Educacion para el Siglo XXI
Para escribir sobre la educación que demanda el siglo XXI, empiezo citando a Julio Numhauser músico, cantante y compositor chileno de origen judío, quien extrajo de su alma, por el dolor acumulado, una realidad cotidiana, tan meridiana como las doce del día, pero que muy pocos parecen tomar en cuenta, para aplicarlo en esto de la educación y los cambios que demanda.
La canción a la que me refiero es interpretada por Mercedes Sosa, por su creador y por otros. El autor la tituló “Todo Cambia”. Como sus letras caben en un párrafo la transcribo a continuación:
“Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo. Cambia el clima con los años, cambia el pastor su rebaño y así como todo cambia; que yo cambie no es extraño Cambia el más fino brillante, de mano en mano su brillo, Cambia el nido el pajarillo, cambia el sentir de un amante. Cambia el rumbo el caminante, aunque eso le cause daño Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño. Cambia, todo cambia, cambia, todo cambia. Cambia el sol en su carrera, cuando la noche subsiste, cambia la planta y se viste de verde en la primavera, cambia el pelaje la fiera, cambia el cabello el anciano y así como todo cambia que yo cambie no es extraño; Pero no cambia mi amor, por más lejos que me encuentre Y lo que cambió ayer, tendrá que cambiar mañana Y así cambio yo, en estas tierras lejanas. Cambia, todo cambia, cambia todo cambia... Cambia todo cambia...”
Si la quiere disfrutar búscate ese título interpretado por Mercedes Sosa o la versión del mismo Julio y su hijo.
Bien…, todo lo anterior, es traído como una forma de llamar la atención y hacer “el rapoort” como dirían los psicólogos.
El tema a debatir es la calidad que se demanda en la educación y la validez del contenido que transmite para la vida de este siglo XXI.
Diecisiete años lleva caminando este siglo, pero parece que en su caminar se le ha pegado al zapato el estiércol del ganado que encontró en el camino. (En cuanto a educación se refiere)
Voy a comparar la educación tradicional con ese estiércol. Retrocedemos a una vez que ese estiércol no era estiércol, cuando fue verde pasto que alimentó un ganado, pero al comerlo la vaca y rumiarlo, naturalmente ese verde pasto agotó su proceso, alimentó la vaca y ahora es expulsado por el camino del sur depositado en medio del camino.
Es lo que pretendo, hacer una símil de esto con la educación tradicional de casi todo el mundo y la utilidad para el siglo XXI.
La Educación tradicional, con la que lo más probables nos formaron a usted y a mí; es lo que se conoce en el mundo docente como “la educación prusiana”
Esta Educación que nace por la necesidad de consolidar el hoy desaparecido Estado Prusiano, nos regaló una educación que a simple vista, pero sin resistir análisis sólo parece tener bondades. Una educación masiva, para todos y además gratuita. ¿Qué parece tener de malo?
¿Nada verdad? Lo único malo de esto, parece ser la intención con que se creó y el uso que se le dio en la formación del grupo social, porque con ella no se forma individuos. Se forma grupo para que reaccionen en bloque o conjunto, relegando su individualidad para los instintos apaciguados.
Esta educación se creó, como ya he dicho, no para formar personas o ciudadanos libres pensantes, sino para súbditos, por lo menos; la educación popular la primaria que era la que originalmente se concibió como obligatoria.
La educación buscaba moldear seres vivientes que fueran controlados en masas, con comportamientos predecibles y manejables que le sirvan al reinado para sus fines y propósitos. Parece guion para una macabra película, pero es la verdad sin vestidos.
Prusia como estado fue disuelta en 1947, pero su legado que fue adquirido por el mundo desde el mediado del siglo XIX sigue subsistiendo, para esa época en la que surgió la Revolución Industrial, se requería de persona medianamente “educados” que pudiera seguir instrucciones de disciplina y obediencia e instruidos para operar maquinarias o servir a los fines económicos de la recién naciente y pujante revolución industrial.
En fin, la educación prusiana vino a servir para capacitar obreros, que maximizaran el capital, pero en las factorías, en las industrias y nada más. Se incentivó la capacitación como elemento de acercarse más al dinero o al poder, pues mientras más me capacito más oportunidad tengo de ascender a ser manager o boss, como dicen los vecinos del norte.
El Dinero o el deseo de conseguirlo se convierte en el impulsador del desarrollo, el incentivo para querer acceder a la educación.
No hay otra razón, y ésta por la que la educación sólo nos incentiva a educarnos para conseguir un empleo, cuanto más gane mejor.
Nuestra educación es única y exclusivamente diseñada para capacitarnos en el sentido de convertirnos en un empleado bueno y fiel.
Pero…, ¡No hay empleo para todos! No importa, igual prepárate para que puedas desplazar a otro; total los empleos hay que controlarlos manteniendo un grupo en necesidad de ellos, para que los costes siempre estén baratos, para que los “colaboradores” no se crean indispensables. Miles esperan su plaza. Los sustitutos salen de esa fábrica de obreros que es la familia “vulgar”’ y el segundo grado lo constituye este sistema educativo vigente.
Bien…, volamos al fin inmediato de la educación prusiana. Fuera de Prusia y para el pujante mundo de la industria; con que el fin de la educación fuera instruir , fabricar potenciales obreros hábiles para la labor a desempeñar un obrero que sepa hacer las cosas para lo que se le ha contratado, bastaba, es más, esto era ¡excelente!
Una dificultad resultante en esto es que en muchos países entre los que se encuentra el nuestro; con el pasar de los años, esa educación ni para eso ha servido. Nos han vaciado una series de contenidos, a todos por igual, abstractos y aéreos, que sólo nos traen información mal acabada o mal manejada, que no nos sirve en su mayor parte ni para formar un mal obrero.
De ahí, que nos graduamos de bachiller después de tener más de quince años en la escuela y el resultado es que no podemos, salvo las raras excepciones comprender lo que leemos, no podemos conceptualizar, pero tampoco podemos escribir para transmitir lo que pensamos.
En estos países en vía de desarrollo como mal nos han llamado, mientras tengamos una educación prusiana del siglo XIX en pleno siglo XXI, no vamos para ninguna parte. Mientras formemos obreros, empleados o colaboradores como se le llama hoy, para una industria cual que sea, que cada día los demanda menos, porque las tecnologías los ha sustituido, estaremos perdidos irremediablemente y la educación lejos de convertirse en liberadora del individuo a través del incentivo de su inteligencia y su creatividad, ésta se convertirá en el principal obstáculo para el verdadero desarrollo, para su verdadera libertad.
Una educación que no atraerá a nadie con entusiasmo y creará resentidos sociales capaces de tomar un fusil siendo médico, para acabar con aquellos que le han tronchado su camino o su carrera y después darse un tiro, porque aun siendo profesionales fuimos concebidos para ser servidores, empleados o colaboradores. ¡Caray, si yo fuera maestro, me diera cuenta que es tiempo de cambio!. Hasta la próxima.
Darío Nin.
centropersona @hotmail.com,
14 Julio, 2017.-