Cruzar las calles en Barahona es sinónimo de peligro
Por: David Ramírez Sánchez.
Sin ánimo de exagerar o algo parecido, pero al principio de la década de los ochenta los peatones podían cruzar las calles de nuestra ciudad sin temor a ser atropellados. En aquella época nuestras vías no representaban ningún problema o riesgos para los ciudadanos.
Pero hoy, cruzar cualquier calle en Barahona sin ser precavido o extremadamente cuidadoso, es sinónimo de peligro. No porque haya crecido desmesuradamente el número de automóviles, sino debido a la gran cantidad de motores que circulan con total imprudencia, a alta velocidad y muchas veces echando competencias en forma temeraria.
El runruneo de estas maquinas en su ir y venir es algo ya cotidiano en nuestras calles gracias al auge del “motoconcho”, lo cual se ha convertido en la única fuente de subsistencia para decenas de personas pobres. Lamentablemente esta forma de ganarse la vida de un sector de nuestra sociedad ha traído un elemento perturbador para los peatones; muchas veces tienen que correr y esquivar a los motores para que no los atropellen o porque en algunas esquinas ocupan más de la mitad de la vía o invaden las aceras.
Resolver el problema es más complicado de lo que parece. La mayoría de los motoristas están afiliados a “gremios” de motoconchistas, convirtiéndose en grupos de presión. En las calles han impuesto la ley de la selva a base de protestas violentas y quemas de gomas, les han tumbado el pulso en varias ocasiones a los agentes de AMET que han tratado de hacerles cumplir las leyes de transito con métodos represivos.
Estos motoconchistas por ser “padre de familia”, tienen patente de corso para hacer lo que me venga en gana: la mayoría circulan por nuestras calles sin casco protector, seguro, licencia, transportando más pasajeros de lo debido y sin límite de velocidad. En fin, han convertido las calles de Barahona en un verdadero pandemónium, principalmente en la llamada “hora pico”.
Lamentablemente el grupo social más afectado por el actual desorden en nuestras calles son los niños, ancianos y personas con movilidad reducida o limitaciones visuales.
Los peatones, contrario a los que mucha gente piensa, son el principal protagonista del espacio público, (no los choferes o motoconchistas), por lo tanto, partiendo de que las calles son un espacio de convivencia y contacto humano, todo el que haga uso de ella tiene que estar sujeto a normas que nos permitan avanzar hacia un modelo de movilidad urbana sostenible y más seguro.
¿Pero cómo enfrentar este problema? Es necesario que los ayuntamientos de Barahona y Villa Central, en conjunto con las autoridades de AMET, inicien un estudio a fondo de la situación para corregir sus causas y reducir el riesgo de accidentes.
La solución no vendrá con simplemente colocar más semáforos o señales de transito, tampoco con medidas represivas contra los miembros de los denominados “gremios” de motoconchistas. En realidad el desafío está en buscar una solución inteligente al problema, que sea beneficioso para todos los implicados.
Es una tarea que lleva su tiempo y no es tan difícil de implementar, sólo se requiere voluntad. Lo primero que deben hacer las autoridades municipales, en coordinación con AMET, es reunirse con los “gremios” de motoconchos, levantar un censo para identificarle. Segundo, lograr que estos “gremios” acojan como requisitos para ser miembros con pleno derecho, que todos acudan a un cursillo de normas de transito impartido por AMET bajo la supervisión de los ayuntamientos de Barahona y Villa Central.
Este proceso debe estar acompañado de un plazo prudente para todos los motoconchistas se pongan al día con sus papeles y adopten las medidas de protección para poder circular por nuestras vías de manera segura, tanto para el conductor y su pasajero, así como para los peatones.
Como reforzamiento, las autoridades deben iniciar un programa de educación vial para que todo aquel que haga uso de nuestras calles (choferes, peatones, motoconchistas, ciclistas. etc.), respeten las leyes y puedan prevenir accidentes de tránsito.
Una vez concluido este proceso y terminado el plazo dado a los “gremios” de motoconchos, no habrá ningunas excusas para que sus miembros puedan seguir circulando por nuestras calles como chivos sin ley. Las autoridades (con el apoyo de los ciudadanos), podrán aplicar los controles y disciplina que sean necesarios para evitar infracciones que pongan en peligro las vidas de los peatones.
