Ácido de destapar tuberías sigue trastornando familias‏

Andrea Luna

Santo Domingo. Ella nunca imaginó que un vaso de aluminio contenía el “ácido del diablo” que desgarraría su vida. Se dispersó por todo su cuerpo dejándole marcas imborrables.

Un solo chorro fue suficiente para llenar a Ana Miriam Núñez de sufrimientos.

“La vida continúa”. Es la frase que articulan sus labios quemados al resignarse a su desgracia.

El espejo es su peor compañía, ya que le recuerda “una mala jugada del destino”, como ella misma expresa mientras intenta mantener colocado en su cara un paño de color anaranjado, para no verse tan mal, y sus lágrimas corrían por cicatrices y llagas.

Vive en un “ranchito” del sector Gualey, en donde la pobreza exhibe su peor cara.

La mitad del rostro de aquella mujer de piel morena luce desfigurado, con labios arrugados y un ojo arrancado desde la raíz.

Parte de su cabellera no crece. Las escalofriantes quemaduras que presenta el 70 por ciento de su cuerpo imposibilitan detener la mirada en su rostro.

Las ganas de vivir y su resignación ante su destino logran que esta mujer de 35 años exprese que “hay personas peores que yo”.

También se vale del dicho “mientras hay vida hay esperanza”, en tanto que su hija Lorena, de 14 años, no dice nada; sólo contempla con mirada perdida el comején que corroe las tablas de su vivienda.

Ni siquiera la inocencia hace que su pequeño hijo se mantenga indiferente ante el aspecto de su progenitora.

El niño siente miedo de su madre. “No vive conmigo, por eso me rechaza”, indicó con desaliento. Ana Miriam vive con tres de sus cuatro hijos: Lorena de 14, Joan de 11, y Eleini, de 10 años.

Cuenta que no recibe ninguna ayuda económica y para mantener a sus vástagos tiene que pedir en las calles, pero el sol y el dolor de las cicatrices no le permiten mucho.

“El mes pasado para comprar los útiles escolares tuve que esforzarme demasiado, pedía casi a toda hora”, explicó. Una sonrisa también tuvo espacio para escapar del destino desgraciado de Ana Miriam, mientras explicaba que en el barrio era mejor conocida como “La Gorda”.

Relato del hecho

El 3 de julio de 2007, Yudelka Pérez roció sobre Ana Miriam la sustancia que destrozó su vida a causa de una riña por “problemas de muchachos”.

Explicó que su hija menor discutió con una sobrina de la agresora, lo que desencadenó en una pelea entre las adultas. “Pasaron dos semanas y yo pensaba que todo había pasado, pero no fue así”, agregó con lamento.

Yudelka, quien guarda prisión y cumple una condena de 10 años, llegó al patio de la víctima con un vaso en la mano. Ana Miriam le preguntó por el contenido del envase y ésta le respondió que se trataba de un té, estrategia que le permitió acercarse a su víctima y rociarle el “ácido del diablo”.

Otro caso

Mily Doñé es otra víctima del conocido “ácido del diablo”. Apenas lleva nueve meses con el cuerpo quemado.

Su vida cambió el 19 de diciembre del pasado año. La amante de su esposo materializó las amenazas que durante meses le había manifestado.

Aunque estaba separada en ese entonces del padre de sus dos hijas, ella decidió cometer el hecho.

La mujer, de 27 años de edad, explicó que María Josefina (su agresora) la esperó en un callejón cerca de su vivienda en Guachupita, donde le lanzó el ácido en la espalda. “Aunque me ardía la espalda corrí hacia ella.

"Llegamos corriendo hasta su casa, donde su cuñado me agredió y caí al suelo, allí ella terminó de rociarme el líquido por todo mi cuerpo”, narró. La agresora está prófuga.
La han operado tres veces, pero con mínimos resultados.

No tiene visibilidad en el ojo derecho debido a que perdió la córnea a causa del ácido.
“Me gustaría que me ayuden a reconstruir mi rostro.

El bolsillo está agotado, los medicamentos son muy costosos”, exclama Mily con un buen espíritu de lucha.

Antes de la tragedia trabajaba como conserje en una clínica. Fue contratada por una empresa privada, la cual no le paga ninguna remuneración ni licencia, aún en su condición.

Atribuye que sean tan comunes estos casos en los últimos meses a que las leyes son muy suaves. “La pena debería ser 30 años. Vivir quemado es peor que morir, ya que el muerto no sufre”, expresó Milly mientras sus expresiones corporales denotaban impotencia.


LOS RASTROS DE UN PRODUCTO PELIGROSO
SUSTANCIAS MORTÍFERAS

“Ácido del diablo” se le llama a la sustancia mortífera para el ser humano que contiene los productos destinados a destapar baños y tuberías domésticas, y que se genera por la combinación de sustancias inflamables. Es una combinación de químicos cuyos componentes las autoridades no han podido descifrar totalmente, pero que son de alta peligrosidad.

CANTIDAD DE PACIENTES

El 14% de los pacientes que ha atendido la Unidad de Quemados del hospital Luis Eduardo Aybar, en sus 17 años de servicio, presentan lesiones producidas por ácido del diablo. De forma ambulatoria se han atendido con este problema a 37 mil personas, de las que han quedado ingresadas 4,000.

SE USA COMO ARMA CRIMINAL

El denominado “ácido del diablo” es usado mayormente en los barrios marginados del país, como arma criminal contra quienes se consideran enemigos de la víctima, generalmente por enfrentamientos pasionales, deudas de dinero, venganzas, violencia doméstica y riñas.

LA ROPA PARA ESTOS QUEMADOS

Los pacientes quemados con este ácido requieren de un vestuario especial que evite el surgimiento de queloides y contracturas en la piel, luego de sobrevivir a quemaduras de segundo y tercer grado. Inclusive, hay sastrerías que se dedican a confeccionarlas, debido a la gran demanda.

PROPUESTA DE UNA AFECTADA

Ana Miriam Núñez sugiere que se cree una institución que brinde ayuda psicológica a las víctimas del “ácido del diablo”, para que puedan sobrevivir ante ese drama que viven cada día. Da gracias a Dios porque le ha dado fuerzas para no tomar la decisión de acabar con su vida.
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