La falsa democracia de RD
Al examinar el presente sociopolítico, hay que concluir que el modelo democrático dominicano es de muy baja calidad, porque, satisfactoriamente, el sistema solo proporciona libertad de palabra, de movimiento y democracia electoral (derecho a elegir). Fuera de esos elementos, las falencias institucionales son ostensibles, a pesar del discurso que pretende presentar a la República Dominicana como un paraíso democrático.
Si bien es cierto que en los últimos cincuenta años hemos logrado cambiarle la cara al país, evolucionando de aldeas rurales a ciudades cosmopolitas, se trata de un espejismo, de una ilusión óptica, que oculta nuestras carencias. Mientras en República Dominicana tengamos necesidades básicas insatisfechas, no podemos hablar de plena democracia. En ese contexto, estoy hastiado de escuchar y/o leer declaraciones del Gobernador del Banco Central Héctor Valdés Albizu santificando el crecimiento económico de la República Dominicana. En las provincias del sur, incluyendo San Juan, donde nació el Presidente Danilo Medina, no se percibe esa bonanza o crecimiento, porque las siete provincias del suroeste viven en el marco de la más absoluta pobreza, medida y compendiada por el mismo gobierno en el atlas 2014.
Elías Piña, Pedernales, Bahoruco, Independencia, Barahona, Azua y San Juan no reciben las bondades de ese astronómico crecimiento macroeconómico que tanto pregona el señor Albizu, porque al examinar la realidad social más del cuarenta por ciento de la población no recibe agua potable por acueducto; miles de casas aún tienen piso de tierra; la distribución de la tierra es asimétrica; el desempleo es lacerante; la agricultura y ganadería están disminuidas; las carreteras rurales están inservibles; la atención sanitaria es deficiente, el déficit habitacional es gigantesco y la pobreza supera el 65% de la población. Y entonces, ¿Dónde está el crecimiento?
Insisto, tenemos una democracia de baja calidad, aunque nos hayan cambiado las fachadas de los pueblos.
05 julio 2017
Por Rubén Moreta
El autor es Profesor UASD.