Biografia
Juana de Arco
Para algunos Juana nació un 6 de Enero del año 1412, para otros el año 1407. Lo que sí es seguro es que nació en una aldea francesa llamada Domrémy. Sus padres eran acomodados labradores, él Santiago de Arco o Jaime de Arco para otros, la madre Isabel Romée. En 1419 su padre es prior de Domrémy y tiene una situación acomodada.
Cuando Juana tiene doce años comienza a escuchar voces celestiales. Primero son del Arcángel San Miguel que la insta a ser buena hija. Luego llegan las voces de Santa Margarita y Santa Catalina. Esto ocurre en el bosque Chenu cerca de un árbol llamado El árbol de las hadas. Dios la ha designado para expulsar a los ingleses y llevar al Delfín Carlos hasta Reims e imponerle la corona de Francia que los ingleses tanto desean.
Pero no es hasta que su pueblo sufre un incendio en 1428 cuando le cuenta sus visiones a su tío. Éste la lleva a Robert de Baudricourt en Vaucouleurs, el gobernador de la región. Las palabras de la joven le divierten pero no la hace caso y la envía de nuevo a su casa. No obstante la gente comienza ha hablar de ella, creen que es la enviada de Dios. Juana vuelve allí y esta vez es escuchada.
Seis hombres acompañaron a Juana hasta el Delfín: Juan de Metz, Bertran de Poulegny, Juan y Julián de Honecourt, Colet de Vienne y Ricardo l'Acher. Estos hombres llegaron a sentirse copartícipes de una empresa alentada por Dios. Pero, cuando llega a la presencia del Delfín éste está desesperado, incluso habla de irse a Sicilia o a Escocia, pero, allí está La Tremouille, que quiere a su Delfín como rey de Francia. Juana es sometida a multitud de estudios hasta que confían que ella es en verdad la Doncella de Lorena.
Cuando se evoca a Juana se piensa naturalmente en una "jovencita". Pero es que todos los que la rodeaban lo eran. En 1429 Enrique VI de Inglaterra tiene 8 años, su madre Catalina de Valois 28 años. Carlos VII tiene 26 años. El duque de Bedford con 40 años, es el de más edad, y su esposa Ana de Borgoña 27 años. Los compañeros de Juana también son jóvenes, así Jean Dunouis 27 años; Etienne Vignalles llamado La Hire 38 años, es el "anciano" del grupo. Gilles de Rais, el futuro Barba Azúl, 28 años y es mariscal de Francia. Jean d'Alerçon 22 años, Jacques de la Pollice y Antoine de Danmartin, capitán de caballería 20 años. Arturo, el duque de Bretaña, 26 años. Son personas jóvenes que al igual que Juana quieren terminar de una vez con esa guerra de los Cien Años.
El Delfín le concedió un pequeño ejercito para defender sus derechos al trono. Le concedieron una armadura y un caballo. Para llevar a las batallas Juana portaba un estandarte blanco, adornado con varias flores de lis, con la inscripción "Jesús María" de un lado y, del otro, con una imagen de DiosPadre sosteniendo el globo terraquio. Siguiendo sus indicaciones, le confeccionan su pendón, con la Anunciación como motivo principal. La espada la encontró enterrada en la Capilla de Santa Catalina de Fierbois. Cinco cruces estaban grabadas en la empuñadura. Se ha dicho que la herrumbre se desprendió y que la espada llegó refulgente a manos de Juana (un soldado había ido a buscarla).
Pero, en este comienzo del siglo XV, en que la nobleza y el clero defendían con fuerza sus privilegios, en que reinaba un formalismo social muy estricto, dos cosas habrían resultado inconcebibles. La primera, que el rey y su Consejo pudieran tener la idea de conceder una función militar cualquiera, y como consecuencia un puesto de mando, a una mujer que se presentaba como mensajera de Dios, y que por ello había sido sometida al examen de los doctores de la Iglesia, y no de jefes militares. La segunda, que los príncipes de la sangre y los señores de alto rango cuyo papel tradicional exclusivo era mandar los ejércitos reales, aceptaran estar subordinados a una persona de la plebe, una doncella, que, además, no había dado testimonio de sus méritos, ni ningún "signo de su misión".
