Nieto del legendario Pancho Villa enfrenta narcos en México
Por: Agencias
TORREÓN, MÉXICO.— Su abuelo era el primo bizco del legendario revolucionario Francisco "Pancho" Villa. Al igual que su célebre antepasado, Carlos Villa es un general energético, carismático y malhablado.
Algunos dicen que Villa es, precisamente, lo que México necesita en su combate contra las poderosas bandas de narcotraficantes.
Villa, un general retirado de 61 años, es el jefe de policía de Torreón, una ciudad industrial ubicada en una ruta del norte de México vital para el narcotráfico que dos de los mayores carteles del país se disputan. Desde que asumió el puesto en enero, Villa ha combatido no sólo a los capos de la droga de la ciudad, sino también a su propia fuerza policial, que estaba en la nómina de un poderoso cartel.
En marzo, casi la totalidad de la fuerza pública inició una huelga para exigir la destitución del general. El alcalde tuvo que escoger entre despedir a casi todos los policías y dejar la ciudad a merced de los grupos de narcotraficantes o deshacerse de Villa y mantener a funcionarios corruptos en la calle. Optó por expulsar a los policías.
"Fue la mejor decisión que he tomado en mi vida", comenta el alcalde Eduardo Olmos. "No es que nuestros policías no lucharan contra los criminales; es que eran los criminales".
El general en retiro Carlos Villa (al centro con casco) se apresta a salir al centro de Torreón con sus fuerzas.
El crimen casi se triplicó en Torreón a mediados de año, cuando se produjeron algunos de los delitos de drogas más sangrientos de México, incluyendo la masacre de 17 civiles en una fiesta en agosto. Pero el alcalde y su jefe de policía están construyendo una nueva fuerza del orden y su lucha contra la delincuencia está rindiendo algunos frutos.
"Es el mejor jefe de policía que hemos tenido", asegura José Rodríguez, el sacerdote de Torreón de 73 años. "La Biblia dice que por sus obras los conoceréis y yo conozco al general por sus obras".
Los esfuerzos de Villa para reformar la policía de Torreón tienen implicaciones para la manera en la que México trata de calmar la violencia relacionada con las drogas que ha cobrado más de 31.000 vidas desde que el presidente Felipe Calderón asumió el poder en diciembre de 2006.
Hasta ahora, la estrategia de Calderón se ha centrado en el uso de las fuerzas federales para combatir a los carteles, incluyendo el ejército y la policía federal. Pero le ha faltado una pieza clave: los policías locales. Sólo hay unos 30.000 policías federales y unas 45.000 tropas desplegadas en la lucha contra la droga. Los 240.000 policías municipales son considerados corruptos en su mayor parte y poco fiables.
"Los policías locales son la punta de la lanza", dice un alto agente de la Dirección Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA) que trabaja en México. "En Estados Unidos habríamos tenido muchas dificultades para hacer cualquier cosa sin nuestros socios en la policía local."
Hasta mediados de los 90, México sólo dedicó 0,008% del producto anual a la mantención del orden público, una de las tasas más exiguas del mundo. El policía promedio gana US$500 al mes, aproximadamente la mitad del ingreso per cápita promedio en México. Siete de cada diez policías apenas terminaron la educación primaria y más de 400 municipios no tienen una fuerza policial local.
En una ciudad tras otra, los policías locales son un ejército de los carteles que sirven en calidad de vigías, asesinan rivales, e incluso ayudan a luchar contra las fuerzas federales.
La campaña para limpiar la policía local se ha topado con una sangrienta resistencia por parte de los carteles. El nuevo alcalde de Santiago, una ciudad colonial cerca de Monterrey, fue secuestrado, torturado y ejecutado por miembros de su propia policía a mediados de año después de que prometiera una limpieza generalizada.
