Demoledor en el boxeo e “inútil” para el béisbol: Rocky Marciano y la curiosidad de su brazo derecho noqueador
Rocky Marciano blande un bate. A su lado, sonriente, el legendario beisbolista de los Boston Red Sox Ted Williams.
Descendiente de italianos que se radicaron en Estados Unidos, el único campeón mundial de los pesados que se retiró invicto no pudo cumplir su sueño de jugar en las Grandes Ligas.
Por Luciano González /
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SÁBADO, 31 OCTUBRE, 2020: Martes 23 de septiembre de 1952. Cuarenta mil personas en el Estadio Municipal de Filadelfia. Decimotercer round. El campeonato mundial de peso pesado de boxeo está en juego. Su propietario, experimentado y muy curtido, manda en las tarjetas y solo necesita llegar de pie al final para retener la corona. El aspirante, que cayó en el primer asalto y sangra profusamente desde el sexto, parece ya vencido. Hasta que un derechazo fulgurante demuele a Jersey Joe Walcott, que escuchará desde el tapiz la cuenta de diez del árbitro Charley Daggert. Ese brazo derecho le da el título a Rocky Marciano. El mismo brazo derecho que lo había privado de su primer gran sueño deportivo... en el béisbol.
Marciano es una leyenda. Su récord inmaculado de 49 victorias, su potencia devastadora (43 triunfos antes del límite), su capacidad para capear la adversidad, su condición de único campeón mundial pesado que se retiró invicto y su muerte temprana lo catapultaron al bronce. Su nombre fue incluido en el Salón de la Fama del Boxeo de la revista The Ring en 1959 y en el de Canastota en 1990. Sin embargo, su deseo juvenil era ver su nombre en otro Salón de la Fama, ubicado en Cooperstown, a 80 kilómetros de Canastota.
“Su verdadero amor era el béisbol. Y siguió siéndolo incluso a lo largo de su carrera como boxeador”, contó Peter, uno de sus cinco hermanos, 17 años menor, que retomó ese camino que inicialmente le marcó Rocky y llegó a jugar dos temporadas en las Ligas Menores con equipos filiales de Atlanta Braves. Al mayor de la prole no le quedó más que conformarse con ser uno de los más brillantes campeones de boxeo del siglo XX.
Hijo de Pierino Marchegiano y Pasqualena Picciuto, dos italianos que habían viajado a Estados Unidos durante la década de 1910, antes de conocerse, Rocco Francis Marchegiano nació el 1° de septiembre de 1923 en Brockton, una ciudad ubicada 40 kilómetros al sur de Boston, cuya economía giraba alrededor de la industria del calzado y en la que convivían migrantes italianos, polacos, irlandeses, lituanos y suecos.
Tras sobrevivir a una fortísima neumonía cuando tenía 18 meses, el vástago mayor de Pierino y Pasqualena creció en una casa en la que la familia Marchegiano se apretujaba como podía, pero que estaba frente al James Edgar Playground, un parque céntrico de Brockton donde Rocco pasaba horas practicando bateo junto a sus amigos del barrio, mientras su padre trabajaba en la fábrica de zapatos Stacey Adams.
A mediados de 1939, ingresó a la Brockton High School y al año siguiente se ganó el puesto de catcher en el equipo de béisbol del colegio. Además, jugaba en la misma posición en Saint Patrick, un conjunto que participaba en la liga que organizaba la iglesia local. Como si eso fuera poco, también se desempeñaba en el equipo escolar de fútbol americano.
“Era duro, fuerte, poderoso. Nunca se cansaba ni se lastimaba”, recordó Charlie Holden, su entrenador, en Rocky Marciano: The Rock Of His Times, la biografía escrita por Russell Sullivan y publicada en 2005.
Rocky Marciano (parado, primero desde la derecha), a los 15 años, con sus amigos de Brockton.
Pero a fines de 1940, cuando la economía de Brockton sufría todavía el impacto de la Gran Depresión y el ingreso masivo de calzado importado que afectaba a la industria local, Rocco abandonó la escuela y comenzó a trabajar para aportar a la mesa familiar, primero como peón en un camión de reparto de carbón (cobraba solo 10 dólares por semana) y luego en la Stacey Adams junto a su padre. De todas maneras, el béisbol siguió siendo parte de su vida: continuó jugando en Saint Patrick.
En 1943, cuando tenía 20 años, fue reclutado por el Ejército y enviado en plena Segunda Guerra Mundial a Gales, donde permaneció ocho meses y transportó suministros a través del Canal de la Mancha hacia Normandía. De regreso a Estados Unidos, fue asignado a la reserva militar de Fort Lewis, en el estado de Washington, para esperar su traslado al Pacífico, que nunca ocurrió.
Durante ese tiempo de espera, comenzó a boxear principalmente para conseguir días libres en la reserva y como forma de evitar la kitchen police, las tareas de cocina asignadas al personal subalterno y que incluían cocinar, servir las raciones y lavar los platos.
A mediados de 1946, un año después del final de la guerra, recibió una baja honorable y regresó a Brockton. La G.I. Bill, una ley aprobada en junio de 1944 por el Congreso estadounidense y que contemplaba beneficios económicos para los veteranos desempleados, le permitió subsistir un año con esos 20 dólares semanales y enfocarse otra vez en el béisbol. Por entonces, comenzó a jugar en Taunton Lumber, un equipo semiprofesional.
Al mismo tiempo, se mantenía activo como púgil aficionado, aunque sus fichas no estaban depositadas allí. “Nunca pensó en convertirse en boxeador; nunca habló de eso ni dio indicios al respecto”, contó su amigo Nick Sylvester, quien vivía en el mismo barrio que los Marchegiano. Pero otro amigo del barrio, Allie Colombo, quien entrenaba a Rocky en el gimnasio de YMCA de Brockton, le acercó la primera posibilidad de conseguir unos billetes a cambio de calzarse los guantes.
