Vocería de los dioses: Compadrazgo indisoluble entre RD y sus hoteleros


Hay argumentos que no se asimilan fácilmente y deben explicarse en detalle para que se entiendan. Según comentarios recibidos, ese ha sido el caso de mi entrega anterior donde se propuso un “paradigma moderno” para orientar la gestión pública de nuestro sector turístico. Algunos creyeron que la visión implicaba una desatención, sino un abandono, del subsector hotelero por parte del MITUR. Nada más lejos de la verdad, aunque en consonancia con el interés nacional su prioridad máxima debe ser mejorar el producto turístico por ser eso la mejor estrategia promocional.

Para nuestro país es muy ventajoso que un 95% del inventario de habitaciones hoteleras sea de propiedad extranjera. Las cadenas hoteleras aquí representadas son grandes multinacionales provenientes de los países que nos nutren de visitantes. Su procedencia de Europa y Norteamérica, los mercados emisores de los turistas que recibimos, conlleva que sean empresas con una sintonía sin par con esos mercados. Su gran tamaño y su presencia comercial allá les otorgan capacidades de mercadeo que difícilmente tendrían empresas nacionales. Estas últimas no pueden competir con esas cadenas y es por lo que su participación en el subsector es cada vez menor.

Como la competencia en el mercado turístico internacional es una competencia global, es decir, mundial, los estándares de operación de esas cadenas tienen que ser de “clase mundial”. Eso implica que su tecnología y modelos de negocios son de los más altos y desarrollados para poder ser exitosos. De ahí que la supervisión nacional en materia de seguridad alimentaria, por ejemplo, sea prácticamente innecesaria. Para garantizar la higiene de los alimentos la mayoría de esas cadenas contratan los servicios de inspectoría de empresas transnacionales (p. ej. Crystal, que tiene sede en Londres). Nuestro país es el destino anfitrión, pero no somos responsables directos de la calidad de los servicios que ofrecen esas cadenas. En gran medida, a eso se debe que un 98% de los turistas se van satisfechos con la experiencia que vivieron durante su visita.


https://www.traveltradecaribbean.es/cuales-son-las-principales-cadenas-hoteleras-espanolas-presentes-en-el-caribe/



Lo anterior sugiere que los modelos de negocios de las cadenas deben, para mantener su competitividad, reflejar las tendencias del mercado mundial. Las oficinas centrales de esas empresas monitorean estrecha y diligentemente las cambiantes preferencias de los consumidores, es decir, de los turistas potenciales para producir innovación y para adoptar buenas prácticas de gestión y operación. Esas son tareas que ninguna entidad nacional, ni publica ni privada, puede hacer tan bien como lo hacen las cadenas. Pero afortunadamente, tampoco es necesario que la gestión pública del sector se concentre en eso cuando tiene otros desafíos más cónsonos con los objetivos nacionales de desarrollo.

https://www.lookingforbooking.es/cadenas-hoteleras/rep%C3%BAblica_de_santo_domingo



No por eso debe la gestión pública mirar con indiferencia las necesidades locales de las cadenas hoteleras y de otros operadores turísticos. Al país le interesa que sus operaciones sean exitosas y florecientes para poder devengar los beneficios que ellas le producen. Además de las divisas y el empleo, dos insumos cruciales para nuestra economía, los agentes extranjeros son responsables de una muy provechosa transferencia tecnológica. Ya disponemos de una mano de obra muy bien calificada en los menesteres hoteleros, hemos aprendido a ser puntuales y gran parte del personal domina por lo menos otro idioma. La disciplina de su fuerza laboral es otra ventaja que, con la rotación de muchos trabajadores, hace metástasis en otros sectores de la economía.

De igual trascendencia es el hecho de que los inversores extranjeros del sector han aportado y continúan aportando los capitales para el desarrollo de la parte privada de la industria, una contribución que la timidez y falta de know how de los capitalistas nacionales torna indispensable. Gracias a su imbricación con los mercados emisores y a su necesidad de rentabilizar sus inversiones, la presencia comercial extranjera nos garantiza los niveles requeridos de ocupación hotelera y de demanda por los servicios turísticos conexos. Es pues obvio que al país le conviene que esos inversores se sientan bien con la atención que le brinda la gestión pública.

Lo que no debe esperarse es que la gestión pública priorice la atención a las necesidades locales de las cadenas hoteleras y otros operadores turísticos por encima de las prioridades del país. Lo primordial para el país –en la coyuntura de mediano plazo– es facilitar el desarrollo de aquellos rasgos del producto turístico que requieren creación o fortalecimiento. Los agentes privados estarán conteste de que ese esfuerzo estatal debe focalizarse en la diversificación del producto, una necesidad que ha sido señalada por multitud de expertos. En otras palabras, la prioridad estatal debe ser en lo que falta por hacer fuera de los hoteles sin descuidar su buena salud.

Existen actualmente varias tareas que son prioridad para ambos bandos. Ya se ha señalado la necesidad del ordenamiento territorial para la provincia La Altagracia, algo que consolidará el buen futuro de las propiedades inmobiliarias de las cadenas hoteleras e impartirá mayor racionalidad al desarrollo regional. Con el ordenamiento debe venir conexo un plan de desarrollo urbano para el Distrito Municipal Verón-Punta Cana. Asimismo, la autorización del ansiado “pre-clearance” para los aeropuertos de Punta Cana, Santo Domingo y Puerto Plata (en ese orden), un proyecto para el manejo del sargazo, otro para la regeneración de playas y la creación del fideicomiso de promoción son urgentes prioridades para el sector privado y el público.

Para ayudar con la recuperación del turismo post-covid, el MITUR debe procurar inclusive una rebaja modesta de las obligaciones fiscales de las empresas hoteleras para el presente año, a sabiendas de que eventualmente un pendiente Pacto Fiscal reconfigurará todo el tinglado impositivo para el sector. A cambio, los hoteleros deberán participar en la solución al problema del agotamiento del acuífero de la región este, el cual ya acusa una intrusión salina muy preocupante. Estas y otras tareas que aguardan en la Cosa Norte y en Samaná serian prioridades del paradigma “moderno” que responden directamente a las necesidades de atención pública para la industria hotelera.

Así las cosas, el paradigma moderno no descuidaría la salud de las empresas hoteleras y de otra índole que constituyen la base actual del sector turístico. Pero esos empresarios entenderán que prioridades tales como el despegue del turismo en Pedernales y Montecristi, captar nueva inversión extranjera o lograr un mayor eslabonamiento intersectorial, por ejemplo, son tareas fundamentales de desarrollo turístico que deberán ocupar una más prioritaria atención de parte de la gestión pública del sector. Esas y otras tareas mencionadas en la entrega anterior son el tipo de iniciativas públicas que propendería a la diversificación del producto turístico y al desarrollo sectorial para el beneficio de todos.

Los intereses de los hoteleros y los del país están yuxtapuestos e imbricados en un compadrazgo sin divorcio. A los hoteleros les conviene que el producto turístico dominicano se fortalezca y diversifique y al país le conviene que ellos consoliden sus negocios progresivamente. Pero cada uno tiene sus prioridades y el compadrazgo se basa en el respeto mutuo entre los actores.




Por: Juan Llado/
Lunes  25 de mayo de 2020 |

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