Mujeres se abren paso en la diáspora
Cada vez más madres emigran por su cuenta para cumplir mejor su papel de proveedoras principales de su familia
Diomaris Matos trabajó en Madrid por 21 años. Hace dos meses regresó a Vicente Noble de retirada, por motivos de salud. (Foto: Diomaris Matos trabajó en Madrid por 21 años. Hace dos meses regresó a Vicente Noble de retirada, por motivos de salud).
Emigrar al extranjero representa, para la mayoría de los dominicanos, la mejor opción de progreso económico y superación personal. Ese sentimiento queda reflejado en cifras desprendidas de una encuesta Gallup publicada en agosto de 2007, que concluye que el 57% de los dominicanos y dominicanas se quieren ir del país para conseguir un empleo mejor, un futuro próspero y una respuesta a la movilidad social.
El informe “Mujeres en el Camino”, realizado por el Observatorio Migrantes del Caribe (Obmica) estima que el 12% de la población dominicana (1,125,458 personas) vive en el extranjero y, de esa cantidad, el 52% son mujeres y el 48% hombres.
Cuando se habla de mujeres migrantes es inevitable fijar la mirada en la humilde comunidad de Vicente Noble, provincia Barahona, donde más de la mitad de su población femenina se ha trasladado principalmente a España.
Sonia Féliz Reyes pertenece al grupo que salió de Vicente Noble a principios de los años ‘90, cuando los contratos laborales con España alcanzaron su apogeo. “Yo tenía pocos recursos para criar a mis hijos, por eso decidí viajar y dejarlos al cuidado de su abuela. Mi tía y mi abuela decidieron buscarme el dinero para hacer el viaje. Se reunió ese dinero entre todos”, comenta.
La población de ese municipio sureño ronda los 25,000 habitantes. Las remesas representan su principal fuente de ingresos. Le sigue la agricultura.
Antes de irse, Sonia trabajaba en una fábrica textil en horario nocturno. El intento de atraco que sufrió al salir de su empleo la empujó a agilizar sus trámites de viaje. Partió a Madrid como turista. En menos de un mes consiguió trabajo y pudo regularizar pronto su situación.
La emigración depende del apoyo familiar que reciba la mujer para preparar el viaje. Hay quienes han hipotecado su casa, su colmado u otro negocio y se han endeudado hasta el tope con tal de costear la travesía. Si los planes fracasan salen perdiendo mucho.
La coordinadora de Obmica, Bridget Wooding, señala que las mujeres migran cuando sienten que ni ellas ni su familia tienen oportunidad de mejorar su calidad de vida en su país y por la violencia doméstica. Expone que puede haber presión familiar para que la mujer salga, porque ellas son más consistentes en el envío de remesas, a pesar de que trabajan más y ganan menos que los hombres. “Esto puede ser otro factor que impulse a la familia a enviar a una mujer si hay que hacer un esfuerzo, porque lo ven como inversión en lo que es el desarrollo del hogar en su conjunto, entendiendo hogar como un asunto transnacional”, explica.
Las mujeres más propensas a emigrar son las jóvenes con edades entre 19 y 35 años, y las que provienen de la zona rural que viven en condiciones muy humildes. Wooding indica que ocurre lo que se denomina feminización de las migraciones, que no sólo tiene que ver con que las mujeres están migrando más que antes, sino que más bien se relaciona con el propósito del porqué del viaje. “No es sólo para la reunificación familiar. Las mujeres están migrando más de su cuenta, como proveedoras principales de su familia, eso ha sido un cambio muy importante en los últimos tiempos”, opina.
La Encuesta Enhogar 2007 señala que el 73% de los emigrantes (mujeres y hombres) reside en Estados Unidos; en España, el 12.4%; en Puerto Rico, un 8%, y en Italia, el 2.9%. Entre los países de la región del Caribe figuran las Antillas Holandesas con 1.6% y Haití con 1.2%.
