Tres miradas sobre el papel de los periodistas en el conflicto armado Colombiano

Por: Redacción El Tiempo.Com

Cara y sello de la guerra como noticia

¿Es legítimo insertarse en las filas de un actor del conflicto?

Cada cinco días muere un periodista en el mundo. Y sufren de amenazas permanentes contra su integridad en el ejercicio de su oficio. El sábado anterior desapareció en zona rural de Caquetá el reportero francés Roméo Langlois, del que se presume está herido y en manos de las Farc. Con un panorama de alto riesgo, cabe preguntarse cómo cubrir el conflicto.

La teoría dicta que el reportero debe mantenerse neutral y no recibir apoyo de ninguno de los bandos enfrentados. Pero la realidad es que, muchas veces, para acceder a la zona de combates es necesario entrar con el aval de alguno de sus actores. ¿Esto compromete la objetividad del periodista?

Dilemas del periodismo bélico

Todas las guerras tienen en común el sufrimiento y los desastres que producen, pero son diferentes en cuanto a sus causas, actores e intensidad. El conflicto armado colombiano no es una excepción. Sin embargo, las características del buen periodismo de guerra ya están inventadas hace tiempo y continúan siendo válidas.

El periodista en medio del conflicto debe ser independiente frente a todos los actores. Su compromiso fundamental es con la verdad, el rigor y la autonomía. La tesis que se oyó mucho en el gobierno anterior, de una información que debe respaldar sin fisuras la institucionalidad, es una aberración periodística.

En un estudio reciente del proyecto Antonio Nariño realizado por Cifras y Conceptos, las principales preocupaciones de los periodistas son las restricciones a la libre movilidad por parte de las autoridades (18 por ciento), así como las agresiones de la Fuerza Pública (17 por ciento) y de los grupos insurgentes (16 por ciento). Unos datos extremadamente preocupantes.

El periodista debe estar del lado de las víctimas y no de los victimarios, no puede camuflarse con los combatientes y debe verificar una y otra vez sus fuentes. Como lo dice expresamente el Manual de cobertura del conflicto de EL TIEMPO (2003), hay que tener especial cuidado con las atribuciones, se debe recelar de la información filtrada, está prohibido vestir uniforme militar y es muy desaconsejable el uso de transporte y alojamiento militar.

Marie Colvin, la periodista asesinada en Siria, decía que la misión periodística es "informar de los horrores de la guerra con rigor y sin prejuicios". Refiriéndose a ella, Robert Fisk, el afamado periodista inglés, señaló que "era una gran mujer, y ahora hará falta, porque siempre es necesario que alguien cuente la verdad de lo que ocurre con precisión y objetivamente". Los mejores periodistas son, en efecto, los que siempre le hacen falta a una sociedad.

El periodista independiente Stephen Ferry ha trabajado en el cubrimiento de conflictos étnicos en África, de la guerra entre palestinos e israelíes, de la invasión de Panamá, y en los últimos 12 de sus 51 años ha estado enfocado en la reportería del conflicto armado en Colombia.

¿Qué lo llevó a cubrir el conflicto acá?

El conflicto aquí tiene un impacto mucho más serio en la población civil de lo que uno cree desde afuera. El concepto es que todo gira alrededor del narcotráfico, y esa es una visión muy simplista. Tiene componentes sociales, históricos y políticos muy complejos. Por eso, me pareció importante tratar de entender y de divulgarlo.

¿Qué particularidad tiene el conflicto colombiano?

Hay multiplicidad de actores armados y muchos de ellos no declaran claramente quiénes son. Hay mucho montaje, muchas representaciones falsas de parte y parte. Aquí hay bastante ambigüedad.

¿Qué consecuencias trae esto?

La desconfianza. Hay que saber con quién se está tratando y quién manda en una zona, porque se puede poner en riesgo la seguridad de los civiles que lo ayudan a uno.

¿Qué piensa del caso Langlois?

Lo que hizo Roméo es parte de la práctica periodística normal. Por razones logísticas, llegar a unos lugares donde el conflicto es evidente y manifiesto a veces requiere el permiso e, incluso, ir acompañado de personas de uno u otro bando. Pero Roméo es un profesional, él aclara que no está ahí para hacerle favores a nadie.

¿Ha viajado con el Ejército?

En dos ocasiones. Una vez viajé con el Ejército a la Sierra Nevada y, a pesar de estar acompañado y depender de la logística de ellos, denuncié en National Geographic el comportamiento abusivo hacia los indígenas por parte de algunos soldados de la tropa.

La versión del Ejército dice que Roméo Langlois corrió hacia donde estaban los guerrilleros. ¿Qué hubiera hecho usted?

Si esa es la versión, es muy entendible, porque la guerrilla estaba ganando esa batalla y si él se hubiera quedado allí, lo habrían identificado como un soldado más. No tiene la responsabilidad de quedarse, no es su papel. Es importante que las partes sepan que nosotros consultamos a las otras partes, porque si no es así es imposible cubrir el conflicto.

Acompañar o "insertarse" entre las tropas del gobierno para ir a zonas de guerra es una de las pocas maneras en las que los periodistas -y el público- pueden saber de cerca cómo se vive hoy en día un conflicto. Eso explica por qué Roméo Langlois estaba con las tropas colombianas durante el enfrentamiento con las Farc en el que fue capturado.

En 1991, durante la guerra del golfo Pérsico, los periodistas se quejaron del nulo acceso que tuvieron a las tropas americanas. De allí surgió el concepto de insertarse. En la invasión a Irak, en el 2003, el Pentágono se fue al otro extremo. Aunque los militares controlaron la información, también el público tuvo acceso a extensos informes de reporteros independientes.

Pese a la mala suerte de Langlois, insertarse es una forma muy segura de cubrir las operaciones militares. Entrar a zonas de guerra por uno mismo puede ser complicado por el hecho de que ya casi no hay guerras entre países, sino conflictos internos en los que no hay reglas. Con frecuencia estos conflictos involucran facciones guerrilleras o grupos terroristas que, lejos de respetar la tradición neutral de los periodistas, los consideran un blanco posible.

Los militares colombianos han sido precavidos con los corresponsales internacionales. Los oficiales quieren proteger el bienestar del reportero y la reputación del Ejército. Por eso, usualmente a los reporteros los mantienen lejos del frente de combate y los protegen con chalecos y cascos antibalas. Pero los mejores planes pueden salir mal.

Aparentemente, las unidades militares encargadas de Langlois no calcularon el riesgo y fueron atacadas por un numeroso grupo de rebeldes. Es en ese momento cuando el estar insertado se vuelve complicado, porque en medio de la batalla el reportero puede parecer un soldado. Herido de un brazo, él pudo haber salvado su vida quitándose el casco y el chaleco y avanzando hacia los rebeldes como civil.

Las Farc deben liberar de inmediato a Langlois. Entre más esperen, más riesgo corre, porque mucho puede salir mal en la selva.

John Otis*
Corresponsal de la revista 'Time'
* Autor del libro 'Law of the Jungle' ('La ley de la selva'), sobre la operación Jaque.

Otros plagios En el 2003, Ruth Morris y Scott Dalton estaban en Arauca, reporteando para 'L.A. Times'. Fueron interceptados por el ELN. Los liberaron 11 días después.

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