Madres que desafían calles, lluvias y sol
Ludina Taveras a sus 80 años aún trabaja en las calles
Para la mayoría de las madres dominicanas ganarse el sustento de sus familias es un reto del día a día. Sin importar el peligro de las calles, la lluvia o el inclemente sol, ese ser incansable de ayuda y palabras acogedoras, lucha dentro y fuera del hogar por el bienestar y la educación de sus hijos.
Dejando a un lado la frescura y el toque de coquetería que identifican a la mujer, ellas se levantan diariamente, salen a buscar el pan de sus vástagos, como es el caso de María Frías, quien aprovecha la luz roja del semáforo para vender a los transeúntes tarjetas de llamadas de distintas compañías telefónicas.
Frías explicó al equipo de Domicanoshoy.com que decidió dedicarse a este oficio luego de perder su trabajo al cerrar la zona franca, en la que laboró por 5 años y con el cual ayudaba a su esposo, que se dedica a la construcción, con los gastos de la casa.
“Yo trabajé mucho tiempo en la zona: allí tenía mi sueldo fijo, pero después que la cerraron y me vi sin empleo, decidí involucrarme en el negocio de las tarjetas. No es que deje mucho, pero por lo menos llevo la comida a la casa”.
Gloria Gómez, otra madre consultada, se gana la vida vendiendo periódicos en la avenida San Vicente de Paúl. Esta joven mujer, madre soltera, tuvo que dejar sus cuatro hijos al cuidado de sus padres en Loma de Cabrera para trasladarse a la capital dominicana y ganar el sustento de sus vástagos.
Narró que se levanta a las 5:00 de la mañana y con fardos de papel en manos, sale a realizar sus ventas, con el sueño de reunir el dinero que necesita y rentar una casa para estar junto a sus retoños.
Mientras que Ludina Taveras elabora flores de papel crepé, las cuales pocos compran y si alguno lo hace es simplemente por ayudar a la anciana de 80 años de edad, de los cuales lleva 40 ofreciendo sus coloridos ramilletes en la populosa avenida Mella.
Las madres son emprendedoras por naturaleza. María Adelaida Sánchez tiene a cargo la crianza de tres hijos y expende flores naturales en las cercanías del parque Independencia.
Sánchez asegura que ama su labor y la prefiere ante cualquier otra: “Yo desde niña me dedico a las ventas de las flores y no cambio mi trabajo por ningún otro; además de que es rentable, es lindo porque las rosas son el idioma del amor”.
La historia de estas féminas se repite con Lissett Dotel, quien se traslada desde el sector el Abanico a la Zona Industrial de Herrera, donde coloca su puesto de empanadas y jugos.
Dotel indicó que labora todos los días, de 6 a 10 de la mañana. Aseguró que su fritura le ha permitido sustentar, junto a su pareja, sus hijos de 12,17 y 19 años de edad.
Manifestó que con su sacrificada faena consigue el pasaje de su hijo mayor, que estudia ingeniería civil en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
“Este trabajo es duro, porque tengo que cargar todo los días con los materiales y utensilios; pero reconozco que me permite conseguir lo que mis muchachos necesitan, en especial el mayor que estudia una carrera cara”, precisa.
Otra que recorre las calles, pero al volante, es Felipa Trinidad (Nena). Esta dama, quien es madre y abuela a la vez, a sus 73 años de edad y con problemas de salud que van desde la presión arterial hasta dolores reumáticos, se levanta entre las 4 y 5 de la mañana, enciende su auto y sale a cumplir la labor de transportar decenas de pasajeros en la ruta Lope de Vega con Lincoln, afiliada a la Federación Nacional de Transporte La Nueva Opción (Fenatrano).
Estas mujeres son el ejemplo de cientos de madres que trabajan de manera ardua para cubrir las demandas económicas del hogar. Son madres que sueñan en grande el futuro de sus hijos, se comprometen y están dispuestas a sacrificarse para ayudarles a alcanzar sus metas.
