Lecciones históricas de un golpe de estado

 Miguel Mejía.


“Las conmemoraciones, aún las luctuosas, son ocasión propicia para el recuento y el aprendizaje de sus lecciones. En el caso del golpe contra el profesor Bosch, emerge una verdad que trasciende hasta hoy, y que debe ser objeto de ponderada reflexión por parte de los actuales líderes del PLD, partido también fundado por el profesor, en 1973: la unidad interna del partido, y del gobierno, son premisas insustituibles para la defensa de un proyecto político que pretende promover la justicia social.” Miguel Mejía, secretario general.


EN SANTO DOMINGO, Mièrcoles 25 Septiembre, 2019:  Se cumplen 56 años de uno de los momentos más trágicos en la historia política contemporánea de República Dominicana, Un día como hoy, hace más de medio siglo, fuerzas militares de clara inspiración trujillista, atizadas por intereses oligárquicos y   la histeria anticomunista del gobierno de los Estados Unidos, en el marco de la Guerra Fría, derrocaban por la fuerza al presidente Juan Bosch, democráticamente electo por el pueblo, tras tres décadas de oprobiosa dictadura.

Aquellos militares traidores, no solo violaron su juramento ante la Patria, sino que pisotearon, y derogaron la Constitución vigente, aprobada apenas cinco meses antes, disolviendo de paso a la Asamblea Nacional y a los partidos políticos de izquierda.

Para justificar aquella acción artera, que devolvía a la nación al oscuro submundo del troilismo; los golpistas civiles y militares, enarbolaron la increíble acusación de que el gobierno de Bosch era un gobierno comunista.

Ya se sabe que entonces, e incluso ahora, la reacción internacional, siempre opuesta al progreso y a la adopción de políticas de amplio beneficio popular y de justicia social, ha ideologizado hasta el ridículo sus críticas a gobiernos incómodos para sus privilegios e intereses, intentando satanizar y desprestigiar primero, lo que luego se pretende destruir.

El golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 no fue una acción espontánea e irreflexiva que pretendía, como se ha afirmado, evitar la creación en el país “de una segunda Cuba”.

Comenzó a gestarse desde mucho antes del 27 de febrero, fecha en que Bosch se juramentó como presidente, primero, para evitar su llegada al poder, y luego para terminar con una experiencia transformadora que lesionaría intereses económicos, políticos y sociales de sus opositores, antes derrotados en las urnas. Los historiadores coinciden en que se intentó derrocarlo por la fuerza más de seis veces en los apenas siete meses de su breve mandato.

Contra Bosch conspiraron los partidos que lo adversaron en las elecciones de 1962 y de los cuales seis firmaron un comunicado de apoyo al golpe, la oligarquía y sus peones, la prensa que le servía de vocero, el alto clero católico, los militares trujillistas y la embajada norteamericana, junto al Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado (los mismos que conspiran hoy contra la estabilidad del pueblo dominicano), los que no tuvieron reparos   en sumergirse en el pantano de la conspiración.

En alguna medida, el golpe no fue solo contra Bosch, sino también contra las políticas tímidamente reformistas que, en el marco de la Alianza para el Progreso, implementaba la administración del presidente John F. Kennedy. Como es sabido, este sobrevivió apenas dos meses al derrocamiento del gobierno constitucional dominicano.

Las conmemoraciones, aún las luctuosas, son ocasión propicia para el recuento y el aprendizaje de sus lecciones. En el caso del golpe contra el profesor Bosch, emerge una verdad que trasciende hasta hoy, y que debe ser objeto de ponderada reflexión por parte de los actuales líderes del PLD, partido también fundado por el profesor, en 1973: la unidad interna del partido, y del gobierno,  son premisas insustituibles  para la defensa de un proyecto político que pretende promover la justicia social y que, como hace 56 años, se enfrenta también hoy a poderosas fuerzas nacionales y foráneas que no desean su permanencia, ni su triunfo.

Nada acerca más la derrota que las divisiones internas estériles y los enfrentamientos entre compañeros. Con ello solo se benefician los enemigos.

La potente voz de Juan Bosch, a través del tiempo y desde la historia, nos sigue advirtiendo y convocando hoy.

Escuchémoslo.

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