El dilema de Vargas Maldonado


Felipe Ciprián, periodista. ciprianfn@hotmail.com

Para quienes se interesan por la política resulta extraño el proceder táctico de Miguel Vargas Maldonado para construir un liderazgo al interior del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y concretar su aspiración de ser presidente de la República.

Un liderazgo político tiene que construirse sobre la base de una cultura general, una visión programática, un pensamiento, una ética y una práctica partidaria capaces de atraer a la gente y movilizarla por sus intereses.

Desde que Vargas ascendió a la presidencia del PRD debió iniciar la construcción de un liderazgo nacional (que no tenía él ni el partido blanco) basado en la democracia interna, la participación de todos los sectores, la concertación y el reconocimiento de espacios de poder para crear un colectivo que llenara en alguna medida el vacío de liderazgo que provocó la muerte de José Francisco Peña Gómez.

No lo supo hacer o prefirió no hacerlo, porque se dedicó a “administrar” un partido que como el PRD tiene el grueso de sus bases en los sectores populares, que tienen demandas barriales y comunales cotidianas y que requieren respuesta política.

Vargas ignoró aquello de que “un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento”, como advirtiera José Martí a Máximo Gómez. Esto traducido al cibaeño equivale a decir que un partido no se administra, se dirige sumando voluntades y construyendo espacios democráticos para afinar su táctica, conquistar nuevos contingentes de masas y mostrar con claridad el camino de la victoria.

Esto último no fue lo que hizo Vargas durante la campaña electoral de 2008, sino que ignoró los símbolos del PRD, relegó a dirigentes de larga tradición perredeísta y en cambio colocó a su lado a neo-perredeístas sin vínculos con las bases.

Perdió las elecciones frente a Leonel Fernández en 2008 (reelección) aunque su candidatura logró una importante recuperación del PRD que no fue mayor porque no hizo verdadera oposición al gobierno, sino promesas de campaña.

En ese nuevo escenario, lejos de lanzarse a la reconstrucción de un liderazgo colectivo en el PRD, Vargas afianzó su dominio sobre ese partido al grado de que siendo su presidente respaldó a Orlando Jorge Mera para secretario general y se opuso a Guido Gómez Mazara; y apoyó a Geanilda Vásquez, para secretaria de Organización, enfrentando a Tony Peña Guaba.

Para las elecciones legislativas y municipales de 2010, Vargas echó mano a esos mismos métodos y el resultado fue tan desastroso que, persuadido de que ya venía el revés, seis semanas antes de la votación comenzó a culpar a otros dirigentes de estar boicoteando las candidaturas del PRD. Yo lo advertí en un artículo que aun se puede leer en http://blogs.elcaribe.com.do/columnistas/felipe-ciprian/4568-dura-prueba-para-el-prd.html.

El peor bandazo político lo dio Vargas cuando amparado en la presidencia del PRD, pero sin tomar en cuenta a sus organismos dirigentes, pactó con el presidente Fernández la reforma constitucional que puede resumirse en una doble derrota: rehabilitó a Hipólito Mejía en el frente interno y preparó el camino al mismo Fernández para volver a postularse en 2016.

Es cierto que logró consagrar la no reelección consecutiva, pero el PLD, sin un pacto, no tenía forma de cambiar la Constitución para viabilizar la repostulación de Fernández, aparte de que una segunda repostulación, como lo temió el propio gobernante, era muy difícil de convertirla en victoria.

Creo que Vargas estaba tan confiado en que podía derrotar internamente a Mejía que corrió ese riesgo y por la razón que sea, perdió la convención por estrecho margen.

Consumada la candidatura de Mejía, Vargas no la ha respaldado efectivamente y parece marchar hacia el suicidio político porque ninguno de los dos, separados, se puede garantizar la supervivencia.
¿Gana Miguel Vargas perdiendo Hipólito Mejía?

Si Mejía pierde las elecciones, Vargas entierra su futuro político porque gran parte del pueblo que reclama un cambio de gobierno, masas de perredeístas y no perredeístas, no tendrá motivos para seguirlo luego de una derrota en la que él no hace nada por impedirla y en algunos casos actúa para que se produzca.

Si Hipólito gana las elecciones a pesar de la ausencia de Vargas, el nuevo presidente tendrá las condiciones para conquistar a los síndicos y legisladores del PRD, que hoy responden al presidente de esa organización.

Si Danilo Medina (PLD) gana las elecciones, Vargas tendrá muy poca oportunidad de ser presidente de la República en muchos años.

Con 16 años seguidos en la oposición y sin un liderazgo virtuoso y democrático, perdida casi por completo la cultura opositora que fue mística en el pasado, nadie garantiza que el PRD sobreviva a la debacle que sobrevendría a un período tan largo fuera del poder.

¿Por qué Vargas quiere pasar por la experiencia del que pretende tumbar un puente de acero golpeándolo con su cabeza?


Con frecuencia los dirigentes tienen que colocar por encima de su mal momento y hasta de sus razones, el interés colectivo de la fuerza política que encabezan. Cuando tienen que hacerlo y no lo hacen, se exponen a un triste final.
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