Ellas se llamaban...
Un semestre sangriento: 37 feminicidios que la sociedad pasa por alto
Por Margarita Cordero
EN SANTO DOMINGO, Lunes, 11 Julio, 2022: Con sus trece feminicidios consumados y sus seis intentos fallidos, abril ha sido el mes en el que la violencia de género cegó más vidas de mujeres durante el primer semestre de este año. Desde enero hasta junio, treinta y siete mujeres han sido asesinadas por parejas o exparejas. En doce de los casos, los feminicidas se suicidaron. Varios de los feminicidios fueron cometidos delante de los menores procreados con la víctima o hijos de esta de una anterior relación.
El número de feminicidas que se suicidaron durante este lapso equivale al 32.5% de los agresores. Todavía insuficientemente estudiado, el fenómeno se extiende en el país y en el resto del mundo occidental y encuentra explicaciones que terminan remitiendo al lugar común del remordimiento, la vergüenza social o la elusión consciente de las consecuencias de sus actos por el agresor.
De hecho, estas últimas explicaciones siguen siendo las más socorridas. Pero no son las únicas. Estudiosos y estudiosas de la violencia de género han aventurado otras hipótesis que interpretan el suicidio del feminicida como culminación de la propia conducta machista. Muerta la que era el alimento cotidiano de su masculinidad tóxica, la vida del feminicida pierde sentido porque su acto lo ha llevado a quedarse sin el objeto de su control.
Un artículo de Andrés Montero Gómez, publicado por el periódico feminista Mujeres en Red, desmonta el presunto miedo a la sanción social, partiendo de que la violencia contra las mujeres, aun la extrema, está legitimada por la cultura, por lo que el feminicida no teme ser sometido al juicio o condena social. Además, la propia y sistemática conducta agresora evidencia su impermeabilidad a las eventuales desaprobaciones.
De hecho, una revisión a vuelo de pájaro de la prensa dominicana alojada en internet, vendría a avalar la tesis de Montero Gómez. En un significativo número de casos, los medios anteponen los datos del feminicida? suicida o no? a los de la mujer asesinada. Los celos siguen ocupando titulares y las bondades del carácter del agresor, relevadas: era un hombre tranquilo, nunca lo vieron ejercer violencia contra su víctima, era trabajador y buen vecino, por lo que su “inesperado” acto “consterna” al entorno, paralizado en su asombro.
Las publicaciones más procaces, aunque también prensa “seria”, utilizan un lenguaje ofensivo contra la víctima, o les dan crédito a las declaraciones del verdugo sin ningún esfuerzo de comprobación. Sirva como ejemplo el titular “Hombre mata mujer porque lo contagió de enfermedad”. Un periódico “serio” que se hizo eco del feminicidio, solo en el segundo párrafo afirma que “según versiones” esta habría sido la causa. Empero, en su titular y en el primer párrafo de la noticia este contagio no comprobado se toma por un hecho.
“Casi todos los agresores matan a la mujer después de que ella haya decidido abandonarles ?expone Montero Gómez?. Es la pérdida de control lo que precipita el asesinato, y también el suicidio posterior. En violencias sistemáticas, el agresor machista ha construido su universo vital prácticamente alrededor de la dominación traumática de una mujer. Cuando es prolongado, el sometimiento de otro ser humano acaba convirtiéndose en el centro de la vida del agresor, es el referente que le otorga significado primordial a su existencia. Cuando desaparece ese centro, la vida pierde sentido para el torturador”.
Medios para cometer los feminicidios:
Arma de fuego 12
Arma blanca 11
Ahorcamiento 6
Degüello 2
Golpes 2
Asfixia 2
Fuego 2
La violencia vicaria también está presente en los feminicidios cometidos en el país desde enero. El caso más resonante es el de Reina Margarita Pérez Mella, madre de la chef Raquelita Guerra, muerta de 25 puñaladas por su exsuegro.
Si a los feminicidios consumados se suman los intentos fallidos, para un total de 59 agresiones mortales contra las mujeres, autoridades, medios de comunicación y sociedad podrían encontrar la vía para encaminar esfuerzos más serios para contener la violencia de género que convierte a las mujeres en rehenes del miedo.