Afán de éxito y presión social llevan a depresión
Por: Petra Saviñón Ferreraswww.mipais.com.do
Afán de éxito y presión social llevan a depresión
El establecer computaciones con compañeros de estudio o de trabajo, medir el éxito por las cosas materiales que se han conseguido o por el salario que se devenga y creer que se ha logrado poco, son factores que aumentan las depresiones en el sector de los 18 a 35 años.
En ese renglón se entra a una etapa en la que se empieza a hacer balance sobre los logros alcanzados y lo que se piensa obtener.
“Los más jóvenes empiezan a ver que sus compañeros de aulas han conseguido trabajo con los que pueden pagar sus estudios y dejar de ser una carga para su familia, pero también tener cierta holgura y darse pequeños lujos”, explica la orientadora Estela Pérez.
Indica que muchos muchachos pobres salen de sus pueblos a la universidad movidos por el interés de dejar atrás la pobreza en la que crecieron y en la que vieron envejecer a sus padres y abuelos.
No todos logran lo que han soñado y cuando pasan balance y se comparan con lo que han obtenido sus ex compañeros de secundaria o sus colegas sienten que tienen las manos vacías.
“La gente no quiere volver derrotada a su tierra, o no quiere que la vean estancada en su barrio. Se hace ilusiones y espera algo que mostrar. Ya sea los que se quedan en universidades en su pueblo, los que van a la capital o los que siempre han vivido ahí, todos quieren ser triunfadores”, explica el sociólogo José Armenteros.
El siquiatra Luis Báez expresa que en el caso de los que se gradúan del tercer nivel, cuando ven todo lo que han pasado para obtener un título y de pronto tienen grandes dificultades para conseguir empleo o consiguen uno en el que reciben una remuneración muy baja, entonces viene el desplome.
“Hay situaciones en los que los bajos salarios no son causa de mortificación en el inicio de la carrera, pero cuando pasan los años y la persona siente que no ha crecido, que todos los días hace lo mismo y su progreso económico es lento, entonces sopesa y llega a la conclusión de que no tienen nada”, indica.
Expone que irónicamente los jóvenes de lugares más deprimidos son los que menos acuden a consultas por depresión. Plantea que podría deberse a que buscan menos ayuda o a que se hacen menos expectativas, porque al haber crecido con poco, no anhelan cosas a veces inalcanzables y son más realistas.
Aclara que esto no significa conformismo o poco deseo de superación.
De hecho, la tasa de suicidio en la población juvenil de las provincias más pobres es más baja que en otras ciudades.