"Nunca habíamos visto algo así": Los científicos aún intentan entender el comportamiento impredecible del Covid-19

 (Photo by Dimitar DILKOFF / AFP) (Photo by DIMITAR DILKOFF/AFP via Getty Images)

Mark Johnson / USA TODAY

EN MILWAUKEE, Jueves 21 Mayo, 2020:  El nuevo coronavirus se ha propagado como un incendio forestal provocando muertes a su paso sin reparar en edades y condiciones de salud, desconcertando a los médicos, desafiando la orientación y la sabiduría convencional y generando una serie de síntomas sin precedentes.

Nunca nos habíamos enfrentado a un virus como este.

“Esto afecta todos los procesos biológicos importantes en nuestras células”, explicó Nevan J. Krogan, biólogo molecular de la Universidad de California, en San Francisco, quien durante los últimos 13 años ha estudiado el VIH, el ébola, el zika, el dengue y otros virus.

“Nunca habíamos visto algo así a nivel molecular. Mira lo que le hace al cuerpo, la larga lista de síntomas que provoca, jamás lo habíamos visto”.

Mientras los estadounidenses discuten sobre la posibilidad de reabrir los negocios, bares, escuelas y otros aspectos de la vida cotidiana, es importante comprender el virus al que nos enfrentamos y saber por qué ha sembrado tanto sufrimiento y confusión.

Al inicio se pensaba que el virus representaba fundamentalmente un riesgo para los adultos mayores y las personas con enfermedades crónicas, y que el órgano diana que atacaba eran los pulmones. Luego las personas de entre 30 y 40 años que contrajeron el virus comenzaron a morir de derrames cerebrales. Hace poco, un número pequeño de niños infectados también han muerto de una enfermedad misteriosa que se parece a la enfermedad de Kawasaki.
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Los síntomas de la COVID-19 varían desde la fiebre, tos y falta de aliento hasta la pérdida del olfato y el gusto y una inflamación rojiza que se conoce como “dedos COVID”. Los estudios han encontrado que el daño del SARS-CoV-2, el virus que causa la enfermedad COVID-19, no se limita a los pulmones, sino que puede afectar el corazón, el hígado, los riñones, el sistema gastrointestinal y los intestinos.

Para comprender la “motivación” de un virus, o sea, por qué hace lo que hace, hay que tener en cuenta que se trata de un parásito. Vive dentro de su huésped humano o animal tomando lo que necesita a expensas del huésped.

El virus prosperará mientras encuentre hospedadores sin inmunidad y sus propias mutaciones no debiliten su capacidad para propagarse y multiplicarse.

Los dos puntos de referencia clave para comprender un virus son: cuánto se propaga y cuán mortal es para quienes infecta.

En los cinco meses desde que se identificó por primera vez en Wuhan, China, el SARS-CoV-2 ha infectado a más de 4,5 millones de personas en todo el mundo, matando a más de 300 000.

“Lo que me llama la atención desde el punto de vista clínico es su elevada transmisibilidad”, apuntó Megan Freeman, viróloga y especialista en enfermedades infecciosas pediátricas en el hospital pediátrico UPMC de Pittsburgh.

“Hay muy pocos virus que sean más contagiosos que este”, coincidió Mark Schleiss, investigador del Instituto de Virología Molecular de la Universidad de Minnesota.

Un solo paciente de COVID-19 propaga la enfermedad a una media de 5,7 personas, por lo que es dos veces más contagioso que la gripe española de 1918, según un informe publicado en la revista Emerging Infectious Diseases.

La tasa de infección en Estados Unidos, a lo que se refieren los expertos cuando hablan de “aplanar la curva”, se ha desacelerado. Sin embargo, la nación sigue promediando unas 1 000 muertes al día por COVID-19, aproximadamente el doble del número de muertes que se produjeron el 11 de septiembre cada semana.

Miles de los mejores científicos del mundo están trabajando a marchas forzadas para intentar comprender el nuevo coronavirus. Descifraron su código genético en apenas una semana y han producido decenas de artículos que sugieren posibles tratamientos y vacunas.