Para la mayoría de las madres dominicanas ganarse el sustento de sus familias es un reto del día a día. Sin importar el peligro de las calles, la lluvia o el inclemente sol, ese ser incansable de ayuda y palabras acogedoras, lucha dentro y fuera del hogar por el bienestar y la educación de sus hijos.
Dejando a un lado la frescura y el toque de coquetería que identifican a la mujer, ellas se levantan diariamente, salen a buscar el pan de sus vástagos, como es el caso de María Frías, quien aprovecha la luz roja del semáforo para vender a los transeúntes tarjetas de llamadas de distintas compañías telefónicas.
Frías explicó al equipo de Domicanoshoy.com que decidió dedicarse a este oficio luego de perder su trabajo al cerrar la zona franca, en la que laboró por 5 años y con el cual ayudaba a su esposo, que se dedica a la construcción, con los gastos de la casa.
“Yo trabajé mucho tiempo en la zona: allí tenía mi sueldo fijo, pero después que la cerraron y me vi sin empleo, decidí involucrarme en el negocio de las tarjetas. No es que deje mucho, pero por lo menos llevo la comida a la casa”.
Gloria Gómez, otra madre consultada, se gana la vida vendiendo periódicos en la avenida San Vicente de Paúl. Esta joven mujer, madre soltera, tuvo que dejar sus cuatro hijos al cuidado de sus padres en Loma de Cabrera para trasladarse a la capital dominicana y ganar el sustento de sus vástagos.
Narró que se levanta a las 5:00 de la mañana y con fardos de papel en manos, sale a realizar sus ventas, con el sueño de reunir el dinero que necesita y rentar una casa para estar junto a sus retoños.
Mientras que Ludina Taveras elabora flores de papel crepé, las cuales pocos compran y si alguno lo hace es simplemente por ayudar a la anciana de 80 años de edad, de los cuales lleva 40 ofreciendo sus coloridos ramilletes en la populosa avenida Mella.
Las madres son emprendedoras por naturaleza. María Adelaida Sánchez tiene a cargo la crianza de tres hijos y expende flores naturales en las cercanías del parque Independencia.
Sánchez asegura que ama su labor y la prefiere ante cualquier otra: “Yo desde niña me dedico a las ventas de las flores y no cambio mi trabajo por ningún otro; además de que es rentable, es lindo porque las rosas son el idioma del amor”.
La historia de estas féminas se repite con Lissett Dotel, quien se traslada desde el sector el Abanico a la Zona Industrial de Herrera, donde coloca su puesto de empanadas y jugos.
Dotel indicó que labora todos los días, de 6 a 10 de la mañana. Aseguró que su fritura le ha permitido sustentar, junto a su pareja, sus hijos de 12,17 y 19 años de edad.
Manifestó que con su sacrificada faena consigue el pasaje de su hijo mayor, que estudia ingeniería civil en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
“Este trabajo es duro, porque tengo que cargar todo los días con los materiales y utensilios; pero reconozco que me permite conseguir lo que mis muchachos necesitan, en especial el mayor que estudia una carrera cara”, precisa.
Otra que recorre las calles, pero al volante, es Felipa Trinidad (Nena). Esta dama, quien es madre y abuela a la vez, a sus 73 años de edad y con problemas de salud que van desde la presión arterial hasta dolores reumáticos, se levanta entre las 4 y 5 de la mañana, enciende su auto y sale a cumplir la labor de transportar decenas de pasajeros en la ruta Lope de Vega con Lincoln, afiliada a la Federación Nacional de Transporte La Nueva Opción (Fenatrano).
Estas mujeres son el ejemplo de cientos de madres que trabajan de manera ardua para cubrir las demandas económicas del hogar. Son madres que sueñan en grande el futuro de sus hijos, se comprometen y están dispuestas a sacrificarse para ayudarles a alcanzar sus metas.