Tres mujeres vivieron 30 años internadas y estrenan su propio hogar

Son tres pacientes de un hospital platense. Estuvieron alojadas desde niñas en distintas instituciones. Una historia singular

BUENOS AIRES.- Tres mujeres de más de 45 años que vivieron internadas desde la infancia por causas sociales y discapacidades moderadas serán externadas del hospital provincial “Ramos Mejía de La Plata” y la semana que viene se mudarán a su primera casa, ubicada a pocas cuadras de ese establecimiento especializado en patologías mentales severas.

El hospital provincial Ramos Mejía, ubicado en la calle 143 entre 521 y 522 de La Plata, alberga a unas 70 pacientes con discapacidades mentales severas. Sin embargo Graciela (51), Josefa (48) e Isabel (45) están en otra condición: si bien hace más de 30 años que viven allí- a donde llegaron después de pasar por otras instituciones-, las tres trabajan, sostienen una casa de medio camino instalada en el predio del hospital y han desarrollado todas las habilidades sociales necesarias para vivir en forma autónoma.

“No propiciar su inserción en la comunidad cuando las condiciones están dadas equivale a privarlas de la libertad; por eso hemos gestionado todos los recursos a nuestro alcance y logramos alquilar una casa para que vivan juntas”, explicó Adriana Scarinci, directora ejecutiva del hospital Ramos Mejía. Agregó que, de todos modos, una vez externadas, el equipo de salud de ese establecimiento hará un seguimiento minucioso de las tres mujeres.

LLEGAR A CASA

Cuando se le pregunta qué espera de su vida fuera del hospital Josefa sonríe y llora. Se le mezclan las sensaciones. “Cuando me enteré que íbamos a tener nuestra casa no lo podía creer”, confiesa. La novedad le da alegría y vértigo a la vez. “También pienso que voy a extrañar”, dice mientras mira a la psicóloga Marta Guillado. Acto seguido, se consuela: “Igual no importa, yo las voy a venir a ver todas la veces que quiera”.

Tanto ella como Graciela trabajan en el hospital provincial Rodolfo Rossi de La Plata. Josefa colabora en la cocina y Graciela en el área de costura. Isabel, por su parte, se desempeña en un taller protegido donde estampa remeras y prepara productos alimenticios envasados.

Ya hace una década que las tres amigas manifestaron su necesidad de salir del hospital. No estaban mal de salud y con el apoyo terapéutico del equipo del hospital fueron potenciando sus habilidades y consiguieron trabajo.

Fue entonces cuando acondicionaron y se mudaron a una vivienda pequeña ubicada dentro del predio del hospital. Allí aprendieron a convivir, a hacerse cargo de la limpieza, el orden, la compra de alimentos y a llevar adelante la dinámica de una casa, como si fueran familia.

“Es lógico que se emocionen, que tengan sentimientos encontrados y temores frente a este nueva etapa porque son mujeres que nunca tuvieron un hogar, que viven institucionalizadas desde chicas”, explica la psicóloga Marta Guillado. En ese sentido, cuenta que su trabajo actual, y el del resto del equipo hospitalario, “se basa en acrecentarles la confianza en sí mismas, en hacerles comprender que ellas ya han desarrollado las herramientas necesarias para vivir en forma independiente y que no están solas”.

“La nueva ley de Salud Mental y la Convención Internacional sobre los Derechos de los Discapacitados promueven, justamente, el derecho de estas personas a vivir en la comunidad, sobre todo cuando -como en este caso-, puedan valerse por sí mismas”, explicó, por su parte, el ministro de Salud provincial Alejandro Collia, al referirse al caso de las mujeres externadas.
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