Tomemos conciencia del problema y busquémosle una solución.
Sin ánimo de exagerar o algo parecido, pero al principio de la década de los ochenta los peatones podían cruzar las calles de nuestra ciudad sin temor a ser atropellados. En aquella época nuestras vías no representaban ningún problema o riesgos para los ciudadanos.
Pero hoy, cruzar cualquier calle en Barahona sin ser precavido o extremadamente cuidadoso, es sinónimo de peligro. No porque haya crecido desmesuradamente el número de automóviles, sino debido a la gran cantidad de motores que circulan con total imprudencia, a alta velocidad y muchas veces echando competencias en forma temeraria.
El runruneo de estas maquinas en su ir y venir es algo ya cotidiano en nuestras calles gracias al auge del “motoconcho”, lo cual se ha convertido en la única fuente de subsistencia para decenas de personas pobres. Lamentablemente esta forma de ganarse la vida de un sector de nuestra sociedad ha traído un elemento perturbador para los peatones; muchas veces tienen que correr y esquivar a los motores para que no los atropellen o porque en algunas esquinas ocupan más de la mitad de la vía o invaden las aceras.
Resolver el problema es más complicado de lo que parece. La mayoría de los motoristas están afiliados a “gremios” de motoconchistas, convirtiéndose en grupos de presión. En las calles han impuesto la ley de la selva a base de protestas violentas y quemas de gomas, les han tumbado el pulso en varias ocasiones a los agentes de AMET que han tratado de hacerles cumplir las leyes de transito con métodos represivos.
Estos motoconchistas por ser “padre de familia”, tienen patente de corso para hacer lo que me venga en gana: la mayoría circulan por nuestras calles sin casco protector, seguro, licencia, transportando más pasajeros de lo debido y sin límite de velocidad. En fin, han convertido las calles de Barahona en un verdadero pandemónium, principalmente en la llamada “hora pico”.
Lamentablemente el grupo social más afectado por el actual desorden en nuestras calles son los niños, ancianos y personas con movilidad reducida o limitaciones visuales.
Los peatones, contrario a los que mucha gente piensa, son el principal protagonista del espacio público, (no los choferes o motoconchistas), por lo tanto, partiendo de que las calles son un espacio de convivencia y contacto humano, todo el que haga uso de ella tiene que estar sujeto a normas que nos permitan avanzar hacia un modelo de movilidad urbana sostenible y más seguro.
¿Pero cómo enfrentar este problema? Es necesario que los ayuntamientos de Barahona y Villa Central, en conjunto con las autoridades de AMET, inicien un estudio a fondo de la situación para corregir sus causas y reducir el riesgo de accidentes.
La solución no vendrá con simplemente colocar más semáforos o señales de transito, tampoco con medidas represivas contra los miembros de los denominados “gremios” de motoconchistas. En realidad el desafío está en buscar una solución inteligente al problema, que sea beneficioso para todos los implicados.
Es una tarea que lleva su tiempo y no es tan difícil de implementar, sólo se requiere voluntad. Lo primero que deben hacer las autoridades municipales, en coordinación con AMET, es reunirse con los “gremios” de motoconchos, levantar un censo para identificarle. Segundo, lograr que estos “gremios” acojan como requisitos para ser miembros con pleno derecho, que todos acudan a un cursillo de normas de transito impartido por AMET bajo la supervisión de los ayuntamientos de Barahona y Villa Central.
Este proceso debe estar acompañado de un plazo prudente para todos los motoconchistas se pongan al día con sus papeles y adopten las medidas de protección para poder circular por nuestras vías de manera segura, tanto para el conductor y su pasajero, así como para los peatones.
Como reforzamiento, las autoridades deben iniciar un programa de educación vial para que todo aquel que haga uso de nuestras calles (choferes, peatones, motoconchistas, ciclistas. etc.), respeten las leyes y puedan prevenir accidentes de tránsito.
Una vez concluido este proceso y terminado el plazo dado a los “gremios” de motoconchos, no habrá ningunas excusas para que sus miembros puedan seguir circulando por nuestras calles como chivos sin ley. Las autoridades (con el apoyo de los ciudadanos), podrán aplicar los controles y disciplina que sean necesarios para evitar infracciones que pongan en peligro las vidas de los peatones.
Tomemos conciencia del problema y busquémosle una solución.