En el Ministerio de Trabajo no ofrecen los datos sobre la cantidad de mujeres que lograron contrato laboral con entidades españolas para la década de los ‘90 y los primeros años de la década del 2000. El número de migrantes hacia Europa cayó drásticamente a partir de 2008, debido a la crisis económica que afectó al mundo. Eso se refleja en la cantidad de remesas que llegan al país. El Banco Central registra que en 2010 las remesas ascendieron a 2,998 millones de dólares, una disminución de casi mil millones de pesos, si se compara con el 2009, cuando las remesas ascendieron a 3,041.5 millones de dólares.
Drama
La separación de la familia es muy dura para las mujeres que emigran, sobre todo para las madres que dejan a sus hijos. Ercira Concepción Reyes llora cada vez que tiene que abordar un avión hacia Madrid mientras sus cuatro hijos, con edades entre uno y 13 años, permanecen en Vicente Noble. “He cambiado la fecha de mi viaje. Tenía que irme a principios de febrero. Me duele mucho dejar a mis hijos. Cuando estoy allá no hay un minuto que no piense en ellos. Los llamo varias veces al día para saber cómo están”, narra Ercira, de 34 años.
Sonia comparte un testimonio similar. “Dejar a mis hijos fue muy triste. La verdad que cuando uno se va y los deja es muy doloroso. Yo me pasaba día y noche llorando por ellos. Encontraba un teléfono y llamaba dos y tres veces al día, la gente me decía que me iba a volver loca. Yo me soñaba todas las noches con ellos”.
Impacto social
Entre las consecuencias de la migración se inscribe la desintegración familiar. Se dan algunos casos de matrimonios que terminan en divorcio y niños que crecen bajo el cuidado de una abuela o una tía.
Además, la deserción escolar es frecuente en los hijos de las mujeres que emigran. Cuando se trata de adolescentes muchos abandonan la escuela y se sientan a esperar que su madre le saque los documentos para también emigrar.
“No me valió mandarles los lápices y los cuadernos por cajas. Tenían todo lo que necesitaban para estudiar. Sin embargo, uno se quedó en segundo de bachillerato y el otro dejó la escuela cuando estaba en séptimo grado”, cuenta Sonia.
Por otro lado, la primera persona que sale asume el compromiso de llevarse a otros miembros de su familia. En el caso de Ercira, su madre fue la primera en marcharse a España. Después de instalarse, la señora se llevó a cuatro de sus hijos y otros miembros de su familia.
Fenómeno en expansión
Bridget Wooding destaca otro fenómeno que se desprende de la migración femenina, de acuerdo con investigaciones del Obmica. Se refiere a que como en los grandes países las mujeres salen más a trabajar, eso conlleva que necesiten empleadas que cuiden de sus hijos y asistan en los quehaceres del hogar. Ahí interviene la mano de obra inmigrante, dice Wooding. “En el país de origen de esa empleada inmigrante también hay un hueco, un vacío. En República Dominicana se da una migración de relevo de mujeres haitianas que cruzan la frontera y trabajan en esas casas que tienen la ausencia de mujeres que se fueron a trabajar al extranjero”, indica.
El deseo de regresar a su pueblo siempre está latente entre quienes se van, pero es una decisión que se torna difícil de tomar cuando se valora las posibilidades económicas que tienen en ambos extremos. En el extranjero una mujer puede ganar más como trabajadora doméstica que como maestra en el país. “Aquí el retorno no es sencillo, integrarse no es fácil, pues el Gobierno no tiene planes en ese sentido, como en otros países, por ejemplo Ecuador, que les dan incentivos para que se establezcan”, subraya Wooding.
La migración es importante porque las mujeres adquieren una mayor autonomía económica. No obstante, todavía pueden persistir dificultades en términos de relación, como la violencia doméstica, plantea Wooding. “La migración no necesariamente es la panacea, puede cambiar algunas cosas pero no del todo la relación de poder”, añade.
Sonia Féliz, que renunció a continuar residiendo en España, critica las razones que mueven a las mujeres a emigrar ahora. “Antes uno se iba por necesidad, pero ahora yo creo que las mujeres no van con el propósito de antes que era construir su casa, ayudar a sus hijos que están en la universidad. Ya muchas van a experimentar aunque la crisis no ha dejado mucho”.
