Fueron las víctimas del primer asesinato serial de la historia de Washington: pasaron 47 años y la burla del homicida aún retumba


Fueron casos que conmovieron a la opinión pública norteamericana durante 1971 y 1972. Pero ni la policía local ni el FBI lograron atrapar al "fantasma de la Autopista".

 Las seis víctimas del primer asesinato en serie de Washington. La sociedad quedó conmovida por la brutalidad del homicida a quien jamás aprehendieron

Fueron casos que conmovieron a la opinión pública norteamericana durante 1971 y 1972. Pero ni la policía local ni el FBI lograron atrapar al "fantasma de la Autopista".

23 MAYO, 2018:  En abril de 1971 comenzó la serie. Macabra. Escalofriante. Y sin respuesta. Los medios de la época en Washington debieron colocarle un título. Algo que los agrupara. Los llamaron Freeway Phantom Murders (Los asesinatos fantasmas de la autopista). La sociedad estaba conmovida, y no era para menos.

Seis niñas y adolescentes afroamericanas entre 10 y 18 años habían sido asesinadas brutalmente. Tres de ellas fueron violadas, una sodomizada y el cuerpo de otra de ellas estaba tan descompuesto al momento de haber sido descubierto que jamás pudieron determinar cómo fue el homicidio.

El primero de la serie comenzó en abril de aquel año. Fue hallado el 1 de mayo por niños que jugaban en el área de la autopista Interestatal 295 detrás del Hospital St. Elizabeth. Su nombre: Carol Spinks. Edad: 13 años. Había sido secuestrada seis días antes mientras caminaba de su hogar familiar hacia un 7-Eleven. Jamás regresó.

Su cuerpo había sido brutalmente sodomizado. Murió estrangulada. Su rostro, su cuello, su pecho y sus manos habían sido cortados. La torturaron antes de darle la ejecución definitiva.

Carol Denise Spinks- Tenía 13 años cuando fue asesinada. Fue la primera víctima de una serie de seis niñas salvajemente ejecutadas (Policía de Washington D.C.)

Setenta días después, otro cadáver sacudió Washington. Fue encontrado por un hombre a quien se le detuvo el automóvil y comenzó a empujarlo en la misma autovía. Llamó a la policía de D.C, pero nadie se acercó hasta el lugar. Días después, finalmente, lo recuperaron. Estaba a pocos pasos de donde habían dejado tirado a Spinks. Los oficiales que habían atendido la llamada de alerta pensaron que hablaban del "viejo" caso.

Darlenia Johnson, 16 años. Había sido reportada como desaparecida el 9 de julio. Fue encontrada 11 días después. Su cuerpo y rostro estaban tan descompuestos que los forenses debieron cortar sus dedos para identificarla. Los peritos no pudieron determinar cómo murió.

Darlenia Denise Johnson. 16 años. Fue encontrada en tal estado que no pudo determinarse cómo fue su muerte (Policía de Washington DC)
Brenda Faye Crockett fue la tercera víctima de la serie. Tenía 10 años. Fue encontrada por un mochilero en la Ruta 50 en Cheverly. Sus restos aparecieron nueve días después de que el crimen de Johnson se conociera. Causa de la muerte: estrangulamiento. Antes, su homicida la había violado.

Entre su ropa, los detectives encontraron fibras verdes. Las mismas que habían hallado en el cuerpo de Spinks. Tenían la primera pista en común, pero poco más. La pequeña Brenda había sido secuestrada mientras iba a comprar comida para los tres perros de la familia: Ringo, Rex y Romeo.

Cuando pasó un tiempo, su madre salió a buscarla, desesperada. Al rato, el teléfono de su casa sonó. Era Brenda, quien habló con su hermana de 7 años, quien se había quedado allí esperando noticias. Le dijo que un hombre blanco la había secuestrado y que estaba en algún lugar de Virginia. Lloraba.

Casi una hora después, telefoneó nuevamente. Esta vez atendió el novio de su madre. Le preguntó si sabía en qué parte de Virginia estaba.

—No. ¿Sabes si mi mamá me vio?

—¿Cómo podría verte si estás en Virginia? Pon al hombre al teléfono.

—Bueno… nos vemos.

La comunicación se cortó.

Su cuerpo, encontrado ocho horas después. El asesino había lavado sus pies luego de matarla.

Romaine Jenkins, hoy de 75 años, quien investigó el caso durante años, se desvela aún hoy pensando sobre qué pudo ocurrir con las niñas. Y tiene una teoría respecto al extraño llamado, de acuerdo con una investigación hecha por The Washington Post. El criminal conocía a su madre y tenía que asegurarse de que no la hubiera visto con su niña.

