciones de la
Policía de Buenos Aires –Capital Federal- escribió este informe del 18 de
agosto de 1915 –cuando Gardel ya estaba a bordo del Infanta Isabel-, donde
textualmente dice que el causante es conocido con el apodo de “El Pive Carlitos” y está
sindicado como estafador por medio del cuento del tío”.
Siendo el informe de la “Policía de la Capital
Federal”, es evidente que Romay ocultó
expresamente lo que no podía desconocer.
Además, en abono de la personalidad que surge de este
informe policial, puede leerse en el libro Vida
de Carlos Gardel, contada por José Razzano y escrita por Francisco García
Jimenez, pág.95, capítulo titulado “Los misteriosos bolsillitos”: … “nos encerramos en nuestra habitación y
Carlos se lanzó sobre los bolsillos como el águila sobre el corderito…¡Qué
olfato el de El Morocho! Efectivamente,
uno de los bolsillitos de marras estaba asegurado con un alfiler de gancho. Y
dentro había cinco libras esterlinas envueltas en un trapo…..que pasaron a
nuestro poder mientras Gardel dejaba el trapo en el bolsillito, volvía a prender
éste cuidadosamente con el alfiler y retornaba el pantalón doblado a la silla.
Bien dicen que la necesidad tiene cara de hereje. Y manos de prestidigitador….y pisadas de gato…” (El esquilmado
fue su amigo Elías Alippi).
Un testimonio de Andrés Chinarro, en su libro “El Tango y su rebeldía”, pag. 74, da pruebas de que en 1908 Gardel tenía problemas para “caminar con entera libertad”.
Cuenta una anécdota de Gardel que ubica justamente en ese año:
“Allá por el año 1908, existía por La Batería (hoy Retiro), un conventillo conocido como el de “don Lino”, por ser el nombre del encargado del mismo, y en el que a menudo se juntaban cantores y guitarristas para animar reuniones organizadas con cualquier motivo y las más de las veces sin otra razón que la de pasar un rato agradable.
En una de esas reuniones cantó una tarde un muchacho, al que habían invitado unos amigos. El cantor había gustado extraordinariamente. Se trataba de Carlos Gardés (después Gardel). En la reunión se encontraba el comisario Rossi, quien preguntó a don Lino si se trataba de un cantor profesional. La respuesta fue un tanto confusa, puesto que el encargado del conventillo sabía que aquel muchacho tenía algunos “problemas” con la policía y no podía “caminar” con entera libertad. El comisario Rossi, al despedirse de la reunión, le indicó a Carlos que lo viera en su despacho del Departamento. La entrevista se realizó y desde esa fecha en adelante nació para el tango su más grande intérprete en todos los aspectos de su evolución posterior.”
El investigador Luciano Londoño López, nos hizo llegar un facsímil publicado en El Espectador de Bogotá, julio 10/1978, donde es reproducida una carta del periodista Mario Vélez Restrepo:
“Gardel no fue el muchacho bueno, sencillo, hijo excelente y mejor amigo que pinta la crónica para la exportación. Criado en el arrabal porteño, purrete inquieto, desde sus primeros años hizo historia en la crónica policial de Buenos Aires. Existen aún expedientes en su contra, por pequeñas raterías, en donde figura alternativamente con los nombres de “Gardello”, “Gardeles”, “Gardés” y hasta “García Garderes” y nacionalidad francesa, uruguaya o argentina, según la oportunidad. Apasionado por el juego, el garito y los “burros”, fue “carrero, malandrín y estafador” como se define en una de sus canciones, No fue entonces, como usted lo anota acertadamente, el problema con el ejército francés el que lo llevara a ocultar su procedencia. Fueron problemas de policía”.
Agrega luego:
“En 1935, días antes de su muerte, lo entrevisté en el Hotel Granada, y conseguí con él un reportaje publicado más tarde por la desaparecida revista “Caretas de Antioquia” (Medellín, edición N° 1054). Me acompañaba Jorge Mora, eximio tangófilo y cultor de aires autóctonos argentinos, a más de un gran bailarín de las intrincadas piezas sureñas. En tal oportunidad, Gardel, más amplio, expansivo y cordial, reafirmó su origen uruguayo pero su profunda argentinidad. Amaba a Buenos Aires y la tenía como su ciudad natal.