Sonia asegura que la mano de obra dominicana tienen menos demanda en España y que las ecuatorianas y colombianas son más solicitadas porque tienen pocas exigencias y hacen el trabajo por menos dinero. “Antes la gente emigraba y siempre encontraba trabajo, encontraba a una amiga que la acogiera pero ahora la gente va por su propia cuenta buscando trabajo por hora, ya todo el que va quiere trabajar un rato aquí y otro allí porque gana más dinero”, concluye.
Enviar remesas es el propósito primordial
Diomaris Matos Marrero, de 52 años, cuenta que quien emigra vive para trabajar enfocado en enviar remesas. A veces no conocen más allá del entorno extranjero en el que desempeñan su trabajo.
Diomaris, que vivió 21 años en Madrid, España, solo conocía el trayecto de Aravaca a Majadahonda.
Recuerda una vez que se le pasó pedir la parada del tren. Cuando salió de la estación no supo cómo regresar a su vivienda, tuvo que llamar a sus hijos para que la socorrieran. “En lo material me siento un poco mal porque no logré hacer mi casita bien arregladita para vivir tranquila. Tampoco pude poner el negocio que quería.
Por otro lado, me siento bien porque pude mandar dos hijas a la universidad y me llevé a cuatro de mis hijos para España”, dice.
Partir planeando el día de regresar al pueblo
Sonia decidió regresar a Barahona para cuidar de su madre de crianza que está muy enferma. Ahora se dedica a criar a sus nietos mientras sus hijos trabajan para mantenerla.
Diomaris volvió a Vicente Noble hace dos meses también por razones de salud. “Estoy muy enferma”, dice. Quienes logran establecerse en su país de origen reniegan de volver a emigrar. “En España me da depresión. Ya yo crié a mis hijos, ya yo cumplí”, apunta Sonia. Algunas citan que no quieren revivir la incertidumbre de reunir documentos para renovar sus papeles, ni de estar constantemente buscando trabajo, porque los contratos son cortos.
Diomaris Matos trabajó en Madrid por 21 años. Hace dos meses regresó a Vicente Noble de retirada, por motivos de salud. (Foto: Diomaris Matos trabajó en Madrid por 21 años. Hace dos meses regresó a Vicente Noble de retirada, por motivos de salud).
Emigrar al extranjero representa, para la mayoría de los dominicanos, la mejor opción de progreso económico y superación personal. Ese sentimiento queda reflejado en cifras desprendidas de una encuesta Gallup publicada en agosto de 2007, que concluye que el 57% de los dominicanos y dominicanas se quieren ir del país para conseguir un empleo mejor, un futuro próspero y una respuesta a la movilidad social.
El informe “Mujeres en el Camino”, realizado por el Observatorio Migrantes del Caribe (Obmica) estima que el 12% de la población dominicana (1,125,458 personas) vive en el extranjero y, de esa cantidad, el 52% son mujeres y el 48% hombres.
Cuando se habla de mujeres migrantes es inevitable fijar la mirada en la humilde comunidad de Vicente Noble, provincia Barahona, donde más de la mitad de su población femenina se ha trasladado principalmente a España.
Sonia Féliz Reyes pertenece al grupo que salió de Vicente Noble a principios de los años ‘90, cuando los contratos laborales con España alcanzaron su apogeo. “Yo tenía pocos recursos para criar a mis hijos, por eso decidí viajar y dejarlos al cuidado de su abuela. Mi tía y mi abuela decidieron buscarme el dinero para hacer el viaje. Se reunió ese dinero entre todos”, comenta.
La población de ese municipio sureño ronda los 25,000 habitantes. Las remesas representan su principal fuente de ingresos. Le sigue la agricultura.
Antes de irse, Sonia trabajaba en una fábrica textil en horario nocturno. El intento de atraco que sufrió al salir de su empleo la empujó a agilizar sus trámites de viaje. Partió a Madrid como turista. En menos de un mes consiguió trabajo y pudo regularizar pronto su situación.
