Finita

Nadie creĆa que Finita era loca, pero todos estaban seguros de que su juicio no estaba completo. Sin embargo, por sus frases y sus costumbres esta mujer marcó la historia de Alto Vuelo, una comunidad de vegetación paradisĆaca. AhĆ nació y se crió Finita, que por lo delgado de su anatomĆa los parroquianos la bautizaron desde niƱa con ese nombre.
En realidad ella se llamaba AntoƱica Guadalupe de las Mercedes Cuevas, pero ya ni su propia madre se acordaba de āesa longanizaā, que sólo a su padrino Eustaquio Carvajal se le ocurrió ponerle como nombre. Ya madre de ocho muchachos, Finita se estableció en la comarca como una mujer cuerda, pero con tan poco juicio que a veces parecĆa que ese poquito, se reducĆa a cero.
āYo no sĆ© por quĆ© tropieza tanto, porque yo lo que te doy de comer es cĆ”scara, peleaba con su burro, cuando todo el mundo sabĆa que el animal tropezaba porque ella le daba ese tipo de āalimentoā.
Cuando le nació su primer nieto, Finita era toda alegrĆa y mientras la comadrona terminaba su trabajo se le acercó su hermana Baldemira para saber el sexo del reciĆ©n nacido. Saber quĆ© habĆa parido la paciente, tal y como ocurre ahora, era la primera pregunta que se hacĆan los familiares y amigos que acudĆan al lugar del parto.
En el caso de la hija de Finita no podĆa ser la excepción y como este acontecimiento ocurrĆa a puerta cerrada, desde que Finita salió de la habitación se convirtió en foco de atención e todos los curiosos.
ĀæDĆgame, Finita, quĆ© fue que parió LucĆa?, le preguntó su hermana Baldemira, lo que Finita le respondió: āYo no sĆ© bien, pero debe serā¦. o macho o jembraā, provocando la risa de los presentes. A ella misma fue que mandaron a comprar los ingredientes para la primera sopa de la parturienta. āMe da una caja de fideo, un galón de aceite, 20 sopitas, una libra de ajo, tres libras de cebolla y cuatro pollos vivosā, pidió Finita. Cuando el colmadero le dijo lo que hacĆa la cuenta de su compra, unos 300 pesos en total, lo que en ese tiempo era una fortuna, Finita le respondió que apenas tenĆas 25 centavos en sus manos. āPero Finita, Āæcómo tĆŗ pides tantas cosas si sólo tienes 25 cheles?ā. A lo que ella respondió: āYo no sĆ©... porque, ellos saben que yo soy asĆ, y como quiera me mandanā.