Juana se dedico a animar y a arengar a sus soldados para que lucharan por Carlos VII mientras sus capitanes planeaban y realizaban la guerra. En ocasiones sus voces la llevaban a realizar alguna que otra hazaña heroica siendo herida en dos ocasiones, mientras los demás manipulaban su influencia sobre la plebe. Juana escribió algunas cartas a los inglese para que se rindieran y dejaran a Francia en manos de los seguidores del Delfín. Algunas de las cartas, las primeras, fueron seguramente idea de ella pero, posteriormente la manipulación de la Doncella fue monstruosa. La Concillería del rey Carlos se ocupó de servirse de sus buenos propósitos para sus propios fines, y la inducían a escribir cartas para que el pueblo se uniera al bando del Delfín y en ocasiones decían que ella la había redactado sin que ella lo supiera. Ella era el estandarte por la que los demás luchaban y cuando llegaron a Orleáns le entrada fue triunfal.
Una vez que el Delfín es coronado Rey de Francia Juana pasa a un segundo plano. Ya no la necesitan y dejan que la culpen de hereje y de enviada del diablo. El 23 de mayo de 1429 la epopeya militar de Juana ha terminado a las puertas de París. Se cree que Flavy, La Trémoille y Cauchon organizan la emboscada con los ingleses. El rey no hizo nada por ella, ni rescate, ni disgusto, nada. Desde el 24 de mayo Wandanme pone a Juana y a d'Aulon a disposición de su soberano, Juan de Luxemburgo. La encierran en el castillo de Beaulier, cerca de Compiègne. Juana intenta escapar y es encarcelada en la fortaleza de Beaurevoir, mucho más segura. Allí también intenta escapar pero al caer sufre heridas que temen por su vida.
Bedford la lleva al tribunal de la Inquisición ayudado por Pierre Cauchon. Los seis artículos que la acusaban eran:
1.
Esta mujer es cismática por haber desobedecido a la Iglesia.
2.
Es ignorante y hereje por rechazar el Símbolo de la Iglesia Una Santa y Católica.
3.
Es apóstata, por haberse cortado el pelo y vestido como un hombre.
4.
Es mentirosa y adivina, ya que no aporta las pruebas de que sea enviada de Dios.
5.
Es claramente sospechosa de herejía.
6. Yerra en la fe, por haber dicho que está segura de que será acogida en el Paraíso.
Cauchon y d'Estivet fueron encargados de acabar con Juana de Arco en el largo proceso de la Inquisición. Desde la apertura del juicio, el 9 de enero de 1431, Cauchon ve solo en Juana la encarnación del mal. A pesar de ello hace todo lo posible por que Juana sea bien tratada en la celda. Bedford no suelta a la joven ante las peticiones de los ingleses pero, la duquesa de Bedford ayuda a la Doncella sin que su esposo lo prohíba. Es maltratada psíquicamente y empujada a declararse culpable. Quieren que reniegue de su misión y que cuente lo que le decían las voces. Hiciera lo que hiciera ya estaba condenada cuando comenzó el Tribunal de la Inquisición el juicio y todo estaba dispuesto para que se quemara por bruja y hereje.
A Juana la condenan a muerte el 28 de mayo de 1431. El 30, por la mañana, autorizan a Juana a quedarse por última vez sola en su celda, allí se encomienda a su buen Dios.
Existe la sospecha que la que quemó en la hoguera no fuera Juana sino una prostituta o hechicera y que Juana escapara por un túnel que desemboca en el Sena gracias a la ayuda de la duquesa de Bedford.
Esta hipótesis, que describe Claude Mossé en su libro, nunca fue invalidado. Pero lo que si pasó a la historia fue que Juana murió en la hoguera, en la plaza del Mercado Viejo de Ruán con todos los grandes padres de la Inquisición y algún otro personaje de alto linaje observando su muerte, mientras miraba una cruz que un sacerdote sostenía frente a ella. Cuando la hoguera terminó su trabajo, se dice que el corazón de Juana estaba intacto. Sus restos fueron tirados al río para evitar que se transformaran en reliquias para la plebe.
Una vez muerta el rey de Francia intentó hacer algo por su memoria pero era más importante combatir con los turcos y la Doncella quedó donde estaba. La madre de Juana de Arco, alentada por los hermanos de la Doncella, hizo mil gestiones por el nombre de su hija. Acumularon pruebas suficientes para demostrar la inconsistencia y la maldad del juicio que había sufrido Juana.
