De escoltas, caravana y poder
Por Reynaldo Infante/ El Caribe
El hecho. Retorno tranquilo junto a la familia de nuestro viaje de domingo, esta vez a la Basílica de Higüey, cuando de repente, en la carretera en el tramo San Pedro de Macorís-Santo Domingo, sirenas, luces intermitentes, bocinas, y ante los insistentes e impertinentes cambios de luces nos hacemos a un lado y aparecen 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 “jeepetas” negras como la noche.
Las últimas en cruzarnos por la izquierda nos hicieron señas intimidatorias y sacaban la cabeza para ver quiénes ocupaban el vehículo, que les había hecho disminuir su ya imprudente velocidad en la carretera.
Luego, cuando pensábamos que ya todo había terminado, aparecen de nuevo sirenas, luces intermitentes, bocinas, cambios de luces, volvemos y nos hacemos a un lado, esta vez eran solamente dos “jeepetas” que venían escoltando un vehículo parecido a una ambulancia que pertenecía al grupo anterior, ya que tenían el mismo rótulo “Cuerpo de Ayudantes Militares”.
Mientras la “ambulancia” avanzaba, esas dos “jeepetas” se colocaron en frente nuestro e iban marcando la velocidad que debíamos llevar ¡nos impedían avanzar a nuestro ritmo! Todo esto sucedió hasta la entrada de la comunidad de Boca Chica.
La Reflexión… Doce vehículos con no menos de dos personas para proteger a uno, es decir, por lo menos 24 personas. Todos automóviles del año, vehículos de seis y ocho cilindros, por supuesto se vería muy mal uno de esos vehículos quedados en la carretera por desperfectos mecánicos.
Pero, ¿y si el conductor se hubiese puesto nervioso, se desconcentra y no sabe qué hacer? ¿Le pasan por encima? ¿A quién estaban “escoltando? La placa del vehículo principal distaba por mucho de ser número 1. ¿Qué pasó con Richard Andersen, joven de 16 años atropellado por un escolta motorizado en el mes de diciembre y que lo dejó tirado en la entrada de Manoguayabo? ¿De qué “clima” de seguridad hablan las autoridades cuando ellos son incapaces de transitar sin una escolta? No respetan las señales de tránsito y mucho menos los límites de velocidad, manejan con imprudencia, son temerarios, no asumen la responsabilidad ante el daño a una vida o una propiedad.
Estas son de las cosas que cada día realizan estos personajes ante la mirada impotente de un pueblo que se pregunta: ¿Acaso creen que somos el enemigo? ¿No están olvidando que fuimos los que los pusimos ahí? ¿Por qué nos atropellan? Mientras tengamos “líderes” o funcionarios con estas actitudes, distamos mucho del crecimiento y avance en nuestro país.
Esto es una demostración más del uso abusivo de los recursos del Estado, pero sobre todo, la falta de consideración y respeto a todo un pueblo. ¿En qué están pensando?
El autor es comunicador.
El hecho. Retorno tranquilo junto a la familia de nuestro viaje de domingo, esta vez a la Basílica de Higüey, cuando de repente, en la carretera en el tramo San Pedro de Macorís-Santo Domingo, sirenas, luces intermitentes, bocinas, y ante los insistentes e impertinentes cambios de luces nos hacemos a un lado y aparecen 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 “jeepetas” negras como la noche.
Las últimas en cruzarnos por la izquierda nos hicieron señas intimidatorias y sacaban la cabeza para ver quiénes ocupaban el vehículo, que les había hecho disminuir su ya imprudente velocidad en la carretera.
Luego, cuando pensábamos que ya todo había terminado, aparecen de nuevo sirenas, luces intermitentes, bocinas, cambios de luces, volvemos y nos hacemos a un lado, esta vez eran solamente dos “jeepetas” que venían escoltando un vehículo parecido a una ambulancia que pertenecía al grupo anterior, ya que tenían el mismo rótulo “Cuerpo de Ayudantes Militares”.
Mientras la “ambulancia” avanzaba, esas dos “jeepetas” se colocaron en frente nuestro e iban marcando la velocidad que debíamos llevar ¡nos impedían avanzar a nuestro ritmo! Todo esto sucedió hasta la entrada de la comunidad de Boca Chica.
La Reflexión… Doce vehículos con no menos de dos personas para proteger a uno, es decir, por lo menos 24 personas. Todos automóviles del año, vehículos de seis y ocho cilindros, por supuesto se vería muy mal uno de esos vehículos quedados en la carretera por desperfectos mecánicos.
Pero, ¿y si el conductor se hubiese puesto nervioso, se desconcentra y no sabe qué hacer? ¿Le pasan por encima? ¿A quién estaban “escoltando? La placa del vehículo principal distaba por mucho de ser número 1. ¿Qué pasó con Richard Andersen, joven de 16 años atropellado por un escolta motorizado en el mes de diciembre y que lo dejó tirado en la entrada de Manoguayabo? ¿De qué “clima” de seguridad hablan las autoridades cuando ellos son incapaces de transitar sin una escolta? No respetan las señales de tránsito y mucho menos los límites de velocidad, manejan con imprudencia, son temerarios, no asumen la responsabilidad ante el daño a una vida o una propiedad.
Estas son de las cosas que cada día realizan estos personajes ante la mirada impotente de un pueblo que se pregunta: ¿Acaso creen que somos el enemigo? ¿No están olvidando que fuimos los que los pusimos ahí? ¿Por qué nos atropellan? Mientras tengamos “líderes” o funcionarios con estas actitudes, distamos mucho del crecimiento y avance en nuestro país.
Esto es una demostración más del uso abusivo de los recursos del Estado, pero sobre todo, la falta de consideración y respeto a todo un pueblo. ¿En qué están pensando?
El autor es comunicador.