Las referencias a Francia como lugar de su cuna le provocaban risas y las explicaba como producto de sus mentores artísticos, y quizás por la nacionalidad de su madre adoptiva, doña Bertha. Mora posteriormente escribiría un hermoso libro sobre la vida del zorzal hoy agotado desgraciadamente y del cual quedan pocos tomos en manos de afortunados bibliófilos.
En él afirmaba la nacionalidad uruguaya de Gardel sin que encontrara contradictores (Mora, Jorge. “El alma del arrabal”. Editorial Gran Colombia, 1937, 154 páginas).
Fue delante de estas dos personas que Gardel testimonió: "Mi corazón es argentino, pero mi alma uruguaya, pues allí nací".
Con respecto a la denuncia por paradero que radicó su madre en 1913, resulta llamativo que en la descripción que Berta hace de su hijo, indagara por Carlos Gardes, sin mencionar que era cantor conocido inclusive a través de sus grabaciones como Carlos Gardel.
Según Donato, el mismo comisario Romay, al referirse a
la existencia de este prontuario,
dijo: “-Mucho era lo que se hablaba de
las malas juntas de Carlos, –comentó sin darse vuelta- de sus amistades poco
recomendables; de allí que su madre
posiblemente pensó que bien pudiera estar preso…”.
Cabe suponer que Berta, a sabiendas de los problemas de indocumentación
de Carlos, y conociendo que desde 1904 usurpaba la identidad de su hijo francés,
más que desear que lo buscaran, quería saber si estaba internado o preso.
Gardel en La
Plata
Al día siguiente del accidente de Medellín, en el
diario “El Día” (La Plata, 25 de junio de 1935) apareció la noticia dada por “un amigo
de Gardel, Francisco Gismano, en un artículo titulado “Lo que dice un vecino de La Plata, narra, entre otras cosas, algo que
suena como lapidario:
“La Lechuza”
“Corría el año noventa y tantos cuando
en una casucha miserable de la calle 3 entre
32 y 44, vivía una anciana andrajosa temida de los chicos del barrio que la
habían apodado “La Lechuza”, asignándole fama de bruja. Era la cuidadora de
Carlos Gardel, el que más tarde habría de entusiasmar a las muchedumbres con su
arte privilegiado para interpretar canciones criollas. Una niñez sufrida, sin
cariños, con la vigilancia mercenaria de una mujer que no era su madre, fue la
de Gardel. Todavía recuerdan, algunos de los compañeros de sus correrías
infantiles, el trato despectivo que aquella mujer le daba, enrostrándole su
origen en un insulto brutal y despiadado. Hilvanando recuerdos, esos mismos
amigos llegan a la conclusión de que Gardel fue el fruto de una aventura fugaz.
De ahí el insulto de “La Lechuza” que aseguraba que Gardel era hijo de una
francesa, nacionalidad a la que agregaba duros epítetos”
Gismano especifica que se trataba del año noventa y tantos, y fue precisamente en 1897 cuando la familia
Podestá comprara el Teatro Politeama-Olimpo.
Un año antes, desde el 28 de diciembre de 1895 hasta el 17 de febrero
de 1896, habían dado 48 funciones en el Teatro San Martín, de Buenos Aires,
siendo su empresario Luis Ghiglione, siempre recordado por el cantor por haber
pertenecido a su claque. En ese teatro porteño habría conocido Gardel a los
Podestá, enterándose de que se instalaron en La Plata, donde Jerónimo abrió un
negocio de Almacén, poniendo al frente a su hijo José. De haber sido Gardel
uruguayo, tendría 12 años en 1896, edad en que según Berta le pidió las llaves
de la puerta de calle. El francesito Charles Romuald todavía no había comenzado
su ciclo de escolaridad primaria.