La emigración depende del apoyo familiar que reciba la mujer para preparar el viaje. Hay quienes han hipotecado su casa, su colmado u otro negocio y se han endeudado hasta el tope con tal de costear la travesía. Si los planes fracasan salen perdiendo mucho.
La coordinadora de Obmica, Bridget Wooding, señala que las mujeres migran cuando sienten que ni ellas ni su familia tienen oportunidad de mejorar su calidad de vida en su país y por la violencia doméstica. Expone que puede haber presión familiar para que la mujer salga, porque ellas son más consistentes en el envío de remesas, a pesar de que trabajan más y ganan menos que los hombres. “Esto puede ser otro factor que impulse a la familia a enviar a una mujer si hay que hacer un esfuerzo, porque lo ven como inversión en lo que es el desarrollo del hogar en su conjunto, entendiendo hogar como un asunto transnacional”, explica.
Las mujeres más propensas a emigrar son las jóvenes con edades entre 19 y 35 años, y las que provienen de la zona rural que viven en condiciones muy humildes. Wooding indica que ocurre lo que se denomina feminización de las migraciones, que no sólo tiene que ver con que las mujeres están migrando más que antes, sino que más bien se relaciona con el propósito del porqué del viaje. “No es sólo para la reunificación familiar. Las mujeres están migrando más de su cuenta, como proveedoras principales de su familia, eso ha sido un cambio muy importante en los últimos tiempos”, opina.
La Encuesta Enhogar 2007 señala que el 73% de los emigrantes (mujeres y hombres) reside en Estados Unidos; en España, el 12.4%; en Puerto Rico, un 8%, y en Italia, el 2.9%. Entre los países de la región del Caribe figuran las Antillas Holandesas con 1.6% y Haití con 1.2%.
En el Ministerio de Trabajo no ofrecen los datos sobre la cantidad de mujeres que lograron contrato laboral con entidades españolas para la década de los ‘90 y los primeros años de la década del 2000. El número de migrantes hacia Europa cayó drásticamente a partir de 2008, debido a la crisis económica que afectó al mundo. Eso se refleja en la cantidad de remesas que llegan al país. El Banco Central registra que en 2010 las remesas ascendieron a 2,998 millones de dólares, una disminución de casi mil millones de pesos, si se compara con el 2009, cuando las remesas ascendieron a 3,041.5 millones de dólares.
Drama
La separación de la familia es muy dura para las mujeres que emigran, sobre todo para las madres que dejan a sus hijos. Ercira Concepción Reyes llora cada vez que tiene que abordar un avión hacia Madrid mientras sus cuatro hijos, con edades entre uno y 13 años, permanecen en Vicente Noble. “He cambiado la fecha de mi viaje. Tenía que irme a principios de febrero. Me duele mucho dejar a mis hijos. Cuando estoy allá no hay un minuto que no piense en ellos. Los llamo varias veces al día para saber cómo están”, narra Ercira, de 34 años.
Sonia comparte un testimonio similar. “Dejar a mis hijos fue muy triste. La verdad que cuando uno se va y los deja es muy doloroso. Yo me pasaba día y noche llorando por ellos. Encontraba un teléfono y llamaba dos y tres veces al día, la gente me decía que me iba a volver loca. Yo me soñaba todas las noches con ellos”.
Impacto social
Entre las consecuencias de la migración se inscribe la desintegración familiar. Se dan algunos casos de matrimonios que terminan en divorcio y niños que crecen bajo el cuidado de una abuela o una tía.
Además, la deserción escolar es frecuente en los hijos de las mujeres que emigran. Cuando se trata de adolescentes muchos abandonan la escuela y se sientan a esperar que su madre le saque los documentos para también emigrar.
“No me valió mandarles los lápices y los cuadernos por cajas. Tenían todo lo que necesitaban para estudiar. Sin embargo, uno se quedó en segundo de bachillerato y el otro dejó la escuela cuando estaba en séptimo grado”, cuenta Sonia.
