Los Franco-Calderón sienten el peso de no saber leer ni escribir

Ser analfabetos ha obligado a los cónyuges Faustino y Mary a sentir en carne propia lo que es vivir en la miseria

Mary prepara la comida. Observan Faustino y el pequeño Wilmy. (Foto:: Mary prepara la comida. Observan Faustino y el pequeño Wilmy)

Tomado de El Caribe

Faustino Franco Espinal y Mary Calderón Jiménez forman una pareja que irradia ternura. En su forma sencilla de vivir no dejan lugar a dudas acerca de su determinación por sacar adelante su familia, compuesta por sus cinco frutos de un amor sin malicias.

Viven a unos 40 minutos al sur de Santo Domingo, en la comunidad Semana Santa del municipio de Yaguate, provincia de San Cristóbal, en un humilde rancho que le prestó un hermano de Faustino, pero que ya “se lo pidió” porque tiene pensado “llevarse” a su novia un día de estos.

Faustino y Mary son parte del más de millón de dominicanos que no saben leer ni escribir, lo que les dificulta en extremo conseguir un simple empleo, porque como él reconoce “hasta para ser guachimán (celador) hay que saber leer”.

Para alimentar a sus cinco hijos (Fernandito, Joel, Elvin, Dannely y Wilmy) él trabaja como “echa días” en los conucos de la comarca o donde aparezca, por algo más de 200 pesos de 6:00 de la mañana a 6:00 de la tarde. Ella se queda en casa, “cuidando a los muchachos, haciéndole la comida para cuando vengan de la escuela y chequeándolos que hagan sus tareas”, dice Mary, aunque admite que no puede saber si cumplen lo asignado.

Faustino legalmente “no existe”

El caso de Faustino, de 39 años, hombre de tez morena clara y de trato afable y educado, se complica por el hecho de que legalmente no existe, ya que al igual que otros cuatro hermanos no tiene acta de nacimiento porque sus padres, también analfabetos, no lo declararon por ante la Oficialía del Estado Civil.

“Mire, don, yo ando por ahí como un muerto, yo no soy nadie porque no tengo nada que diga que yo soy yo mismo, así que si voy a buscar trabajo y me piden mi cédula no le puedo decir quien soy porque no tengo cédula, no tengo nada que diga que soy yo”, dice.

Reconoce que la vida se le ha complicado por el hecho de “no tener papeles”, lo que cuando muchacho y ya grandecito le impidió inscribirse en la escuela, a lo que no le hizo mucho caso porque la vida en Mana, el paraje donde nació y creció, se iba entre el conuco y el río, comiendo y monteando.

Ayer, cuando accedió a contar su historia, se notaba preocupado. A su derecha hay una “rancheta” de tablitas destartaladas en la que debe meterse con su mujer y sus cinco hijos cuando su hermano se meta en familia, y sabe que eso es caminar hacia atrás.

Mary confía en él

De los 28 años que tiene Mary, los últimos 13 los ha pasado al lado de Faustino en condición de unión libre. “Él se quiere casar pero no puede porque no tiene acta de nacimiento y hay unos papeles que tampoco podemos llenar porque no sabemos escribir”.

Los padres de Mary, también de Mana, no saben leer ni escribir, y ella, la mayor de ocho hermanos, fue a la escuela hasta el segundo grado, pero ya se le olvidó lo aprendido. “A veces cojo un lápiz y cuaderno y me pongo y hago garabatos pero no sé lo que hago; me quiero acordar de lo que sabía”.

Confiesa que guarda la esperanza de algún día poder leer y entender lo que lee, y confía en que sus hijos, que sí tienen registro civil porque ella es declarada, la ayudarán cuando ya estén más adelantados, “porque mire, nosotros no sabemos nada, pero ellos van a la escuela desde chiquiticos, ellos van a aprender para que no sean como nosotros”.

Sobre Faustino, asegura que es un buen hombre y confía en él, “aunque tiene sus cosas como todos”, asegurando que no le da tormentos y quiere lo mejor para ella y los muchachos.

“Cuando él saque su acta de nacimiento y su cédula entonces las cosas van a ser mejor y nos vamos a casar”, asegura dejando escapar la sinceridad en la sonrisa y el brillo de sus ojos.

“Yo tengo el papel del hospital y tengo mis hermanos y mi familia que son testigos de quien soy, pero me dicen que hacer ese papeleo sale caro, pero poco a poco juntaré el dinero para sacar mi acta de nacimiento y poder declarar a los muchachos y si hay uno de esos cursos que enseñan a leer me inscribiré para darle el ejemplo a mis hijos, porque uno tiene que dar el ejemplo”, subraya Faustino.

Orgullosos, apuestan por un futuro promisorio

A pesar de la situación de desigualdad en que viven, Faustino y Mary apuestan por un futuro más promisorio para sus hijos. Por eso, aunque él se tenga que doblar en ocho y partir en cinco, sus vástagos no dejarán de ir a la escuela. “Mis hijos van a tener otro futuro, por eso los mandamos a la escuela, y yo haré lo que sea para que no dejen de ir”, asegura Faustino. No se siente orgulloso de ser analfabeto, pero sí del hecho de que, a pesar de todo, lleva una vida de hombre honrado, conocido por sus vecinos y amigos como un fajador, sin tachas de las que se deba avergonzar. Igual Mary, quien asegura que nunca ha recibido ninguna ayuda de gobierno alguno o institución caritativa. “Nosotros vivimos de lo que él se gana con su trabajo; si pasamos trabajo lo pasamos juntos, porque nosotros somos muy unidos y así estamos criando a los muchachos con orgullo”, afirma.

RD$200

Ingresos La familia Franco-Calderón no tiene otro ingreso más que 200 pesos al día, cuando hay trabajo en los conucos.
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