Los rostros detrás de los negocios informales

Por: Marlenis Ferreras/Fotos:Luis Sierra

Los negocios informales representan una opción de desarrollo económico para miles de familias de escasos recursos, que empujadas por la situación echan mano a su ingenio y salen a las calles a “buscársela” dignamente.

Es muy común encontrar en esquinas de calles y de avenidas a nacionales y a extranjeros que ofertan algún producto o servicio.

La falta de un empleo formal y la necesidad de aumentar los ingresos para poder subsistir, son algunas de las razones que llevan a muchos a salir a las calles a reparar zapatos, relojes y otros artículos o a trabajar como vendedores de libros usados, tarjetas de llamadas, lentes de sol, accesorios para celulares, ropa, frutas, dulces, empanadas y otros tipos de alimentos.

Carlos Suárez se gana la vida como vendedor de libros y revistas usadas en una de las puertas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, desde hace 10 años. Antes trabajaba como seguridad de una compañía editora de libros. Cuenta que con ese oficio obtiene más beneficios que con su antiguo empleo.

El sustento de muchas familias depende de esa actividad, tal es el caso de Segundo Alegría, de 60 años que desde los 30 fríe empanadas en las mañanas en los alrededores del parque Enriquillo y en las tardes en el ensanche Las Américas.

Cuenta que gracias a ese trabajo ha criado a sus cuatro hijos que ya son hombres y mujeres.

Un caso parecido es el de Margarita Martínez, madre soltera, que hace 18 años se dedica a vender vegetales entre las avenidas Duarte y París, labor que le ha permitido que hoy día sus dos hijos vayan a la universidad.

Muchos de esos comerciantes están de acuerdo en que esa práctica independiente genera más ganancias que las que pueden obtener en un empleo en una entidad pública o privada.

Es por esa razón que algunos dejan sus cargos para emprender sus propios negocios.

Por ejemplo, Samuel Ventura trabajaba como operario en una zona franca donde ganaba ocho mil pesos al mes, puesto que abandonó para dedicarse a vender hot dog y refrescos.

Ventura dice que tiene ingresos de 20 a 25 mil pesos por mes, ganancias que le permiten pagar a un ayudante.

Otros, en cambio, conservan su puesto en una empresa y también realizan algún oficio de manera independiente, como Mariela Sosa, quien trabaja medio tiempo como cajera en una tienda de calzados y fabrica y vende collares y otros accesorios a sus compañeras de la universidad.

Lo mismo sucede con Antonio Guzmán que luego de terminar su jornada como policía se dedica a reparar zapatos y maletas en el frente de su casa.

Los extranjeros en faena
La mayoría de inmigrantes haitianos que vienen al país en busca de mejores condiciones de subsistencia, se ganan la vida como comerciantes en las calles.

Yolanda Coulanges, una joven de 32 años, vino de Haití hace tres y desde entonces se dedica a “levantar el peso” con una paletera en la avenida José Martí esquina 27 de Febrero, de la capital. También hace gorritos de hilo y trencitas en el cabello.

Día tras día, ya sea en un semáforo, casa por casa o en un punto fijo, los negocios informales cobran cada vez más espacios y se convierten en la alternativa para buscarse un dinerito.
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