Según opinión del siempre recordado investigador Nelson
Bayardo, el episodio(de “La Lechuza”), que se narra en un momento peculiarísimo,
el mismo día de su muerte y sin que hubiera la menor especulación sobre el
tema, deja en evidencia que ya en aquel momento, sus compañeros de correrías
infantiles pensaban que Gardel había sido el fruto de “una aventura fugaz”, si
bien le atribuían su maternidad a Berta Gardes.
Armando Defino, menciona en su libro, pág. 54, lo
aparecido al día siguiente, 26 de junio de 1935, pág. 4, en el diario Crítica -seguramente
a instancias suyas e intentando contradecir la opinión precedente-, un
reportaje a un hipotético Sr. Juan Barena, a quien otorga absoluta
credibilidad: “uno de los hombres que
mejor ha conocido a Carlos Gardel, quien lo guiara en la iniciación de su
carrera y que estuviera vinculado a sus
familiares…”. … “Entrevistado el Sr. Barena, que vive en la calle Zapata
55, empieza diciéndonos que conoció a Carlos Gardel antes de que se iniciara
como cantor, cuando aspiraba a obtener un puesto público”. (¿1910?)
Agrega luego Defino “continuando con los recuerdos del Sr. Barena, cómo sabiendo que Gardel
no podía volver a Francia… lo recomendó a un amigo suyo de mucha influencia en La Plata, donde logró que se le
arreglaran los documentos al cantor desaparecido…”
El Sr. Barena
menciona que gracias a sus consejos, Gardel abandonó “la
idea de buscar empleo y se dedicó lisa y llanamente a cantar”, yéndose, por
su consejo a General Pico con Martino y Razzano. (en 1912 la guerra del 14
seguía siendo impredecible)
No hay noticias de que este hipotético Sr. Barena, que
“tuvo gran amistad con la madre de
Gardel” haya continuado esa relación ni sabemos qué clase de “vinculación” habría tenido con “sus familiares”. Lo sugerente es que
también habla de un documento tramitado en La
Plata.
Por otra parte, Avlis (Carlos Gardel, El gran
desconocido, pág 160), menciona una “croniquilla
de La Nación” de enero de 1905
que describía un incidente entre un “sujeto
conocido por Carlitos” y Miguel Dufurena “herido en el rostro a consecuencia de un trompis que le aplicara
Carlitos”, en la sección encomiendas de la Estación 11 de Setiembre del
F.C. Oeste.
Avlis aventura que el caso pudo haber inducido a
Carlitos a expatriarse temporariamente en el Uruguay. (Una fotografía tomada en
el estudio de Ucar confirma su estadía en Montevideo).
CONCLUSIÓN
) Existen tres documentos probatorios de los intentos
de Carlitos por documentarse, recurriendo a documentos apócrifos.
a) Valota de 1902 a nombre de Carlos Escayola
b) Prontuario presuntamente de 1912, para solicitar
cédula de identidad o libreta de enrolamiento.
c) Prontuario de 1915, para poder viajar a Brasil.
Estos dos últimos documentos utilizando el nombre que
adoptaría definitivamente: Carlos Gardel, al tramitar su documentación oficial
legítima en 1920.
2) La llamada “leyenda del desertor”, no tiene
absolutamente ningún sustento.
3) Es irrefutable que Carlos Gardel pasó los años de
su adolescencia alejado del “hogar materno” y en La Plata. Según Armando
Defino, íntimo amigo (y eventual albacea) de Carlos, “hizo abandono de su hogar sin otro afán que el de su independencia”.
Pronto comprendió que, para ser “independiente”, necesitada estar documentado.
4) De haber sido el hijo francés de Berta Gardes, no
hubiera tenido que padecer problemas de indocumentación entre 1908 y 1920.
Dijo Horacio Vazquez Rial:
“Gardel sabía lo
que esperaba de la vida, algo distinto de lo que decía esperar, seguramente,
pero ignoraba en qué, en quién lo iba a convertir la muerte”
Recuperar su verdadera historia no significa juzgarlo
sino solamente devolverle al mito su identidad natural y cultural, así como su
dimensión humana.