La madre
Este domingo, mañana domingo, 27 de mayo del 2012, asistimos a la celebración del Día de las Madres, una convención para reconocer al ser especial con capacidad para concebir nuevas vidas.
Se ha discutido en algún momento sobre esta fiesta, en la medida en que deviene en una oportunidad para mover el comercio. Pero es lo menos que ha de ocurrir si pensamos que los seres humanos tienen que encontrar maneras para materializar sus sentimientos. Y en cualquier caso, la forma de hacerlo va a estar muy determinada por el sentido que desee darle cada persona, en su muy particular mismidad. Pero hay quienes consideran que todos los días están hábiles y propicios para proteger, agradar, servir y apoyar a la progenitora.
En lo que todos estamos de acuerdo es que sin considerar fecha del año, la madre representa la mayor expresión de humanidad sobre la tierra, que concibe, da la vida, alimenta y desarrolla sus retoños con una vocación innata, sin límites, durante toda su existencia, sin importar circunstancias. Lo da todo por sus hijos. De ahí el deber, la obligación, el compromiso que debe fundamentarse en la entrega, para protegerla por siempre, incluso, más allá de la vida.
Esa es la madre que todos conocemos. Pero hay otras madres que el destino las ha obligado a recibir seres especiales, con limitaciones muy difíciles de superar. Ellas son capaces de salvar todas las dificultades para conducir sus vidas y ser parte de ellas. Esos hijos a quienes deben querer tanto y caminar con ellos toda la vida, porque en esos casos no se cumple la ley inevitable de “dejarlos ir” para construir nuevos nidos y procrear nuevas vidas.
A esas madres especiales entregadas en la atención a sus hijos, queremos saludarlas de manera muy especial, con amor, con mucho amor, por su inmensa humanidad, por su noble y bondadoso corazón.
A todas las madres, y entre ellas, a esas singulares madres, nuestro reconocimiento.
Se ha discutido en algún momento sobre esta fiesta, en la medida en que deviene en una oportunidad para mover el comercio. Pero es lo menos que ha de ocurrir si pensamos que los seres humanos tienen que encontrar maneras para materializar sus sentimientos. Y en cualquier caso, la forma de hacerlo va a estar muy determinada por el sentido que desee darle cada persona, en su muy particular mismidad. Pero hay quienes consideran que todos los días están hábiles y propicios para proteger, agradar, servir y apoyar a la progenitora.
En lo que todos estamos de acuerdo es que sin considerar fecha del año, la madre representa la mayor expresión de humanidad sobre la tierra, que concibe, da la vida, alimenta y desarrolla sus retoños con una vocación innata, sin límites, durante toda su existencia, sin importar circunstancias. Lo da todo por sus hijos. De ahí el deber, la obligación, el compromiso que debe fundamentarse en la entrega, para protegerla por siempre, incluso, más allá de la vida.
Esa es la madre que todos conocemos. Pero hay otras madres que el destino las ha obligado a recibir seres especiales, con limitaciones muy difíciles de superar. Ellas son capaces de salvar todas las dificultades para conducir sus vidas y ser parte de ellas. Esos hijos a quienes deben querer tanto y caminar con ellos toda la vida, porque en esos casos no se cumple la ley inevitable de “dejarlos ir” para construir nuevos nidos y procrear nuevas vidas.
A esas madres especiales entregadas en la atención a sus hijos, queremos saludarlas de manera muy especial, con amor, con mucho amor, por su inmensa humanidad, por su noble y bondadoso corazón.
A todas las madres, y entre ellas, a esas singulares madres, nuestro reconocimiento.