Postmodernidad, Violencia e Indiferencia en el siglo XX
La lógica de la postmodernidad nos ha convertido en personas excepcionalmente individualistas, al colmo que parece que vivimos en una sociedad de seres indiferentes. Pero la indiferencia es una esquirla venenosa por ser la concreción de la insensatez, el semblante de la irresponsabilidad y la abdicación de las virtudes humanas.
Es indiferencia la actitud de mirar hacia otro lado frente al deterioro de la paz mundial por las acciones colonialistas de estimular guerras sangrientas a las antípodas (en Siria, Afganistán, Venezuela, Corea y otros pueblos del oriente próximo) y los conflictos en África.
En Siria se ha producido un genocidio en los últimos cinco años, con la muerte de 470,000 personas. El 11.5% de la población de ese país ha muerto o resultado herida durante esta guerra que no tiene punto final. En lo que era un rico y apacible terruño, otros once millones de sus pobladores han sido empujados a huir y vivir como refugiados en lugares inhóspitos dentro y fuera de ese país.
Muchos voltean la cara frente al vaho de la muerte en Afganistán, Irak y otros países cercanos al golfo arábigo-pérsico, donde desde el 1990 a la fecha han muerto cuatro millones de personas. Estos conflictos matonescos tienen una base colonialista, porque persiguen instalar un modelo político opuesto a la cultura, valores y tradiciones de esas naciones tribales e ir solapadamente adueñándose de las riquezas minerales de su subsuelo.
Otras dolorosas guerras se dan en Burundi, Sudán del Sur, Libia y Yemen con saldos trágicos.
Al margen de las guerras, permanecemos impávidos frente al drama que viven 795 millones de personas hambrientas en el planeta, cuando disponemos de las capacidades para que haya “cero hambre” en el mundo.
Asimismo, somos impasibles frente a la realidad de mil millones de niños y niñas que viven en condición de pobreza en el mundo, lo cual les limita sus posibilidades de acceder a buena educación y alimentación.
Con un discurso de odio, el triunfo el 8 de octubre del 2016 en las elecciones de los Estados Unidos del millonario Donald Trump, es otra manifestación de indiferencia. Los latinos, afroamericanos y las mujeres no acudieron a votar para refrendar a Hillary Clinton, -el mal menor- o a uno de los candidatos independientes. Esto provocó el triunfo indiscutido del misógino y populista magnate inmobiliario, poseedor de una prédica racista y xenófoba, que ha puesto a temblar el mundo.
Siendo joven, leyendo la biografía de Martin Luther King, el paradigmático líder de los derechos civiles de los Estados Unidos, me encontré con una frase suya que nunca he podido olvidar: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena…”.
Propongo que a partir de hoy comencemos a matar el fantasma de la indiferencia.
Rubén Moreta
El autor es Profesor UASD.
01 marzo, 2019.-