El gobierno de Calderón ahora se da cuenta de que su ofensiva se paralizará sin la modernización de la policía local. Recientemente, propuso la eliminación de todas las fuerzas municipales y la creación de 32 fuerzas estatales, una para cada estado. "Si logramos que en México no haya una policía federal sino 32 policías estatales muy fuertes, muy confiables, muy bien equipadas, eso nos permitirá darle la vuelta a una parte sustancial de este problema" dijo Calderón recientemente en alusión a la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.
Los policías locales de México son a menudo tan corruptos que una limpieza paulatina podría fracasar. La experiencia de Torreón muestra un enfoque radical: hacer borrón y cuenta nueva.
Torreón es una ciudad de medio millón de habitantes que se encuentra en un valle polvoriento, con un río que separa los estados de Durango y Coahuila. En 2007, los Zetas, uno de los carteles del narcotráfico, llegaron para desafiar al cartel de Sinaloa y estalló una guerra territorial.
Los Zetas se instalaron en Torreón infiltrando la policía. El año pasado, el ex jefe de policía de Torreón encontró una lista con los policías que estaban en la nómina de los Zetas. Lo que sorprendió a los investigadores fue lo poco que cuestan los sobornos. Los policías de ronda obtenían unos US$10 adicionales a la semana, y los comandantes entre US$30 y US$45.
Un comandante, Mario Fernández Ortiz, renunció a la policía tras cinco años de servicio en 2008 y se unió a los Zetas, según informes. Apodado "La Sombra", ascendió al liderazgo de la banda a finales del año pasado, según la policía. El bar de Ortiz Fernández, llamado Bar Ferrie por su segundo apellido, fue asaltado por el cartel de Sinaloa el 31 de enero, matando a 10 civiles.
"La Sombra" fue capturado en mayo por las fuerzas federales. Su puesto como jefe local de los Zeta fue ocupado por otro ex policía de Torreón, según la policía y el servicio de inteligencia.
Oriundo de Durango, Villa es el penúltimo de 36 hijos de un mismo padre. Tiene una maestría en comunicaciones militares, usa botas SWAT y lleva una Mágnum 45 israelí atada a la pierna. Fue bautizado como Rambo.
El general dice que su abuelo se llamaba Jesús Arango, el primo hermano de Pancho Villa, cuyo verdadero nombre era José Arango. En Torreón no existe una leyenda mayor que la de Pancho Villa, cuyo asalto a la ciudad marcó un punto de inflexión en la revolución mexicana. Villa cultiva la conexión y contesta al teléfono, "el General Villa, a sus órdenes."
El general comenzó a imponer una disciplina estricta. Cualquiera que llegara tarde al trabajo era enviado a casa sin paga. Prohibió el uso de teléfonos celulares, porque los policías los utilizaban para alertar a los Zetas sobre las patrullas del ejército. Conminó a los residentes a que denunciaran los delitos a su propio teléfono celular porque el número de emergencia de la ciudad era usado por policías corruptos para emprender represalias.
Villa no vive tranquilo. Dos de sus guardaespaldas desaparecieron en los meses posteriores a la huelga y otro fue secuestrado, torturado y ejecutado. Su cabeza fue expuesta frente al cuartel de policía. Gracias al ejército, el general ahora cuenta con un contingente de 60 ex soldados o en servicio activo. Ninguno es de Torreón. Todos viven en el cuartel de policía y se aventuran en la ciudad sólo cuando salen de patrulla. Villa vive en una habitación junto a su oficina, con un colchón, una máquina de ejercicios y una perra bóxer llamado Chata. "He visto más acción que en toda mi carrera en el ejército", asegura el general.
La ciudad aumentó los salarios de la policía de un promedio de US$570 al mes a cerca de US$800, lo que sitúa a Torreón entre las cinco fuerzas de policía mejor remuneradas de México. Los policías también reciben becas para que sus hijos estudien en colegios privados.
Villa es visto con una mezcla de admiración y temor. El crimen comienza a caer tras el repunte de mediados de año, pero está por encima de los niveles del año pasado. "Nuestros policías tienen un largo camino por delante", dice Ana María Hurtado, una ama de casa. "Pero al menos no son parte de un cartel de narcos".
