La otra cara de la moneda

/Por: Luis Alberto Díaz, periodista/

A mediados de mayo fue asesinado por delincuentes un teniente coronel de la Fuerza Aérea Dominicana en el sector El Almirante de Santo Domingo Este. Fue un hecho más de la delincuencia común que arropa la sociedad dominicana y que no mira clase social ni condiciones económicas,pero hay un dato que es posible haya pasado desapercibido para muchos.

Aquí se roba desde un simple celular barato hasta un tanquero con miles de galones de combustibles. En las calles se asalta al ejecutivo, al empleado público o privado, al estudiante que apenas lleva una mochila con sus útiles o a cualquier vendedor de chucherías.

El caso del alto oficial de la FAD tiene una particularidad especial. Su lamentable muerte ocurrió mientras “conchaba” en un carro de su propiedad en horas que no prestaba servicios en su institución.

Días después se informò a la opinión pùblica el apresamiento de un sujeto sospechoso de participar en el atraco, pero desconocemos cualquier otra información al respecto.

Cuando se conoció el trágico hecho, lo primero que aflorò a mi mente, y de seguro a otras personas, fue preguntarse, por què un oficial superior se dedicaba a “buscársela” en el transporte pùblico.

La percepción en nuestro país es que un militar de alto rango disfruta de una cómoda posición económica o por lo menos tiene sus problemas inmediatos resueltos. Eso depende, como diría cualquier cristiano.

Muchos de esos militares no tienen la suerte de estar pegados ni tampoco cuentan con la suerte de ser designados en cargos importantes que se prestan a manejos no santos.

El sueldo de un teniente coronel no llega a los 20 mil pesos mensuales –por lo menos en el caso de la Policía Nacional, cifra que se queda muy por debajo del costo de la canasta familiar que el Banco Central promedio en 23 mil pesos al mes.

De seguro el oficial Juan Cesario Abad Hernández, de 50 años de edad, no comprometía su trabajo con indelicadezas ni tampoco manchaba su uniforme con actos ilícitos, como muchos lo vienen haciendo desde hace tiempo.

El hecho de que el teniente coronel ejerciera el oficio de chofer de concho para completar su presupuesto familiar cuando fue asesinado por antisociales, habla bien de su honradez. Antes de ejercer su influencia de militar o utilizar su arma de reglamento para otros fines se ponía al frente de un volante con el fin de obtener ingresos extras.

Los sueldos en las filas militares y policiales son una vergüenza. Convertirse cualquiera en un delincuente es una cuestión de formación, pero es innegable que los magros ingresos son un caldo de cultivo para que muchos caigan en la delincuencia común y organizada.

Reconocimiento póstumo al teniente coronel Abad Hernández y consuelo a su familia.

Por Luis Alberto Díaz

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