ALEGORÍA DEL VUELO DE LA MARIPOSA
Por Jenny Matos
LUNES, 23 AGOSTO, 2021: La mariposa de mujer no cambió por estética, como quien se practica una cirugía plástica. Lo hizo por calidad de vida, no por belleza, se transformó por el viaje.
No pretendió mirarse al espejo en su vanidad perdida, quiso ver sus alas en el río. No aletea la presunción de sus alas plateadas, toda su transformación se produjo por el vuelo. Ella anhelaba abrirlas de par en par y dejarse caer en picada.
Ella vivía arrastrada expuesta a pies que la lastimaban, subir la pendiente del árbol le costó mucho trabajo. Pender de la rama aquella fue una situación muy incómoda, pero ella estaba consciente de que en el suelo no viviría mucho tiempo como gusano, había muchos pies que pretendían vejarla.
La metamorfosis más grande la hizo internamente, pues tuvo que tener fe. Cuando era una oruga corriente, todo lo que miraba en el reflejo del cristal le gritaba que era imposible esa fachada cambiar. Pero a pesar de todo, afanaba por no seguir humillada, antes que todo pasara ya se veía transformada.
Miraba desde abajo el aleteo constante de una ninfa papillera que cantaba y le decía: —“Gusano, abre el pecho, saca alas y tendrás el cielo de morada”—. Al escuchar el consejo, se esforzó por subir la pendiente de aquel tronco leñoso. Aunque las burlas de los insectos les herían sus oídos y su autoestima, sabía que si dejaba de intentarlo las mofas serían más escarnecidas, así que decidió ¡volar o morir!, no podía seguir arrastrada.
Y mientras en su saco esperaba no estaba ansiosa por las alas, no eran la imagen ni los colores los que la desvelaba, ella quería simplemente unas alas que la elevaran. No le importó qué forma ni estilo tuviera el regalo, cuando al fin las pudiera desenrollar. No cambió por hermosura, lo hizo por el viaje.
Era un asunto de altura, quería mirar desde arriba. Alzada, donde el sol calienta más fuerte, pudo notar que debajo había otras alas que superaban las de ella, como el cisne, por ejemplo, ¡qué majestuosas son! Pero, no suspiro envidia, notó que era más hermoso aquel plumaje tan blanco, pero nunca saldría del río, mientras ella sobrevolaba por ríos y los pantanos.
Tampoco quería volar tan alto para que otros la viesen. Su vuelo no era de un superhéroe, sino de mariposa, suave y serena como el de una virgen esposa, que da giros elegantes para sí misma sin presumir. Por eso, no busca aplausos. La mariposa busca el jardín, donde crezcan las flores de la paz para cruzar la ladera y siempre existe una eterna primavera.
¡Luchó no por las extravagancias y amenidades, lo hizo por calidad de vida para el breve tiempo que le restaba!
Ella sabía que en el mundo de alimañas donde vivía, muchos recordándole que era gusano era la única manera de ellos sentirse importantes.
La mariposa no soñó ser bonita, como todos han creído, era más ambiciosa de lo que todos pensaron. Añoraba ser libre del ecosistema de su derredor, en el que se respiraba una atmósfera atestada de estiércol. Se decía a sí misma: —“En las alturas la lluvia cae pura y natural, sin contaminación alguna. El viento golpea mejor, el sol acaricia la frente y me siento más próxima del cielo”.
No estaba hambrienta del flash de las luces fotográficas para poses o revistas. Eligió la luz del flash de los relámpagos, pues las cámaras son de humanos, más los rayos naturales provienen de Dios. Era mejor el ímpetu de su Creador, que el aplauso de la gente. No fue por el brillo de la fama, era por la luz del Señor con tantas tonalidades.
Y todos los insectos, después de que ella obtuvo sus alas, curiosos le preguntaban: — ¿Qué te pasa muchacha que te notamos tan cambiada? Ella esbozando una sonrisa, le contestaba con desdén: ¡La vida me ha golpeado tanto, que no logré recordarlo! Al ver que los que antes la humillaban ansiosos se aproximaban, levantó el vuelo, sumamente atónita.
Mientras del cielo se escucharon voces que gritaban, era un ángel que bien la aconsejaba, y le decía sutilmente: —“Vuela, vuela, mariposa, no te detengas jamás, tratarán de arruinar tus alas, pero ya Dios te enseñó a volar.
Desde abajo muchos la creyeron vanidosa, pero fue tanto, que siendo crisálida lloró, que el dolor la volvió mariposa. Todo pasó por sus ojos, ella padeció humillación, ahora miraba los campos y no les guardaba rencor, pero se alejaba del suelo.
Moraleja: ¡Mujer! Quien no te valoró cuando no eras nadie, no puede detener el vuelo de tu futuro, cuando se materialice la transformación que Dios hará en tu vida. La mariposa, no se alejó por presunción, lo hizo por dignidad. Cuando le nacieron alas, murió y volvió a nacer, en una persona totalmente distinta, que prefería la soledad del paisaje, que la muchedumbre de las muchas voces alborotadoras.