TORREÓN, MÉXICO.— Su abuelo era el primo bizco del legendario revolucionario Francisco "Pancho" Villa. Al igual que su célebre antepasado, Carlos Villa es un general energético, carismático y malhablado.
Algunos dicen que Villa es, precisamente, lo que México necesita en su combate contra las poderosas bandas de narcotraficantes.
Villa, un general retirado de 61 años, es el jefe de policía de Torreón, una ciudad industrial ubicada en una ruta del norte de México vital para el narcotráfico que dos de los mayores carteles del país se disputan. Desde que asumió el puesto en enero, Villa ha combatido no sólo a los capos de la droga de la ciudad, sino también a su propia fuerza policial, que estaba en la nómina de un poderoso cartel.
En marzo, casi la totalidad de la fuerza pública inició una huelga para exigir la destitución del general. El alcalde tuvo que escoger entre despedir a casi todos los policías y dejar la ciudad a merced de los grupos de narcotraficantes o deshacerse de Villa y mantener a funcionarios corruptos en la calle. Optó por expulsar a los policías.
"Fue la mejor decisión que he tomado en mi vida", comenta el alcalde Eduardo Olmos. "No es que nuestros policías no lucharan contra los criminales; es que eran los criminales".
El general en retiro Carlos Villa (al centro con casco) se apresta a salir al centro de Torreón con sus fuerzas.
El crimen casi se triplicó en Torreón a mediados de año, cuando se produjeron algunos de los delitos de drogas más sangrientos de México, incluyendo la masacre de 17 civiles en una fiesta en agosto. Pero el alcalde y su jefe de policía están construyendo una nueva fuerza del orden y su lucha contra la delincuencia está rindiendo algunos frutos.
"Es el mejor jefe de policía que hemos tenido", asegura José Rodríguez, el sacerdote de Torreón de 73 años. "La Biblia dice que por sus obras los conoceréis y yo conozco al general por sus obras".
Los esfuerzos de Villa para reformar la policía de Torreón tienen implicaciones para la manera en la que México trata de calmar la violencia relacionada con las drogas que ha cobrado más de 31.000 vidas desde que el presidente Felipe Calderón asumió el poder en diciembre de 2006.
Hasta ahora, la estrategia de Calderón se ha centrado en el uso de las fuerzas federales para combatir a los carteles, incluyendo el ejército y la policía federal. Pero le ha faltado una pieza clave: los policías locales. Sólo hay unos 30.000 policías federales y unas 45.000 tropas desplegadas en la lucha contra la droga. Los 240.000 policías municipales son considerados corruptos en su mayor parte y poco fiables.
"Los policías locales son la punta de la lanza", dice un alto agente de la Dirección Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA) que trabaja en México. "En Estados Unidos habríamos tenido muchas dificultades para hacer cualquier cosa sin nuestros socios en la policía local."
Hasta mediados de los 90, México sólo dedicó 0,008% del producto anual a la mantención del orden público, una de las tasas más exiguas del mundo. El policía promedio gana US$500 al mes, aproximadamente la mitad del ingreso per cápita promedio en México. Siete de cada diez policías apenas terminaron la educación primaria y más de 400 municipios no tienen una fuerza policial local.
En una ciudad tras otra, los policías locales son un ejército de los carteles que sirven en calidad de vigías, asesinan rivales, e incluso ayudan a luchar contra las fuerzas federales.
La campaña para limpiar la policía local se ha topado con una sangrienta resistencia por parte de los carteles. El nuevo alcalde de Santiago, una ciudad colonial cerca de Monterrey, fue secuestrado, torturado y ejecutado por miembros de su propia policía a mediados de año después de que prometiera una limpieza generalizada.
El gobierno de Calderón ahora se da cuenta de que su ofensiva se paralizará sin la modernización de la policía local. Recientemente, propuso la eliminación de todas las fuerzas municipales y la creación de 32 fuerzas estatales, una para cada estado. "Si logramos que en México no haya una policía federal sino 32 policías estatales muy fuertes, muy confiables, muy bien equipadas, eso nos permitirá darle la vuelta a una parte sustancial de este problema" dijo Calderón recientemente en alusión a la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.
