Panchito Riset canta boleros dominicanos

Por: José del Castillo

Panchito Riset (La Habana, 1910-New York, 1988), con su maravilloso gorjeo melódico que nos llegaba vibrante al alma, fue una voz perfecta para frasear la lírica transida de fatalidad de vellonera o encendida en quemante deseo de los boleros dominicanos de los años 50 del pasado siglo. No sólo fue Melancolía, que nos partía el espinazo sentimental con una poesía simple y sonora, evocativa y envolvente o Mi gloria, con su hipnótico canto posesivo en ensoñación de serenata, obras estupendas del versátil Luís Kalaff. Igual fue Peregrina sin amor, de un inspirado Bienvenido Brens, que en contrapunto de piano, bongó, bajo acústico y trompetas, rodó como piedra desgarrada por los confines del planeta predicando su "aventura por los mares del champán y del dolor". Con su agudo timbre sonero, Riset encaminó en el mercado internacional del disco el trabajo autoral de estos dos pimentelenses que hicieron de sus diapasones siameses, carriles creativos bajo la guía inicial del bardo veterano Héctor J. Díaz.

Otros compositores dominicanos integraron el repertorio de este emblemático intérprete cubano radicado en Nueva York. Para el sello Ansonia, con el acompañamiento del pianista cubano René Hernández y su conjunto, Panchito grabó Mil copas, un bolero tango de Bienvenido Brens. Asimismo, Deseo bohemio y Háblame claro, de la autoría del pianista Francisco Simó Damirón, cuyo talento innovador suele relegarse al registro de su nombre encartado en el grupo de músicos -de la Santo Domingo Jazz Band reforzada- que acompañó a Billo Frómeta a Caracas en diciembre de 1936, origen de la saga venezolana del maestro dominicano. A su paso por La Voz del Yuna/La Voz Dominicana, donde dirigió la Orquesta San José. A su dilatada fecunda asociación con Negrito Chapuseaux formando dúo y luego trío con la panameña Sylvia De Grasse. O al virtuosismo en el teclado, cual si fuere un Art Tatum de nuestro ritmo típico, que cuajó en el piano merengue. Verdadera recreación jazzística de los jaleos ensamblados por nuestros grandes saxofonistas, ¡Tavito Vásquez Dios te tenga en gloria!

De Rafael Bullumba Landestoy -otro pianista de la diáspora que emigró temprano radicándose en México, Venezuela, Puerto Rico y Nueva York- Panchito Riset llevó al acetato los temas Y eres tú y Por tu indiferencia. Y de Mario de Jesús -el zar dominicano en la industria del disco aposentado hasta su muerte en tierra azteca-, su bolero Pura fantasía: "Acaricié tu pelo/ y te mordí en los labios/y aprisioné mis brazos/ con ardiente pasión/ Y se rindió tu orgullo/ ante mi fiebre loca/ y me entregaste el alma/ con todo el corazón", nos dice el poeta enfebrecido en su quimera, "porque la luz del día mi sueño terminó".

Con el respaldo de los conjuntos de Luis "Lija" Ortiz y Ramón Aracena, Riset grabó de Armando Cabrera -el hijo bohemio de Felipa, la compañera de Macario en Romance Campesino, hermano de Fellita, quien formaba dúo con Colás Casimiro en la programación vespertina de La Voz Dominicana- los boleros Tú me haces falta -un estándar melancólico que hoy gana adeptos por el mundo en la voz de Plácido Domingo-, Amor y Odio, Ella, No me pidas olvido. De Cuto Estévez, Panchito estampó en el cilindro sonoro Todo me gusta de ti. Mientras que de Leonel Sánchez hizo lo propio con Mi calle triste, y del inmenso bardo Juan Lockward registró su Fruta en sazón que tanto disfruta Pedritín cuando pulsa la guitarra evocadora.

Asimismo figuran en sus récords acompañado por los referidos conjuntos, las piezas Tú no recuerdas, de Bienvenido Brens y Pedacito de papel, de Francisco Simó Damirón. En suma, dieciocho composiciones que aparecen consignadas en la Enciclopedia Discográfica de la Música Cubana 1925-1960 del historiador y consagrado coleccionista Cristóbal Díaz-Ayala, cuyo volumen y calidad bien valen la edición compilatoria de un CD especial. Existen además otras grabaciones de autores dominicanos en la voz de Riset que sitúan su aporte difusor en una cota superior a la indicada.

Panchito atribuía su estilo a una copia de Cheíto, uno de los cantantes del Sexteto Habanero. Sin embargo, a juicio de Díaz-Ayala, "era algo más y distinto. Poseía en el registro alto un vibrato que llegaba a parecer un temblor en la voz, pero sin perder la afinación, lo que daba a sus interpretaciones un sentido de sinceridad, de apremio. Era la voz del amor angustiado." Habiendo actuado en La Habana con los septetos Bolero y Habanero, y con la orquesta de Ismael Díaz, en Nueva York se vinculó a los cuartetos Flores, Caney, y a las reputadas orquestas de Antobal, Xavier Cugat y Enrique Madriguera, a mediados de los 40 era poco conocido en Cuba ya que en 1933 había marchado a Estados Unidos.

