Riesgos de la sobrepoblación

Felipe Mora, periodista. felipemora56@gmail.com

A mayor cantidad de población, es indudable que se requieren cada vez más y más servicios esenciales. Es indiscutible que el incremento habitacional en las ciudades atenta contra el medio ambiente, mucho más si se descuida la atención que amerita.

Sin duda que constituye ese el principal aliado para la saturación de los servicios de transporte, escasez de alimentos, proliferación de basura, un cada vez menos efectivo servicio de salud, mayor incentivo de construcciones marginales, complicaciones en los programas de estudios, etc. Y de todas estas situaciones, la delincuencia sale más que fortalecida para ensanchar sus andanzas, que además no se circunscribe a barrios marginales, sino que se ha aposentado hasta en exclusivos residenciales.

Treinta o cuarenta años atrás, cuando la población de la ciudad de Santo Domingo se estimaba en cerca de un millón de personas, todavía en los barrios populosos de la parte alta de la ciudad la gente se daba el lujo de andar por sus calles con un mínimo de riesgo.

Hoy día, cuando el Gran Santo Domingo ha crecido hasta pasar de los 3 millones de almas, la situación se ha tornado compleja y peligrosa. Y ni hablar de los malabares por los que tienen que pasar residentes para subsistir en medio de la precariedad que imponen deficiencias como en los servicios de electricidad, agua, transporte, basura y otros.

El crecimiento de las ciudades contribuye a que haya menos bosques, menos fuentes de agua, y en algunas regiones del mundo ello es un ingrediente efectivo para la expansión de áreas desérticas.

Uno de los mayores retos que tienen los organismos de repercusión mundial, como las Naciones Unidas y sus respectivas dependencias, tiene que ver con la saturación del número de pobladores en las distintas regiones del mundo, en especial en las más importantes metrópolis.

Más de 200 millones de personas viven en doce de las ciudades más pobladas del mundo: Tokio, Nueva York, Ciudad de México, Seúl, Sao Paulo, Buenos Aires, Jakarta, Osaka, Nueva Delhi, Bombay, Los Ángeles, Shanghai. Por más esfuerzos que se haga para satisfacer las exigencias de servicios que requieren esos conglomerados, no siempre hay garantía de que se cumpla a cabalidad.

El recurso agua es considerado el más angustiante y que crea el mayor problema en una situación de explosión demográfica de grandes proporciones. Como reza el dicho: el agua es vida. Es una ley natural, sin agua, sencillamente los seres humanos, los animales y la vegetación no pueden subsistir.

En la actualidad se calcula que la población mundial es de aproximadamente 6,000 millones de personas. Estimaciones recientes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indican que para el año 2025 el mundo tendrá 8,500 millones. Y para el 2050, que serían 25 años después, la propia ONU estima que el planeta Tierra albergará 8,900 millones de seres humanos.

Una definición de las tantas que aparecen en la web define la superpoblacióncomo una condición en que la densidad de la población se amplía a un límite que provoca un empeoramiento del entorno, una disminución en la calidad de vida o un desplome de la población. Además, que generalmente el término se refiere a la relación entre la población humana y el medio ambiente.

Las reservas de petróleo y el recurso agua a nivel mundial cada vez tienen mayor exigencia de consumo. Las actividades domésticas, la producción agrícola, la producción empresarial exigen enormes cantidades de esos dos recursos, básicos para el avance de las civilizaciones.

Sin agua no hay cultivos. Sin petróleo el avance industrial prácticamente se detiene. Pero agua y petróleo van indisolublemente unidos a los progresos que hasta ahora ha experimentado el hombre sobre la Tierra. Es tan así que el drenaje del cuerpo humano necesita agua, y en una buena proporción su estructura está compuesta precisamente por agua.

La explosión demográfica, sin importar en cual región del mundo se produzca, ha provocado graves daños al medio ambiente. Solo hay que ver los ejemplos de África, continente que dispone aún de enormes riquezas, pero con países que registran los más espantosos niveles de pobreza e inseguridad. Asia, donde las desigualdades mantienen a muchas economías al borde del abismo. Y ni hablar de América Latina, que registra altos niveles de marginalidad en sus principales capitales, lo que va estrechamente ligado a la falta de oportunidades, los niveles de inseguridad y la incidencia de la criminalidad.
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