El 7 de julio de 1456 nadie puso en tela de juicio la inocencia de la victima. En Orleáns levantaron un monumento en memoria de la heroica liberación que consiguió Juana para Francia.
Cuando Juana tiene doce años comienza a escuchar voces celestiales. Primero son del Arcángel San Miguel que la insta a ser buena hija. Luego llegan las voces de Santa Margarita y Santa Catalina. Esto ocurre en el bosque Chenu cerca de un árbol llamado El árbol de las hadas. Dios la ha designado para expulsar a los ingleses y llevar al Delfín Carlos hasta Reims e imponerle la corona de Francia que los ingleses tanto desean.
Pero no es hasta que su pueblo sufre un incendio en 1428 cuando le cuenta sus visiones a su tío. Éste la lleva a Robert de Baudricourt en Vaucouleurs, el gobernador de la región. Las palabras de la joven le divierten pero no la hace caso y la envía de nuevo a su casa. No obstante la gente comienza ha hablar de ella, creen que es la enviada de Dios. Juana vuelve allí y esta vez es escuchada.
Seis hombres acompañaron a Juana hasta el Delfín: Juan de Metz, Bertran de Poulegny, Juan y Julián de Honecourt, Colet de Vienne y Ricardo l'Acher. Estos hombres llegaron a sentirse copartícipes de una empresa alentada por Dios. Pero, cuando llega a la presencia del Delfín éste está desesperado, incluso habla de irse a Sicilia o a Escocia, pero, allí está La Tremouille, que quiere a su Delfín como rey de Francia. Juana es sometida a multitud de estudios hasta que confían que ella es en verdad la Doncella de Lorena.
Cuando se evoca a Juana se piensa naturalmente en una "jovencita". Pero es que todos los que la rodeaban lo eran. En 1429 Enrique VI de Inglaterra tiene 8 años, su madre Catalina de Valois 28 años. Carlos VII tiene 26 años. El duque de Bedford con 40 años, es el de más edad, y su esposa Ana de Borgoña 27 años. Los compañeros de Juana también son jóvenes, así Jean Dunouis 27 años; Etienne Vignalles llamado La Hire 38 años, es el "anciano" del grupo. Gilles de Rais, el futuro Barba Azúl, 28 años y es mariscal de Francia. Jean d'Alerçon 22 años, Jacques de la Pollice y Antoine de Danmartin, capitán de caballería 20 años. Arturo, el duque de Bretaña, 26 años. Son personas jóvenes que al igual que Juana quieren terminar de una vez con esa guerra de los Cien Años.
El Delfín le concedió un pequeño ejercito para defender sus derechos al trono. Le concedieron una armadura y un caballo. Para llevar a las batallas Juana portaba un estandarte blanco, adornado con varias flores de lis, con la inscripción "Jesús María" de un lado y, del otro, con una imagen de DiosPadre sosteniendo el globo terraquio. Siguiendo sus indicaciones, le confeccionan su pendón, con la Anunciación como motivo principal. La espada la encontró enterrada en la Capilla de Santa Catalina de Fierbois. Cinco cruces estaban grabadas en la empuñadura. Se ha dicho que la herrumbre se desprendió y que la espada llegó refulgente a manos de Juana (un soldado había ido a buscarla).
Pero, en este comienzo del siglo XV, en que la nobleza y el clero defendían con fuerza sus privilegios, en que reinaba un formalismo social muy estricto, dos cosas habrían resultado inconcebibles. La primera, que el rey y su Consejo pudieran tener la idea de conceder una función militar cualquiera, y como consecuencia un puesto de mando, a una mujer que se presentaba como mensajera de Dios, y que por ello había sido sometida al examen de los doctores de la Iglesia, y no de jefes militares. La segunda, que los príncipes de la sangre y los señores de alto rango cuyo papel tradicional exclusivo era mandar los ejércitos reales, aceptaran estar subordinados a una persona de la plebe, una doncella, que, además, no había dado testimonio de sus méritos, ni ningún "signo de su misión".