Por otro lado, la primera persona que sale asume el compromiso de llevarse a otros miembros de su familia. En el caso de Ercira, su madre fue la primera en marcharse a España. Después de instalarse, la señora se llevó a cuatro de sus hijos y otros miembros de su familia.
Fenómeno en expansión
Bridget Wooding destaca otro fenómeno que se desprende de la migración femenina, de acuerdo con investigaciones del Obmica. Se refiere a que como en los grandes países las mujeres salen más a trabajar, eso conlleva que necesiten empleadas que cuiden de sus hijos y asistan en los quehaceres del hogar. Ahí interviene la mano de obra inmigrante, dice Wooding. “En el país de origen de esa empleada inmigrante también hay un hueco, un vacío. En República Dominicana se da una migración de relevo de mujeres haitianas que cruzan la frontera y trabajan en esas casas que tienen la ausencia de mujeres que se fueron a trabajar al extranjero”, indica.
El deseo de regresar a su pueblo siempre está latente entre quienes se van, pero es una decisión que se torna difícil de tomar cuando se valora las posibilidades económicas que tienen en ambos extremos. En el extranjero una mujer puede ganar más como trabajadora doméstica que como maestra en el país. “Aquí el retorno no es sencillo, integrarse no es fácil, pues el Gobierno no tiene planes en ese sentido, como en otros países, por ejemplo Ecuador, que les dan incentivos para que se establezcan”, subraya Wooding.
La migración es importante porque las mujeres adquieren una mayor autonomía económica. No obstante, todavía pueden persistir dificultades en términos de relación, como la violencia doméstica, plantea Wooding. “La migración no necesariamente es la panacea, puede cambiar algunas cosas pero no del todo la relación de poder”, añade.
Sonia Féliz, que renunció a continuar residiendo en España, critica las razones que mueven a las mujeres a emigrar ahora. “Antes uno se iba por necesidad, pero ahora yo creo que las mujeres no van con el propósito de antes que era construir su casa, ayudar a sus hijos que están en la universidad. Ya muchas van a experimentar aunque la crisis no ha dejado mucho”.
Sonia asegura que la mano de obra dominicana tienen menos demanda en España y que las ecuatorianas y colombianas son más solicitadas porque tienen pocas exigencias y hacen el trabajo por menos dinero. “Antes la gente emigraba y siempre encontraba trabajo, encontraba a una amiga que la acogiera pero ahora la gente va por su propia cuenta buscando trabajo por hora, ya todo el que va quiere trabajar un rato aquí y otro allí porque gana más dinero”, concluye.
Enviar remesas es el propósito primordial
Diomaris Matos Marrero, de 52 años, cuenta que quien emigra vive para trabajar enfocado en enviar remesas. A veces no conocen más allá del entorno extranjero en el que desempeñan su trabajo.
Diomaris, que vivió 21 años en Madrid, España, solo conocía el trayecto de Aravaca a Majadahonda.
Recuerda una vez que se le pasó pedir la parada del tren. Cuando salió de la estación no supo cómo regresar a su vivienda, tuvo que llamar a sus hijos para que la socorrieran. “En lo material me siento un poco mal porque no logré hacer mi casita bien arregladita para vivir tranquila. Tampoco pude poner el negocio que quería.
Por otro lado, me siento bien porque pude mandar dos hijas a la universidad y me llevé a cuatro de mis hijos para España”, dice.
Partir planeando el día de regresar al pueblo
Sonia decidió regresar a Barahona para cuidar de su madre de crianza que está muy enferma. Ahora se dedica a criar a sus nietos mientras sus hijos trabajan para mantenerla.
Diomaris volvió a Vicente Noble hace dos meses también por razones de salud. “Estoy muy enferma”, dice. Quienes logran establecerse en su país de origen reniegan de volver a emigrar. “En España me da depresión. Ya yo crié a mis hijos, ya yo cumplí”, apunta Sonia. Algunas citan que no quieren revivir la incertidumbre de reunir documentos para renovar sus papeles, ni de estar constantemente buscando trabajo, porque los contratos son cortos.