Ideas y conducta, cambios notables en la adolescencia
Tomado del Universo.com/Ecuador
Ellas menstrúan, muestran un progresivo crecimiento en las caderas y los senos; ellos, empiezan a producir esperma, crecen, aumentan su peso… Todas estas mutaciones físicas presentan los menores al entrar a la adolescencia.
Sin embargo, hay un cambio adicional en esta etapa de la vida del que no todos conocen o están conscientes: el conductual, es decir la evolución mental de ese niño que ahora es adolescente, explica la psicóloga Elizabeth Murillo.
El hecho de que las hormonas estén en etapa de desarrollo influye en este periodo, que va de los 12 hasta los 18 años. “Estas tienen una relación directa con la conducta de los jóvenes: en las niñas pueden causar periodos de depresión; y en los niños, una actitud agresiva y rebelde”, explica la especialista.
La orientadora Raquel Rumo señala que además de las hormonas, la influencia social tiene un papel determinante en la adolescencia, pues a los jóvenes les importa mucho el pensamiento de las personas de su edad e imitan ciertas actitudes con las que se sienten más identificados.
Es en ese momento cuando surgen los conflictos en el hogar; en nuestra sociedad, a esta etapa se la conoce como “la edad del burro” y está marcada por una constante brecha entre padres e hijos, que se deriva del espíritu de independencia de estos últimos.
“La actitud de los jóvenes hace que los conflictos con la familia sean permanentes, pues ahora quieren elegir sus amistades y actividades de forma libre. Los padres deben estar atentos y preparados”, aconseja Rumo.
El desarrollo físico también tiene relación directa con la conducta en los futuros adultos. Ellos tienden a desarrollar inseguridades por los cambios corporales que experimentan.
“Las niñas se preocupan por el tamaño de los senos y su peso, y los varones tienden a tomar más atención al tema de la sexualidad y crear inseguridades como miedo a la eyaculación precoz, aunque no sean sexualmente activos”, dice el sexólogo Mario Escalante.
Estas inseguridades y preocupaciones pueden detonar en problemas de autoestima, que a su vez conllevan enfermedades más graves.
“Una niña preocupada por su peso, por ejemplo, podría desarrollar algún desorden alimenticio, como la bulimia o la anorexia”, explica Escalante.
El diálogo en casa es importante, afirma Rumo. Son pocos los casos en los que los adolescentes indagan sus inquietudes y buscan soluciones a sus conflictos en los adultos cercanos, agrega. “Es tarea de los padres preocuparse de cubrir esa necesidad de información y esto se logrará a través de una constante comunicación”, afirma.
Sostiene que el pensamiento de un adolescente se diferencia del de un niño por el deseo de encontrar un sentido a todos los aspectos de su experiencia concreta con el mundo, a través del contacto con nuevas amistades o instituciones.
Las preguntas acerca de sí mismo se vuelven mucho más profundas y se relacionan con aspectos mucho más afectivos: amor, amistad, sociedad, justicia, religión y moral, resume Escalante.
Preguntarles cómo están en todos los aspectos de su vida, dejar esclarecidas las reglas en casa y sembrar en los jóvenes valores morales durante este periodo hará que en su adultez no se presenten problemas más graves como inestabilidad laboral, la inseguridad o el miedo a establecer una relación duradera, concluye la orientadora Raquel Rumo.
Ellas menstrúan, muestran un progresivo crecimiento en las caderas y los senos; ellos, empiezan a producir esperma, crecen, aumentan su peso… Todas estas mutaciones físicas presentan los menores al entrar a la adolescencia.
Sin embargo, hay un cambio adicional en esta etapa de la vida del que no todos conocen o están conscientes: el conductual, es decir la evolución mental de ese niño que ahora es adolescente, explica la psicóloga Elizabeth Murillo.
El hecho de que las hormonas estén en etapa de desarrollo influye en este periodo, que va de los 12 hasta los 18 años. “Estas tienen una relación directa con la conducta de los jóvenes: en las niñas pueden causar periodos de depresión; y en los niños, una actitud agresiva y rebelde”, explica la especialista.
La orientadora Raquel Rumo señala que además de las hormonas, la influencia social tiene un papel determinante en la adolescencia, pues a los jóvenes les importa mucho el pensamiento de las personas de su edad e imitan ciertas actitudes con las que se sienten más identificados.
Es en ese momento cuando surgen los conflictos en el hogar; en nuestra sociedad, a esta etapa se la conoce como “la edad del burro” y está marcada por una constante brecha entre padres e hijos, que se deriva del espíritu de independencia de estos últimos.
“La actitud de los jóvenes hace que los conflictos con la familia sean permanentes, pues ahora quieren elegir sus amistades y actividades de forma libre. Los padres deben estar atentos y preparados”, aconseja Rumo.
El desarrollo físico también tiene relación directa con la conducta en los futuros adultos. Ellos tienden a desarrollar inseguridades por los cambios corporales que experimentan.
“Las niñas se preocupan por el tamaño de los senos y su peso, y los varones tienden a tomar más atención al tema de la sexualidad y crear inseguridades como miedo a la eyaculación precoz, aunque no sean sexualmente activos”, dice el sexólogo Mario Escalante.
Estas inseguridades y preocupaciones pueden detonar en problemas de autoestima, que a su vez conllevan enfermedades más graves.
“Una niña preocupada por su peso, por ejemplo, podría desarrollar algún desorden alimenticio, como la bulimia o la anorexia”, explica Escalante.
El diálogo en casa es importante, afirma Rumo. Son pocos los casos en los que los adolescentes indagan sus inquietudes y buscan soluciones a sus conflictos en los adultos cercanos, agrega. “Es tarea de los padres preocuparse de cubrir esa necesidad de información y esto se logrará a través de una constante comunicación”, afirma.
Sostiene que el pensamiento de un adolescente se diferencia del de un niño por el deseo de encontrar un sentido a todos los aspectos de su experiencia concreta con el mundo, a través del contacto con nuevas amistades o instituciones.
Las preguntas acerca de sí mismo se vuelven mucho más profundas y se relacionan con aspectos mucho más afectivos: amor, amistad, sociedad, justicia, religión y moral, resume Escalante.
Preguntarles cómo están en todos los aspectos de su vida, dejar esclarecidas las reglas en casa y sembrar en los jóvenes valores morales durante este periodo hará que en su adultez no se presenten problemas más graves como inestabilidad laboral, la inseguridad o el miedo a establecer una relación duradera, concluye la orientadora Raquel Rumo.