Juana se dedico a animar y a arengar a sus soldados para que lucharan por Carlos VII mientras sus capitanes planeaban y realizaban la guerra. En ocasiones sus voces la llevaban a realizar alguna que otra hazaña heroica siendo herida en dos ocasiones, mientras los demás manipulaban su influencia sobre la plebe. Juana escribió algunas cartas a los inglese para que se rindieran y dejaran a Francia en manos de los seguidores del Delfín. Algunas de las cartas, las primeras, fueron seguramente idea de ella pero, posteriormente la manipulación de la Doncella fue monstruosa. La Concillería del rey Carlos se ocupó de servirse de sus buenos propósitos para sus propios fines, y la inducían a escribir cartas para que el pueblo se uniera al bando del Delfín y en ocasiones decían que ella la había redactado sin que ella lo supiera. Ella era el estandarte por la que los demás luchaban y cuando llegaron a Orleáns le entrada fue triunfal.
Una vez que el Delfín es coronado Rey de Francia Juana pasa a un segundo plano. Ya no la necesitan y dejan que la culpen de hereje y de enviada del diablo. El 23 de mayo de 1429 la epopeya militar de Juana ha terminado a las puertas de París. Se cree que Flavy, La Trémoille y Cauchon organizan la emboscada con los ingleses. El rey no hizo nada por ella, ni rescate, ni disgusto, nada. Desde el 24 de mayo Wandanme pone a Juana y a d'Aulon a disposición de su soberano, Juan de Luxemburgo. La encierran en el castillo de Beaulier, cerca de Compiègne. Juana intenta escapar y es encarcelada en la fortaleza de Beaurevoir, mucho más segura. Allí también intenta escapar pero al caer sufre heridas que temen por su vida.
Bedford la lleva al tribunal de la Inquisición ayudado por Pierre Cauchon. Los seis artículos que la acusaban eran:
1.
Esta mujer es cismática por haber desobedecido a la Iglesia.
2.
Es ignorante y hereje por rechazar el Símbolo de la Iglesia Una Santa y Católica.
3.
Es apóstata, por haberse cortado el pelo y vestido como un hombre.
4.
Es mentirosa y adivina, ya que no aporta las pruebas de que sea enviada de Dios.
5.
Es claramente sospechosa de herejía.
6. Yerra en la fe, por haber dicho que está segura de que será acogida en el Paraíso.
Cauchon y d'Estivet fueron encargados de acabar con Juana de Arco en el largo proceso de la Inquisición. Desde la apertura del juicio, el 9 de enero de 1431, Cauchon ve solo en Juana la encarnación del mal. A pesar de ello hace todo lo posible por que Juana sea bien tratada en la celda. Bedford no suelta a la joven ante las peticiones de los ingleses pero, la duquesa de Bedford ayuda a la Doncella sin que su esposo lo prohíba. Es maltratada psíquicamente y empujada a declararse culpable. Quieren que reniegue de su misión y que cuente lo que le decían las voces. Hiciera lo que hiciera ya estaba condenada cuando comenzó el Tribunal de la Inquisición el juicio y todo estaba dispuesto para que se quemara por bruja y hereje.
A Juana la condenan a muerte el 28 de mayo de 1431. El 30, por la mañana, autorizan a Juana a quedarse por última vez sola en su celda, allí se encomienda a su buen Dios.
Existe la sospecha que la que quemó en la hoguera no fuera Juana sino una prostituta o hechicera y que Juana escapara por un túnel que desemboca en el Sena gracias a la ayuda de la duquesa de Bedford.
Esta hipótesis, que describe Claude Mossé en su libro, nunca fue invalidado. Pero lo que si pasó a la historia fue que Juana murió en la hoguera, en la plaza del Mercado Viejo de Ruán con todos los grandes padres de la Inquisición y algún otro personaje de alto linaje observando su muerte, mientras miraba una cruz que un sacerdote sostenía frente a ella. Cuando la hoguera terminó su trabajo, se dice que el corazón de Juana estaba intacto. Sus restos fueron tirados al río para evitar que se transformaran en reliquias para la plebe.
Una vez muerta el rey de Francia intentó hacer algo por su memoria pero era más importante combatir con los turcos y la Doncella quedó donde estaba. La madre de Juana de Arco, alentada por los hermanos de la Doncella, hizo mil gestiones por el nombre de su hija. Acumularon pruebas suficientes para demostrar la inconsistencia y la maldad del juicio que había sufrido Juana.
El 7 de julio de 1456 nadie puso en tela de juicio la inocencia de la victima. En Orleáns levantaron un monumento en memoria de la heroica liberación que consiguió Juana para Francia.