El 516 Aniversario de la Villa de San Juan de la Maguana
El Cacique Caonabo
La villa de San Juan de la Maguana, el primer asentamiento hispánico del sur, fue fundada el 24 de junio del 1503. Su nombre -San Juan de la Maguana- es en honor a San Juan Bautista, el apóstol que bautizó a Jesús, y a Maguana, el nombre del Cacicazgo, que en lengua taína significa “vega pequeña o llanura pequeña”.
San Juan de la Maguana es una comunidad de abundantes primacías, por el conjunto de acontecimientos históricos de gran gravitación que tuvo lugar en esta comunidad, ubicada en el mismo centro de la isla.
Hay que destacar que más de dos mil años antes de Cristo, en San Juan vivió el hombre más antiguo de las Antillas, bautizado con el nombre de “Hombre de Seboruco”, por haberse encontrado osamentas de ellos en la cueva de ese mismo nombre, ubicada muy próximo a uno de los estribos de la Presa Hidroeléctrica de Sabaneta, en el Distrito Municipal de ese mismo nombre.
Este homínido perteneció a grupos preagrícolas, nómadas y salvajes que se dedicaban a la caza, la pesca y recolección. Sus instrumentos lo fabricaban de piedra y conchas marinas. Una osamenta casi íntegra del Hombre de Seboruco se encuentra en exhibición en la Biblioteca del Centro Universitario Regional de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) de San Juan de la Maguana, abierta a todos los estudiantes, profesores y profesionales de la historia, antropología y Ciencias Sociales en general.
Otra primacía importante es que en la época prehispánica San Juan fue sede del Cacicazgo del Maguana, el cual fue el centro político más importante de la isla, bajo la égida del cacique Caonabo y luego de la cacica Anacaona. La ascendencia política de Caonabo era aquilata, y su influencia en los demás cacicazgos era de gran calado. Una prueba de ello es que el intrépido cacique del Maguana, al enterarse de los desmanes y abusos en contra de los nativos perpetrados por los hombres dejados por el Almirante Cristóbal Colón en el Fuerte de la Navidad, en tierras del cacicazgo del Marien, en el occidente isleño, Caonabo cruzó la Cordillera Central y los ajustició a todos.
En esta ciudad se encuentra el más importante de los monumentos precolombinos de las Antillas: el Corral de los Indios, un centro de modelación del arte y juegos tainos. Es un monumento de forma circular, y en su centro hay una piedra alargada con forma humana donde se sentaba la cacica Anacaona a contemplar la realización de los juegos y cantos, que se compendian con el nombre de areitos.
Una primacía importante es que en San Juan se inicia la resistencia a la conquista española, con el liderazgo trascendente de Caonabo.
Otra primacía histórica es que San Juan de la Maguana aporta la primera mujer gobernante de nuestra isla, la cacica Anacaona, cuyo posterior martirologio es la génesis del abuso, la violencia y humillación en contra de la mujer en el continente americano.
Mencía, la amorosa esposa del cacique Enriquillo es la otra mártir documentada de la codicia sexual machista del conquistador.
Enriquillo es la gran figura política aborigen del siglo XVI que se alza en contra del poder imperial español, atacando sus intereses con efectivos métodos de guerra. Enriquillo no pudo ser vencido, a pesar de la superioridad táctica y estratégica de los soldados al servicio de los conquistadores. Fue en la comunidad de La Higuera, perteneciente a la Villa de San Juan de la Maguana, donde Enriquillo inició la organización de su ejército con el que se trasladó luego a las estribaciones de la Sierra de Bahoruco a su singular aventura bélica.
Las actitudes de Caonabo y Enriquillo evidencian que en el cacicazgo del Maguana hubo una firme hostilidad hacia el invasor ibérico, que finalmente terminó imponiéndose, diezmando toda la población nativa, imponiendo sus modelos de dominación económica, política y cultural.
