Niño murió de rabia había mordido un compañerito de curso


29 DICIEMBRE, 2018: Diariamente entre 50 y 60 personas que buscan vacunarse para prevenir la rabia humana llegan al local donde hace diez meses funcionaba el Centro Antirrábico Nacional, clausurado por las autoridades del área de Salud y que hoy día se encuentra en total abandono, mientras equipos y material informativo se deterioran progresivamente.

El infante, oriundo de Pedernales, recibió ayer la quinta y última dosis para prevenir la mortal enfermedad.

La angustia ha sido la inseparable compañía de Lisselot Estévez desde que se confirmara que el niño que mordió a su hijo de seis años había contraído el virus de la rabia humana en noviembre pasado y quien, desafortunadamente, falleció el pasado 15 de diciembre en el hospital infantil Robert Reid Cabral.

La joven madre vino ayer desde Pedernales al centro de primer nivel de atención (La Municipal), ubicado en la avenida 27 de Febrero, casi esquina Barahona, a aplicarle la quinta y última dosis de la vacuna antirrábica para prevenir el contagio de la mortal enfermedad, tal y como lo indica el protocolo.

“Ellos estaban juntos en el mismo curso y ese día el niño mordió a mi hijo, pero nadie sabía nada, solo decían que estaba más violento, pero como a los 20 días cuando le dio fiebre fue que descubrieron que tenía rabia. La profesora entonces me mandó a llamar y me dijo que a mi niño había que vacunarlo porque lo habían mordido”, narra Estévez, quien ha vivido de cerca el pánico que se cierne en esa provincia fronteriza desde que se desató el brote de rabia en julio pasado, ya que, coincidencialmente, reside justo al lado de la vivienda del otro niño afectado por el virus, quien se debate entre la vida y la muerte desde hace nueve días en el hospital pediátrico de referencia nacional.

Explicó que la semana pasada su hijo fue consultado por los médicos de dicho centro, quienes le aseguraron que no corre peligro.

El niño de Estévez fue uno de los 44 pacientes atendidos por mordeduras de perros y gatos durante las primeras tres horas de la mañana de ayer en el consultorio a donde son referidos y atendidos los pacientes que llegan desorientados, procedentes del desmantelado Centro Antirrábico Nacional, de la avenida Duarte, en el Distrito Nacional.

Ese fue el caso de Luisana Quijada, una joven de nacionalidad venezolana, quien fue mordida en una mano por un perro callejero la noche del jueves cerca del Mirador Sur y quien recorrió tres centros de salud antes de llegar al lugar indicado en procura de la vacuna.

“Primero fui al Centro Médico Dominicano, ahí me curaron y luego me enviaron al centro sanitario de Gazcue, por el Palacio Presidencial. De ahí me mandaron para el Antirrábico y me encontré con el centro cerrado”, explicó la joven, quien reside en el país desde febrero pasado.

El doctor Alejandro Guzmán, director de dicho centro, explicó que cada día se atienden alrededor de 80 pacientes nuevos, en su mayoría niños, sumados a los subsecuentes que ya han iniciado el esquema de vacunación de 28 días. Indicó que en lo que va de mes se han atendido 722 pacientes con mordeduras, cifra que se ha incrementado con respecto al mes anterior.

El galeno advirtió a la población que hay que prestar atención, no solo a las mordeduras de perros, gatos o hurones, sino también a los arañazos o lameduras, debido a que la saliva del animal puede ingresar al cuerpo humano a través de cualquier corte o herida expuesta.

“Yo recuerdo un caso en el 2015 que tuve que ir a supervisar y que ocurrió en Monte Plata de un hombre que falleció de rabia pero que no fue mordido por un perro, sino lamido porque había estado jugando con el animal, el cual había sido mordido por un hurón. El virus entró a su cuerpo a través de una herida que tenía”, explicó.

Asimismo, insistió en que hay que hacer frente a la tenencia irresponsable de mascotas, sin observar los criterios de vacunación periódica que se aconsejan para evitar estos casos.

Antirrábico fue desmantelado

Jaulas vacías, jeringas usadas y sin usar, envases de vacunas contra la rabia, neveritas viejas y varios carteles educativos que aún permanecen pegados en las desconchadas paredes es lo que queda del Centro Antirrábico Nacional, clausurado hace diez meses por las autoridades de salud.

No obstante, todos los días llegan entre 50 y 60 personas de distintos puntos de la capital y del interior que desconocen que el centro fue cerrado, según narra el portero.

Ramón Pérez, quien dice que ha laborado por más de 30 años como encargado de extraer las muestras y de vacunar a perros y gatos, deplora el cierre del centro y atribuye el brote actual a esa situación. “Aquí viene gente de Villa Mella, de Herrera, con sus hijos y muchas veces se devuelven porque no tienen con qué pagar otro pasaje para ir al otro lugar”, explica a elCaribe.

Explicó que todavía allí llevan las cabezas de perros infectados que deben conservarse refrigeradas para extraerles el cerebro y ser analizadas en laboratorio. No obstante, este espacio también fue desmantelado y se observan microscopios y varios utensilios abandonados.

El panorama es de total desolación y no hay ningún letrero que indique a la población que los servicios fueron trasladados hacia la avenida 27 de febrero casi esquina Barahona.

Por María Teresa Morel  | El caribe
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