Nenomoshia Yates, 12 años, fue quien continuó en el listado. El 1 de octubre de 1971, un adolescente de 16 años la encontró. Su piel estaba aún tibia. La habían asesinado dos horas antes. También, como las anteriores, había sido violada y estrangulada.

A partir de su homicidio, la prensa comenzó a presionar a la Policía de Washington D.C. para que resolviera los casos. ¿Cómo podía ser que cuatro niñas fueran asesinadas en la capital de los Estados Unidos y no hubiera ninguna pista?

Un mes y medio después, la quinta víctima. Brenda Woodard, 18 años. El 15 de noviembre de ese sangriento 1971 había sido declarada desaparecida por su familia. Se había detenido en Ben's Chili Bowl junto con un amigo del Cardozo High School en Northwest.

Su cadáver había sido tapado por su sobretodo de terciopelo bordó. Los botones de su abrigo habían sido arrancados. Los de su falda, también. La violaron, la estrangularon y la apuñalaron. Cuatro veces.

Una nota estaba en su interior. Siniestra: "Este es el resultado a mi insensibilidad por las personas, especialmente por las mujeres. ¡Admitiré los demás (crímenes) cuando me atrapen… si es que pueden!". Llevaba la firma que lo haría famoso: "¡Fantasma de la autopista!". Se la había dictado a Woodard, quien debió escribirla antes de ser ultrajada y terminada por su homicida.

El último de la serie ocurrió el 6 de septiembre de 1972, cuando ya todos creían que la mortal saga había finalizado.

Diane Williams, 17 años. Había estado la noche anterior con su novio, quien la acompañó hasta la parada de autobús para que regresara a su vivienda en Halley Terrace, en Southeast. Fue estrangulada y abandonada en la Interestatal 295.

Pese a los esfuerzos de Jenkins y su equipo de investigadores, el FBI decidió en 1974 crear una oficina especial para seguir los casos que llegó a tener la atención de 100 agentes federales exclusivos. Hicieron todo tipo de pericias, recorridos, interrogatorios… tuvieron sospechosos bajo la mira, pero ninguno reunía las pruebas suficientes para siquiera comenzar una línea de acusación.

Los perfiles que trazaron tanto el FBI como la inspectora fueron concluyentes. Era alguien muy inteligente, que sabía cómo empezar una conversación, persuasivo, educado y con un grado cierto de educación. Vivía solo o con una mujer mayor, de acuerdo con sus estudios.

Con uno de los sospechosos utilizaron el "suero de la verdad". Limpio. Nada tenía que ver con el caso. Parecía que estaban cada vez más lejos de atraparlo.

Robert Askins fue el principal de todos los que estuvieron bajo la lupa detectivesca. Tenía antecedentes y varios indicios hacían creer que podía llegar a ser el monstruo de la autopista 295. Pero ninguna prueba fue concluyente, y las que podían involucrarlo, no coincidían con las evidencias recolectadas en las escenas de los crímenes. Murió en 2014.

Jenkins, quizá la persona que más sabe sobre el caso, hasta extremos obsesivos, nunca creyó que Askins fuera el asesino que tanto ella y su equipo como los federales estaban buscando.

Romaine Jenkins era parte del equipo de investigación criminal de la Policía de Washington D.C. En su vivienda aún conserva carpetas sobre el caso que la obsesionó toda su vida (The Washington Post)


Otra pista los condujo, en esa misma época, hacia una banda que cayó por crímenes similares. Se la conoció como la Green Vega, en referencia a un automóvil verde Chevrolet con esa denominación. Dos de sus cinco integrantes cayeron y se pensó que quizás entre ellos estuviera el fantasma.

Pero no, todas sus declaraciones eran verosímiles, pero fueron extraídas por ellos de los diarios que relataban cada día detalles escabrosos de cómo habían sido liquidadas las niñas. Quizás buscaban una negociación con las autoridades para que les rebajaran sus condenas.

Pasaron los años, pero Jenkins no se dio por vencida. Fue en 1990, con nueva tecnología disponible, que exigió que se hicieran nuevos testeos de ADN sobre la nota que se halló en el bolsillo de Woodard. Pero las pruebas habían sido guardadas en mal estado y nada pudo sacarse de ellas.

Hasta hoy, no hay nada cierto respecto del crimen de las seis niñas que hoy tendrían entre 57 y 63 años. Ni Carol, ni Darlenia, ni Brenda, ni Nenomoshia, ni Brenda ni Diane consiguieron justicia. Quien le hiciera escribir la carta a una de ellas tenía razón: "¡Admitiré los demás (crímenes) cuando me atrapen… si es que pueden!". No pudieron.

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