El muchacho que buscaba su destino había conseguido un empleo como cavador de zanjas en la Brockton Gas Company y se estaba preparando para un gran desafío: una prueba para incorporarse a los Fayetteville Cubs, un equipo filial de los Chicago Cubs de las Grandes Ligas, a la que había accedido por invitación de Ralph Wheeler, un cazatalentos que también trabajaba como editor de deportes del Boston Herald. Unos días antes de esa prueba, Colombo le ofreció hacer una pelea a cambio de 50 dólares en Holyoke, 130 kilómetros al oeste de Brockton.
Rocky Marciano, junto a Pasqualena Picciuto, su madre.
Rocky aceptó. El 17 de marzo de 1947, se tomó el día libre en su trabajo y viajó varias horas en tren. Llegó a Holyoke a media tarde y se enteró de una mala nueva: su bolsa no sería de 50 dólares, sino de 35. Como fuera, ya no había vuelta atrás.
Esa noche, en una de las peleas complementarias de la velada que se llevó a cabo en el Valley Arena, el prospecto local Lee Epperson, que debutaba tras haber tenido una aceptable carrera como aficionado, enfrentaría a un desconocido que fue presentado como Rocky Mack. Marchegiano utilizó ese seudónimo para no perder su condición de amateur.
El ignoto Mack noqueó a su adversario a los 42 segundos del tercer round con un uppercut de derecha. Epperson no volvió a combatir después de esa noche y se convirtió en litógrafo en una papelería en Springfield (Massachusetts). A su rival le esperaba otra historia.
De todos modos, esa historia todavía no se divisaba vinculada a los guantes. De hecho, apenas unos días después de la victoria ante Epperson, Rocky viajó dos días en auto junto a tres amigos de Brockton, Vinnie Colombo, Eugene Sylvester y Red Gormley, para llegar a Fayetteville, en Carolina del Norte, y hacer la prueba para los Cubs.
El reto no era sencillo. Además de Marchegiano, se presentaron otros 12 catchers, de los cuales los Chicago Cubs seleccionarían a cuatro para el equipo de Fayetteville y para sus otras escuadras filiales. En esos días, el catcher titular del conjunto de Carolina del Norte era Smoky Burgess, quien llegaría a las Grandes Ligas con Chicago Cubs en 1949, jugaría 18 temporadas en la MLB, disputaría 9 veces el Juego de las Estrellas y sería campeón de la Serie Mundial con Pittsburgh Pirates en 1960.
Durante las tres semanas que duró la prueba (por la que cobró 200 dólares), Rocky mostró un muy buen bateo, pero también evidenció dificultades para lanzar con precisión y potencia desde su posición hacia la segunda base debido a una lesión en el brazo derecho que había sufrido durante sus años en el Ejército. Ese déficit le valió el rechazo.
“Siempre fue un bateador de bolas largas con un brazo muy débil. Tenía buena mecánica, pero no podía lanzar. El mismo brazo derecho que era tan poderoso para noquear era demasiado débil para el béisbol”, explicó años más tarde su hermano Peter. “No tenía un gran brazo, pero podía batear la pelota a una milla. Era muy lento y eso lo detuvo. Sin embargo, era un jugador de béisbol mejor que el promedio″, ratificó su cuñado Armond Colombo.
Después de esa negativa en Fayettevile, Marchegiano hizo un último intento en otro equipo de las Ligas Menores de Carolina del Norte, Goldsboro Goldbugs, pero tampoco fue aceptado. Solo entonces emprendió el regreso a Brockton. “Cuando volvió, estaba muy decepcionado -reveló su hermano Peter-. Pero estaba listo para probar en el boxeo”.
Y así fue. Combatió como amateur durante 1947 (ese año, ganó el título de peso pesado de los Guantes de Oro de Nueva Inglaterra) y recién volvió a hacerlo como profesional, ya con su verdadero nombre, el 12 de julio de 1948, un mes y medio antes de cumplir 25 años: despachó en el primer round a Harry Bilazarian en el Rhode Island Auditorium de Providence.
A esa victoria la siguieron otras 41 en fila (37 antes del límite) hasta alcanzar la chance de pelear por el título. Uno de esos triunfos, en 1951, fue ante su ídolo, Joe Louis, en la última pelea del notable ex campeón mundial. Esa noche, Rocco Francis Marchegiano, a quien ya todos conocían como Rocky Marciano, terminó llorando en el vestuario de su adversario en el Madison Square Garden.
Luego llegó el combate con Jersey Joe Walcott y el nocaut con aquel derechazo fulminante, impulsado por un brazo que no era lo suficientemente potente para lanzar una pelota de 150 gramos de peso y 23,5 centímetros de circunferencia.
Marciano defendió su corona seis veces en tres años y medio. El 27 de abril de 1956, siete meses después de haber noqueado a Archie Moore en el Yankee Stadium del Bronx, anunció su retiro durante una conferencia de prensa en el Hotel Shelton de Nueva York. Tenía apenas 32 años y se despedía imbatido. Ningún campeón pesado lo había logrado hasta entonces y ninguno lo lograría después.
El domingo 31 de agosto de 1969, apenas unas horas antes de cumplir 46 años, murió en un accidente aéreo, cuando el Cessna 172 monomotor en el que viajaba desde Chicago hacia Des Moines junto al empresario Frankie Farrell y al piloto Glenn Belz (también fallecieron) cayó en una plantación de maiz en Newton (Iowa) y se estrelló contra un árbol.
Fuente: Clarin.com