Bienvenidos al infierno: Centralia, el pueblo que se incendia desde hace 60 años

Bienvenidos al infierno: Centralia, el pueblo que se incendia desde hace 60 años (Wikimedia).

Era una ciudad próspera hasta que en 1962 comenzó a incendiarse una veta de carbón de 13 km de extensión. Todo arde a su alrededor, pero quedan 9 habitantes.

 

Este pueblo se llama Centralia. Y es famoso para millones de personas con otro nombre: “Silent Hill”. Todo por obra y gracia de un videojuego de terror y de una espeluznante película del mismo nombre.

Pero Centralia es la puerta del infierno. Y entrar a él puede ser un viaje solo de ida. Y sin escape.

Este pueblo se llama Centralia. Y es famoso para millones de personas con otro nombre: “Silent Hill”, una espeluznante película del mismo nombre.

Este pueblo se llama Centralia. Y es famoso para millones de personas con otro nombre: “Silent Hill”, una espeluznante película del mismo nombre.

Centreville es un pueblo que nació en 1841, en Pensilvania , pero recién fue registrado en 1866 en los catastros y con otro nombre: Centralia. Una ciudad que estaba prosperando por una sola causa: su mina de carbón.

Gracias a ella el pueblo empezó a crecer: aparecieron las escuelas, los bancos, las tabernas, los parques y enorme cantidad de casas sencillas.

Pero no era una ciudad tranquila.

La ciudad no tiene entradas habilitadas.

El fundador de la ciudad, Alexander Rea fue asesinado por una asociación clandestina de mineros llamada Molly Maguires. El pueblo llegó a la plana de los diarios por ese hecho: eran mediados de 1860, y a pesar que los culpables terminaron ahorcados, no fue el último crimen. Durante los años siguientes asesinatos e incendios fueron moneda corriente.

La chispa fatal

Pero eso no impidió que Centralia siguiera creciendo y aumentaran sus riquezas. De pronto la mina de carbón produjo la llegada de dos líneas ferroviarias (Philadelphia and Reading y Lehigh Valley), la construcción de un colegio primario y secundario, siete iglesias, dos teatros, una oficina de correos, cinco hoteles, veintisiete tabernas, dos decenas de almacenes y negocios de todo tipo asociados a la minería.

Centralia ya tenía 3.000 habitantes. Hasta que un día cambió todo.

Una chispa desencadenó el infierno en mayo de 1962. Unos bomberos quemaban desechos en un basurero en las afueras de Centralia que comunicaba con una de las fosas abandonadas de la mina y sin querer encendieron una veta de carbón expuesta. Esa chispa fue propagándose por todo el subsuelo de la ciudad.

Y comenzó a buscar la superficie. Empezó a surgir a través de agujeros en la carretera, en los suelos de las casas, en los parques. El infierno estaba desatado.

Nada ni nadie podía con ese incendio sin fin

Pero como el fuego seguía viviendo en las entrañas de la ciudad y sólo se asomaba en algunos lugares, la gente siguió viviendo en el lugar, sin entender que solo inhalando el monóxido de carbono por la quema subterránea de carbón, ya contraía serios problemas de salud.

Hasta que un hombre se dio cuenta que todo podía estallar. Era el empleado de una estación de servicio que en 1979 introdujo una vara en de los tanques de gasolina para averiguar la cantidad de combustible que quedaba. Cuando sacó la varilla, estaba ardiendo. La temperatura allí debajo era irreal 768º grados centígrados.

​Se fueron todos...casi todos

Los pobladores comenzaron a escapar del lugar. Pero no todos. Algunos creían que nada iba a pasar hasta que el gobierno de Estados Unidos, en 1984 tomó cartas en el asunto.

Se debió por una cuasi tragedia. Un nene de 12 años, Todd Domboski casi cae en un agujero que se abrió repentinamente bajo sus pies. Lo salvaron agarrándolo de los pelos y sobrevivió a pesar de los gases tóxicos.

Nunca se pudo calcular la profundidad del pozo pero se cree que son cientos y cientos de metros.

El gobierno intentó apagar el incendio inyectando agua en el terreno. No funcionó. Luego se excavaron zanjas alrededor del incendio para contenerlo, pero el fuego se avivó al entrar en contacto con el oxígeno. Luego construyó una barrera de cenizas para evitar que el fuego siguiera avanzando, pero tampoco funcionó.

Por último se excavaron 60 pozos para monitorear la actividad del incendio. Se comprobó que seguía creciendo.

En 1983 se celebró un referéndum y por una mayoría de dos tercios, los habitantes de Centralia votaron a favor del traslado.

El Congreso de EE.UU. destinó una partida de 42 millones de dólares para comprar todas las casas, demolerlas y reubicar a los vecinos.

Cerca de 500 edificios fueron derribados y más de 2.000 personas fueron trasladadas a los pueblos vecinos de Mount Carmel y Ashland. Pero no todos se fueron.

Los fantasmas de Centralia​

Hoy Centralia tiene 9 habitantes y todos los sábados por la noche hay una misa en la única iglesia que queda en el lugar.

Se estableció que el incendio en las profundidades no puede ser apagado. Se encuentra localizado a 1.600 metros bajo tierra y tiene 13 kilómetros de extensión. Esa veta contiene tanto carbón que Centralia va a arder por 250 años más.

Hoy Centralia es un pueblo fantasma a pesar de sus 9 habitantes. Y lo irónico es que los cuatro cementerios del pueblo están en perfecto estado y tienen muchísimos más habitantes que los que quedan vivos.

Los 9 locos o valientes que habitan Centralia aseguran que el fuego no es un peligro y acusan a las autoridades de tener un plan para vender a compañías mineras el carbón que hay debajo del pueblo.

Afirman que hay unos U$S 3.000 millones en carbón de antracita y que el municipio de Centralia tiene la propiedad de esas reservas. Si el municipio desaparece, la propiedad pasa al estado de Pensilvania.

Esta era la entrada al pueblo. Se tapó con tierra. Detrás del montículo está Centralia y sus 9 habitantes (Wikimedia).

Centralia,hoy es un pueblo fantasma, con edificios abandonados, carreteras agrietadas y cerradas, vegetación que todo lo cubre y silencio.

Un silencio sepulcral. Salvo por esos 9 fantasmas con vida que deambulan por la ciudad. No la piensan abandonar. Hasta la muerte...

Gustavo Londeix}

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