La tierra sanjuanera será parte del ensayo de industria azucarera que en rol gobernante patrocinaron los Padres Jerónimos. Varios ingenios fueron levantados, y en la zona de Manoguayabo donde se levantó inicialmente la Villa, quedan vestigios del mismo.
Las Devastaciones de Osorio del 1606 destruyen la Villa de San Juan de la Maguana y su población fue dispersada entre Azua y Monteplata. No obstante, muchos lugareños se escondieron en lugares recónditos, desafiando los castigos implacables de las Cincuentenas y no abandonaron nunca la zona. Por eso durante todo el siglo XVII cuando un lugareño de la Villa de San Juan de la Maguana, bien alimentado con abundante carne, viandas y leche, iba a la villa vecina de Azua, protegido con ropas raídas, exhibiendo el color verde de sus venas abdominales, los habitantes de la Villa de Azua, que en el siglo XVII pasó a ser un centro importante de tránsito y comercio, peyorativamente le exclamaban: ahí va un barriga verde.
Ese mote fue motivo de encono y conatos frecuentes durante muchos años entre azuanos y sanjuaneros, pero que hoy felizmente es aceptado sin chistar por los/las sanjuaneros/as.
A partir del 1733 fue refundada la Villa de San Juan de la Maguana. La agricultura, la ganadería y la crianza de caballos fueron las actividades económicas más importantes de la comarca hasta la primera mitad del siglo XX.
Iniciada la República en el 1844, un ominoso hecho histórico se va a producir en San Juan: el fusilamiento del Prócer Francisco Sánchez del Rosario, ordenado por el Presidente funesto Pedro Santana, bajo el falaz cargo de traidor a la patria, en fecha 4 de julio del 1861. Esta cobarde acción es una mancha negra en la historia nacional.
En los afanes de consolidar el proceso de independencia nacional en tierras sanjuaneras se libró la Batalla de Santomé, epopeya bélica que contribuyó a sellar la Independencia Nacional, donde sobresalió la espada gloriosa del General José María Cabral y Luna.
Entrado el siglo XX, en el marco de la primera ocupación norteamericana a nuestro república (1916-1924) un valiente campesino –analfabeto- lideró un movimiento campesino en contra de la presencia extranjera yanqui en nuestro país. Se trató de Liborio Mateo Ledesma, oriundo del paraje Maguana Arriba, al pie de la Cordillera Central, donde encabeza un movimiento mesiánico de religiosidad popular. Liborio da albergue a todos los alzados en contra de la presencia invasora. Este curandero campesino fue erigido en el Dios sanador de la región.
La persecución de las tropas norteamericanas en contra de Liborio Mateo se inició en el año 1917, (un año después de su llegada al país) y muere asesinado en combate por estos el 27 de junio del 1922.
Liborio permaneció durante cinco años confrontando a las tropas norteamericanas en esas escarpadas zonas de la cordillera. Resistió un quinquenio las hostilidades del ejército más poderoso del continente, pero los textos históricos lo desdeñan, la historiografía dominante lo margina.
Su cuerpo sin vida fue exhibido en toda la ciudad, para que sus seguidores pudieran creer su muerte. Luego los norteamericanos desaparecieron el cadáver y no permitieron se enterrara en un lugar fijo en la ciudad o en la Maguana Arriba, para evitar peregrinaciones futuras de sus seguidores al lugar del enterramiento.
Además, la imagen del difunto fue publicada en los periódicos de circulación nacional de la época, lo cual provocó el mote de “brujos” a los sanjuaneros.
A pesar del cruento deceso del Maestro o Papá Liborio –como indistintamente era llamado el personaje- sus seguidores, que se cuentan por millares en todo el país siguen cantando la salve:
Dicen que Liborio ha muerto,
Liborio no ha muerto na,
Lo que pasa es que Liborio
No come pendejá.
AUTOR; RUBEN MORETA,
24 JUNIO, 2019.