Los policías locales de México son a menudo tan corruptos que una limpieza paulatina podría fracasar. La experiencia de Torreón muestra un enfoque radical: hacer borrón y cuenta nueva.
Torreón es una ciudad de medio millón de habitantes que se encuentra en un valle polvoriento, con un río que separa los estados de Durango y Coahuila. En 2007, los Zetas, uno de los carteles del narcotráfico, llegaron para desafiar al cartel de Sinaloa y estalló una guerra territorial.
Los Zetas se instalaron en Torreón infiltrando la policía. El año pasado, el ex jefe de policía de Torreón encontró una lista con los policías que estaban en la nómina de los Zetas. Lo que sorprendió a los investigadores fue lo poco que cuestan los sobornos. Los policías de ronda obtenían unos US$10 adicionales a la semana, y los comandantes entre US$30 y US$45.
Un comandante, Mario Fernández Ortiz, renunció a la policía tras cinco años de servicio en 2008 y se unió a los Zetas, según informes. Apodado "La Sombra", ascendió al liderazgo de la banda a finales del año pasado, según la policía. El bar de Ortiz Fernández, llamado Bar Ferrie por su segundo apellido, fue asaltado por el cartel de Sinaloa el 31 de enero, matando a 10 civiles.
"La Sombra" fue capturado en mayo por las fuerzas federales. Su puesto como jefe local de los Zeta fue ocupado por otro ex policía de Torreón, según la policía y el servicio de inteligencia.
Oriundo de Durango, Villa es el penúltimo de 36 hijos de un mismo padre. Tiene una maestría en comunicaciones militares, usa botas SWAT y lleva una Mágnum 45 israelí atada a la pierna. Fue bautizado como Rambo.
El general dice que su abuelo se llamaba Jesús Arango, el primo hermano de Pancho Villa, cuyo verdadero nombre era José Arango. En Torreón no existe una leyenda mayor que la de Pancho Villa, cuyo asalto a la ciudad marcó un punto de inflexión en la revolución mexicana. Villa cultiva la conexión y contesta al teléfono, "el General Villa, a sus órdenes."
El general comenzó a imponer una disciplina estricta. Cualquiera que llegara tarde al trabajo era enviado a casa sin paga. Prohibió el uso de teléfonos celulares, porque los policías los utilizaban para alertar a los Zetas sobre las patrullas del ejército. Conminó a los residentes a que denunciaran los delitos a su propio teléfono celular porque el número de emergencia de la ciudad era usado por policías corruptos para emprender represalias.
Villa no vive tranquilo. Dos de sus guardaespaldas desaparecieron en los meses posteriores a la huelga y otro fue secuestrado, torturado y ejecutado. Su cabeza fue expuesta frente al cuartel de policía. Gracias al ejército, el general ahora cuenta con un contingente de 60 ex soldados o en servicio activo. Ninguno es de Torreón. Todos viven en el cuartel de policía y se aventuran en la ciudad sólo cuando salen de patrulla. Villa vive en una habitación junto a su oficina, con un colchón, una máquina de ejercicios y una perra bóxer llamado Chata. "He visto más acción que en toda mi carrera en el ejército", asegura el general.
La ciudad aumentó los salarios de la policía de un promedio de US$570 al mes a cerca de US$800, lo que sitúa a Torreón entre las cinco fuerzas de policía mejor remuneradas de México. Los policías también reciben becas para que sus hijos estudien en colegios privados.
Villa es visto con una mezcla de admiración y temor. El crimen comienza a caer tras el repunte de mediados de año, pero está por encima de los niveles del año pasado. "Nuestros policías tienen un largo camino por delante", dice Ana María Hurtado, una ama de casa. "Pero al menos no son parte de un cartel de narcos".