Pero en 1946 los oyentes de la popular Radio Cadena Suaritos escucharon una nueva voz: "no era la suave voz de Fernando Albuerne, a la que estaban acostumbrados, ni la viril de Daniel Santos, ni la cadenciosa de Bobby Capó. Era algo distinto: una voz muy aguda, pero melodiosa, que cantaba en un estilo de los años '30." El Cuartito -la canción que pegó a Panchito- iniciaba con una risa, luego una pregunta y la evocación nostálgica de la amada ida junto al lugar donde se verificaba el encuentro de la pareja. "Era una especie de tango tropical, a ritmo de bolero, compuesto en noche de farra, con mucho recuerdo, alcohol e inspiración. Era sublime y deliciosamente ridículo, y como tal, conquistó el corazón del oyente." Seguirían Blancas azucenas del maestro boricua Pedro Flores -"Aun guardo las dos blancas azucenas/ que me diste al despedirme de ti"- y Cita a las seis, inspiración del propio Riset.

Los boleros dominicanos, de factura semejante a los que popularizó este cantante que animó por dieciocho años las noches bailables del Night Club Versalles en Nueva York, encajaron plenamente en su perfil. De paso evidenciaron la capacidad empresarial de algunos autores -en especial aquellos que viajaron con más frecuencia al exterior o se radicaron definitivamente fuera del país- de insertarse en el mercado del disco a través de renombrados intérpretes como lo fuera Panchito Riset. Calidad musical y una lírica de amargue o de voracidad erótica, destacaron la factura de estos boleros.

Con la magia de su voz angustiada, Panchito nos envuelve en la atmósfera cargada de melancolía del sujeto construido por la lírica ingeniosa de Kalaff. Aquél que vaga por la vida con el alma pesarosamente enferma por la indiferencia indolente del ser amado. Que anda "cabizbajo/ aborrecido de mí mismo", atrapado por un síndrome de amargue que no le "deja sentir jamás la primavera". Este personaje atormentado, lacerado por el costado del amor, vive bajo los efectos de un "invierno cruel" que se le alojó en el alma y le ha traspasado la existencia. Y clama, finalmente, urgente sanación: "Ven a quitarme con tus besos/ esta terrible melancolía". Y uno, situado frente a la vellonera con sus embrujadoras luces de neón, como que quisiera cortarse las venas...si es que no aparecieran, oportunos y en ramillete, esos besos salutíferos.

Riset nos atrapa en la lógica rotundamente alcohólica del amante burlado en la pieza de Brens, quien afirma desolado: "Necesito mil copas de licor/ para ver si yo olvido su amor/ Imposible sufrir más dolor/ por un ser que burló mi querer/ Y es por eso que quiero/ sentado en la barra/ poderla olvidar". Casi a tiro de ruleta rusa, una reivindicación de la terapia etílica que da sustento a tantos bares, pubs, mesones y colmadones coloquiales. A tanto liquor store donde van a desollar sus penas los corazones solitarios que claman por un poco de ternura. Antes que la noche arrope con su manto oscuro y definitivo, con "esa mueca siniestra de la suerte". Como decía Gardel en el tango Sus ojos se cerraron, que cual ángel cantor articulaba ahogada en pena mi madre. Mueca que le tocara en lotería indefectible esta semana al querido fraterno Francis Malla.

Dentro del portafolio de boleros criollos que Panchito Riset difundió con esmero de cantor veterano por los confines del mundo desde su plataforma newyorkina, aparece nuestro Simó Damirón exigiendo una clara definición de la relación amorosa en su pieza Háblame claro: "Ya me estoy cansando/ de quererte tanto/ es que tienes miedo/ que descubran nuestro amor/ Ya no me respondes/ desprecias mi llanto/ si ya no me quieres/ dime la verdad". Tras otras consideraciones, el reclamante demanda: "Háblame bien claro/ No me engañes tanto/ Y no tengas pena/ terminar así". Una joyita musical con cadencia exquisita en la que resalta el trabajo pianístico y el juego de los metales, en arreglo memorable.

En este repertorio de Riset vuelve a surgir Simón Damirón, transfigurado sediento, casi vampiresco, en la composición Deseo bohemio. En la cual el sujeto exclama, en una suerte de simbiosis de designio incendiario y vocación succionadora: "Ay cómo quisiera/ poder derretir tu vida/ Bebérmela toda/ gota por gota". Igual se asume, en el canto de Panchito, la metáfora vegetariana de Juan Lockward, consistente en comerse la fruta en sazón. Se confunde el cantante con un Bullumba nostálgico, quien confiesa en un texto emblemático que ha insuflado aliento a Toña la Negra, Alcibíades Sánchez y a tantos otros: "El dolor que has dejado en mi vida/ con tu indiferencia/ no lo puedo arrancar tan siquiera/ un momento de mi / Y tan sólo un inmenso pesar/ que tortura mi alma /se ha quedado en mi vida después/ de dejarme tu amor." Se conmueve junto a Brens por la suerte infortunada de la "pobrecita golondrina que aventura por los mares del champán y del dolor", con la esperanza puesta en salvar a esta "avecilla trashumante, peregrina sin amor".

La obra se Panchito Riset, archiconocida por el público aunque no siempre reconocida por éste el sello autoral dominicano en más de una veintena de piezas de lo mejor de su producción, revela que el bolero nuestro tuvo alas robustas y pudo emprender el vuelo a escala internacional. Cuando este género campeaba por sus fueros en los aeropuertos del sentimiento.
Con tecnología de Blogger.