“El lienzo que llamamos COVID-19 estaba en blanco hace 16 semanas”, dijo Gregory Poland, director del Grupo de Investigación de Vacunas de la Clínica Mayo. “Hemos rellenado muchos puntos, pero nos falta mucho camino por recorrer”.

“Creo que no entendemos el VIH tan bien”, dijo Krogan, “y llevamos décadas estudiándolo”.
Buscando el talón de Aquiles del virus

Los científicos conocen algunas de las razones por las cuales el nuevo coronavirus se propaga con tanta facilidad, aunque no las conocen todas. Freeman señala varios factores, incluido uno que distingue el SARS-CoV-2 de otro virus al que se parece mucho, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS).

El SARS ataca el sistema respiratorio inferior, cuyo trabajo es extraer el aire del sistema respiratorio superior.

Sin embargo, el SARS-CoV-2 ataca el sistema respiratorio superior, la vía que permite que el aire entre y salga de los pulmones mientras respiramos. La vía aérea superior también es el sistema que se activa al toser.

El sistema respiratorio superior ofrece un medio más eficiente de propagación, explicó Freeman.

“Por eso es más transmisible... Cuando esto surgió, es probable que se produjera alguna mutación que le permitió adaptarse para usar la vía aérea superior. Eso ha hecho que sea muy exitoso”.

Una segunda diferencia entre el SARS y el SARS-CoV-2 se refiere al enlace que permite que las células virales se unan a las células humanas y las infecten. En ambos virus ese enlace se forma entre la proteína Spike en el virus y una región en el exterior de la célula humana llamada receptor ACE-2.

Ambos virus usan ese enlace para acceder a las células, pero el enlace es mucho más fuerte en el nuevo coronavirus que en el SARS. Esa es la razón por la cual muchos de los posibles tratamientos que se han diseñado hasta ahora tienen como objetivo debilitar ese vínculo.

“Siempre quieres apuntar al talón de Aquiles del virus, algo que el virus no pueda darse el lujo de cambiar mucho”, explicó Maria Elena Bottazzi, profesora de pediatría en la Escuela de Medicina de Baylor y co-desarrolladora de una posible vacuna contra el SARS que va a ser probada en el SARS-CoV-2.

Aunque al inicio los líderes de salud pública compararon el nuevo coronavirus con la gripe estacional, los coronavirus tienen una característica especial que los distingue de otros virus como la gripe. Tienen su propio sistema de revisión que les ayuda a limitar los errores en su código genético, conocido como mutaciones.

“Los virus de la gripe cometen hasta seis veces y media más errores que los coronavirus”, dijo Freeman.

A pesar de que la propagación del virus se está desacelerando en Estados Unidos, algunos investigadores temen lo que podría suceder si se producen brotes importantes en ciudades más pobres y densamente pobladas de África.

“Mira los problemas que hemos tenido”, advirtió Polonia. “Ahora amplifícalos en zonas que tienen guerras civiles, corrupción y no poseen muchos recursos. Eso sería un desastre humanitario en toda regla”.

Un destructor notable

La habilidad del virus para propagarse plantea un desafío, pero lo que hace dentro del cuerpo humano plantea otro.

Muchas de las cosas que los científicos han aprendido hasta el momento sobre el nuevo coronavirus sugieren que se trata de un destructor notable tanto a nivel micro como macro, diezmando células individuales y órganos enteros.

A nivel molecular, el virus interrumpe algunas de las funciones más importantes de la vida: la división celular, el sistema que usan las células para comunicarse y su capacidad para producir proteínas.

Las proteínas que genera nuestro organismo nos ayudan a realizar casi todas las acciones humanas, desde comer y caminar hasta respirar y pensar.

