Se cumplen 500 años de la muerte del hombre que "inventó" a América
Desembarcó en Venezuela, puso proa al sur y halló el "paraíso terrenal" en Brasil. El florentino Américo Vespucio murió el 22 de febrero de 1512 en Sevilla dejándole al mundo su nombre como legado
Luego de trabajar varios años para los Medici en su Florencia natal, donde participó de las discusiones geográficas y cosmográficas en auge en la época, Amerigo Vespucci fue enviado en 1492 a Sevilla para representar los intereses comerciales de la familia. Tenía 37 años. Allí, en contacto con el comercio de oro y esclavos y con los proveedores de las naves que hacían la travesía hacia el Nuevo Mundo, pasó de los conocimientos teóricos a recibir el testimonio directo de la aventura del descubrimiento y conquista de las tierras a las que había llegado Cristóbal Colón.
En 1497 hizo su primer viaje. Y luego dos o tres más, sobre los cuales escribió un realto en cinco cartas dirigidas a distintas personalidades de la época, entre ellas, su antiguo protector, Lorenzo di Pier Francesco de Medici.
Escribía Vespucio: "Lo que hemos soportado de verdad en esta inmensidad del mar, los riesgos de naufragio, los sufrimientos físicos innumerables, las angustias permanentes que afligieron nuestro ánimo, todo eso lo dejo a la compresión de cuantos han tenido la experiencia de estas cosas y que conocen lo que significa la búsqueda de lo que es incierto o directamente desconocido... Fuimos presa de un miedo tan grande que habíamos perdido casi toda esperanza de sobrevivir. En medio de esa tempestad tan terrible, del mar y del cielo, plugo al Altísimo mostrarnos el continente, nueva tierra y un mundo incógnito".
El padecimiento tuvo su recompensa, a juzgar por la descripción que hizo luego Vespucio de los sitios recorridos. Rara vez el aire se ensombrecía con nubes, relataba, casi siempre los días eran serenos, los árboles despedían un olor suavísimo y emanaban goma, licores y jugos.
En ese mundo de aire puro y de perfumes, decía: "Veíamos infinidad de pájaros de diversas formas y colores, y tantos papagayos de tan diversas clases, que es una maravilla: algunos coloreados como grana, otros verdes y limonados, otros negos y rojos, y el canto de los otros pájaros que había en los árboles era tan suave y tan melódico que a cada rato nos deteníamos ante esa dulzura".
Vespucio quedó también fascinado por la observación de las constelaciones del hemisferio sur, nunca vistas hasta entonces por sus contemporáneos. Para él, todo lo que veía pertenecía a la gloria de Dios que "con maravilloso artificio fabricó la máquina del mundo".
En 1502, a la vuelta del largo viaje que lo llevó a Brasil, a la desembocadura del Río de la Plata e incluso hasta la Patagonia, Vespucio ya estaba convencido de que las tierras exploradas por Colón no eran una prolongación del Asia, sino un Nuevo Mundo, y así lo dejó asentado en el relato dirigido al Médici, que se publicó con el título de Mundus Novus.
Esa carta y sus otros breves escritos tuvieron un gran éxito. En 1507, en el monasterio de Saint-Dié, en Lorena, Martin Wadseermuller, un experto cartógrafo que estaba traduciendo y reeditando la Cartografía de Ptolomeo para incluir en ella los territorios explorados por los navegantes españoles y portugueses, leyó las cartas de Vespucio y decidió que esas tierras nuevas debían llamarse América...
Luego de trabajar varios años para los Medici en su Florencia natal, donde participó de las discusiones geográficas y cosmográficas en auge en la época, Amerigo Vespucci fue enviado en 1492 a Sevilla para representar los intereses comerciales de la familia. Tenía 37 años. Allí, en contacto con el comercio de oro y esclavos y con los proveedores de las naves que hacían la travesía hacia el Nuevo Mundo, pasó de los conocimientos teóricos a recibir el testimonio directo de la aventura del descubrimiento y conquista de las tierras a las que había llegado Cristóbal Colón.
En 1497 hizo su primer viaje. Y luego dos o tres más, sobre los cuales escribió un realto en cinco cartas dirigidas a distintas personalidades de la época, entre ellas, su antiguo protector, Lorenzo di Pier Francesco de Medici.
Escribía Vespucio: "Lo que hemos soportado de verdad en esta inmensidad del mar, los riesgos de naufragio, los sufrimientos físicos innumerables, las angustias permanentes que afligieron nuestro ánimo, todo eso lo dejo a la compresión de cuantos han tenido la experiencia de estas cosas y que conocen lo que significa la búsqueda de lo que es incierto o directamente desconocido... Fuimos presa de un miedo tan grande que habíamos perdido casi toda esperanza de sobrevivir. En medio de esa tempestad tan terrible, del mar y del cielo, plugo al Altísimo mostrarnos el continente, nueva tierra y un mundo incógnito".
El padecimiento tuvo su recompensa, a juzgar por la descripción que hizo luego Vespucio de los sitios recorridos. Rara vez el aire se ensombrecía con nubes, relataba, casi siempre los días eran serenos, los árboles despedían un olor suavísimo y emanaban goma, licores y jugos.
En ese mundo de aire puro y de perfumes, decía: "Veíamos infinidad de pájaros de diversas formas y colores, y tantos papagayos de tan diversas clases, que es una maravilla: algunos coloreados como grana, otros verdes y limonados, otros negos y rojos, y el canto de los otros pájaros que había en los árboles era tan suave y tan melódico que a cada rato nos deteníamos ante esa dulzura".
Vespucio quedó también fascinado por la observación de las constelaciones del hemisferio sur, nunca vistas hasta entonces por sus contemporáneos. Para él, todo lo que veía pertenecía a la gloria de Dios que "con maravilloso artificio fabricó la máquina del mundo".
En 1502, a la vuelta del largo viaje que lo llevó a Brasil, a la desembocadura del Río de la Plata e incluso hasta la Patagonia, Vespucio ya estaba convencido de que las tierras exploradas por Colón no eran una prolongación del Asia, sino un Nuevo Mundo, y así lo dejó asentado en el relato dirigido al Médici, que se publicó con el título de Mundus Novus.
Esa carta y sus otros breves escritos tuvieron un gran éxito. En 1507, en el monasterio de Saint-Dié, en Lorena, Martin Wadseermuller, un experto cartógrafo que estaba traduciendo y reeditando la Cartografía de Ptolomeo para incluir en ella los territorios explorados por los navegantes españoles y portugueses, leyó las cartas de Vespucio y decidió que esas tierras nuevas debían llamarse América...