OPINIÒN: Mujeres Viajeras
En la sureña provincia de San Juan, el municipio de Juan Herrera fue epicentro de un movimiento migratorio importante que lanzó a millares de mujeres de empobrecidas comunidades hacia Europa.
Todas estas migrantes fueron expulsadas por la crisis económica de los años noventa. El primer destino fue España, luego Holanda, después Suiza y posteriormente se extendió a los cincuenta y dos países del continente Europeo.
Para patrocinar ese tráfico humano se tejieron redes mafiosas en la República Dominicana, conectadas con tratantes europeos.
El negocio funcionaba de forma burda e indelicada: un tratante local tomaba fotos a las mujeres interesadas en viajar, en poses exhibicionistas o totalmente desnudas y se las enviaba a un “coyote” europeo aliado, conectado con el sub-mundo de bares, discotecas, puticlubes y/o tráfico de estupefacientes. Ellos aprobaban la recepción de las mujeres y le enviaban una carta de trabajo al traficante humano local, para la gestión del visado. El organizador local le hacia un préstamo a la futura viajera para comprar el pasaje y todos los gastos del viaje, debiendo la futura viajera poner como garantía hipotecaria el predio agrícola familiar, la vivienda, ganado o propiedades inmobiliarias de sus padres (tierras o casas). Esta deuda aumentaba según transcurriera el tiempo.
Los coyotes del viejo continente la recibían en el aeropuerto, le proporcionaban alojamiento, alimentación, ropas y calzados. Luego el tratante la ponía a trabajar en clubes como bailarinas. Ellas recibían un pago por sus bailes en el antro y un porcentaje de la cantidad de tragos que hicieran consumir a los clientes, lo mismo que de los “servicios sexuales” que ofrecieran cada noche.
En lugares como Holanda, en la “zona roja” de Ámsterdam, tenían que exhibirse en vitrinas, para ser obsequiadas a los transeúntes interesados en placeres sexuales. Se trató de una forma deshumanizada e innoble de comercio sexual que quiebra la dignidad humana y rompe con todos los esquemas éticos y morales de la civilidad.
Otras mujeres migrantes fueron utilizadas como “mulas” para transportar drogas en trenes Europeos. Estas tenían mayores ganancias.
Luego, tras años en estas tareas, muchas la abandonaron, comprando su libertad a sus “dueños” y se dedicaron entonces a trabajos más convencionales, como oficios domésticos, cuidar niños, cuidar ancianos, despachadoras de tiendas, limpieza de casas y edificios, seguridad, entre muchos otros oficios.
Las primeras en irse, después de lograr su libertad y/o legalizar su situación migratoria, adquiriendo su residencia o ciudadanía, fueron construyendo una nueva vida, dedicándose a trabajos formales. Luego, fueron gradualmente llevándose sus familiares cercanos a Europa, como padres, hermanas e hijos, o fueron construyendo familias, casándose con nacionales europeos, a quienes conocían en los antros.
La migración de mujeres sanjuaneras hacia Europa provocó un flujo importante de remesas, que simuló una era de bonanza económica en estas familias. En el caso de la provincia de San Juan cientos de estas mujeres migrantes comenzaron a adquirir, en calidad de compra, casas ubicadas en los sectores más exclusivos de la ciudad. Asimismo, se hicieron construir suntuosas viviendas y palacetes al más sofisticado estilo Europeo, para alojar a su familia y a ellas mismas, los días del año que vinieran de paseo.
Esto ha dado lugar en los últimos veinte años, a una espectacular transformación arquitectónica de la ciudad de San Juan de la Maguana, donde las casas más confortables, ergonómicas, lujosas y de exquisito porte estético, no corresponden a las de los “ricos” tradicionales, sino a las mujeres viajeras.
La actividad económica de San Juan de la Maguana esta permeada por las remesas de las viajeras, enviadas a sus familiares. El declive de la agricultura, debido a las políticas neoliberales, que dieron riendas sueltas a las importaciones excesivas de rubros agrícolas, especialmente granos, llevó a la quiebra a los productores agrícolas sanjuaneros. Por eso la provincia de San Juan aparece en el quinto lugar en el mapa de la pobreza.
El flujo de remesas es fundamental en la vida económica local, pero no siempre se produce un aprovechamiento óptimo de las mismas por parte de las familias de estas mujeres migrantes. Salvo honrosas excepciones, donde las familias receptoras de estos capitales crean pequeñas empresas para garantizar la sostenibilidad –colmados, tiendas de tejidos, talleres, restaurantes, salones de belleza, autobuses de transporte, etc- la mayoría de los recursos son absorbidos por el consumismo fatuo: se adquieren lujosos vehículos, motocicletas, ropas de marca, joyas, la asistencia a establecimientos de diversión y la ingesta etílica.
Parecería que los recursos enviados por las viajeras son el “nuevo situado”, que permite que fluya la economía local.
Por Rubén Moreta
El autor es Profesor Sociología UASD.
08 Agosto, 2017.