Cuando una persona adquiere el nuevo coronavirus, este entra a los pulmones e infecta directamente los alvéolos, los caballos de batalla microscópicos que absorben el aire que respiramos. En casos graves, esos sacos de aire se llenan de líquido, dejando cada vez menos espacio para el oxígeno. Esa es una característica de lo que se conoce como neumonía por COVID-19.

La neumonía puede conducir al síndrome de dificultad respiratoria aguda, una afección respiratoria grave que priva a los órganos vitales de oxígeno.

Un nivel saludable de oxígeno en sangre generalmente oscila entre 95 y 100 %. Por debajo del 90 % es bajo. Se ha encontrado que algunos pacientes con COVID-19 tienen niveles de oxígeno en la sangre por debajo del 65 %.

A medida que los alvéolos se infectan y se dañan, eso activa el sistema inmunitario, lo que puede conducir a una condición peligrosa llamada tormenta de citoquinas. En una tormenta de citoquinas el sistema inmune se acelera y termina matando tanto a las células enfermas como a las sanas.

Una de las manifestaciones más sutiles y mortales de un nivel de oxígeno bajo en la sangre es una afección llamada hipoxia silenciosa.

Según la descripción que realizó el médico de urgencias Richard Levitan en un comentario en The New York Times, la hipoxia silenciosa permite a los pacientes desarrollar niveles bajos de oxígeno en sangre sin darse cuenta del problema hasta que entran en un territorio peligroso. Respiran más rápido para compensar la falta de oxígeno, pero no son conscientes de que están respirando más rápido.

Levitan sugirió que las personas pueden evitar largas esperas para las pruebas de coronavirus usando un dispositivo simple llamado pulsioxímetro como un sistema de alerta temprana para detectar la neumonía por COVID-19. El dispositivo, que se ajusta sobre el dedo, mide los niveles de oxígeno en la sangre y se puede comprar sin receta en las farmacias por unos 30 dólares.

Por desgracia, el SARS-CoV-2 no se limita a dañar los pulmones.

El virus también causa coágulos de sangre, lo que ha provocado que las personas de entre 30 y 40 años mueran por accidentes cerebrovasculares.

A eso se le suman los casos recientes en Nueva York y París de niños con COVID-19 que desarrollan síntomas muy parecidos a la enfermedad de Kawasaki. La enfermedad comienza con una erupción cutánea y fiebre, inflama los vasos sanguíneos y eventualmente puede dañar las arterias coronarias que llevan sangre al corazón.

“¿Por qué la COVID-19 produce la enfermedad de Kawasaki?”, preguntó Schleiss, de la Universidad de Minnesota, quien estima que ha visto más de 1 000 casos de Kawasaki en su carrera médica.

“No creo que el SARS-CoV-2 sea la causa de la enfermedad de Kawasaki, pero está causando algo muy similar”.

Cada cierto tiempo, el SARS-CoV-2 parece revelar trastornos nuevos, raros e inquietantes.

Un estudio realizado recientemente en China y publicado en la revista JAMA Network Open informó que encontró el nuevo coronavirus en el semen de 6 de los 38 hombres infectados, lo que indica que quizá el virus se transmita a través del contacto sexual.

El virus también se ha encontrado en muestras de heces de pacientes y aguas residuales no tratadas. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han informado que los métodos estándar que se usan en las plantas de tratamiento de aguas residuales deberían ser lo suficientemente efectivos como para proteger a los trabajadores.

Sin embargo, esos descubrimientos plantean preguntas importantes mientras intentamos recuperar nuestras viejas vidas. ¿Ya hemos determinado todas las formas en las que el virus se transmite de una persona a otra? ¿Hay actividades que pueden entrañar riesgos que no habíamos previsto?

En la Universidad de California, en San Francisco, Krogan dijo que es importante examinar los códigos genéticos tanto de las personas que sufren casos graves de COVID-19 como de aquellos que contraen una enfermedad leve o no presentan síntomas.

“Algunos jóvenes de 30 años son asintomáticos y otros usan respiradores. ¿De qué demonios va todo eso?”.

Este artículo fue publicado originalmente en Yahoo por USA Today

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