OPINIÓN: El Sur y la Religiosidad Popular


1. La comunidad de Maguana Arriba, al pie de la más grande  cordillera de las Antillas, fue el epicentro del culto más importante de religiosidad popular de la Región Suroeste: el liborismo u oliborismo.  Este movimiento mesiánico de religiosidad popular se articuló alrededor de Liborio Mateo, un campesino analfabeto, que sus seguidores le conferían estatura de enviado de dios para sanar a los enfermos.  Más tarde, Liborio se fue firmemente enfocando en la oposición a la presencia de tropas norteamericanas interventoras que llegaron a la República Dominicana a partir del 1916.  En 1962, en la comunidad de Palmasola en las Matas de Farfán, se produjo un rebrote liborista, con un saldo cruento de víctimas.

2. En el Distrito Municipal de La Jagua, en el sureño municipio de San Juan de la Maguana se ha desarrollado un culto mariano desde hace más de un siglo.  Seguidores de  la Virgen de la Altagracia se congregan por millares  en el mes de enero a rendir  veneración a una imagen encontrada al pie de un árbol de naranja en dicha comunidad.  Una ermita fue levantada en esa jurisdicción intramontana, de 595 habitantes, para atesorar e idolatrar la imagen de la protectora del pueblo dominicano y recibir a los devotos que le profesan su fe con entusiasmo y toque de atabales.

2. Otra celebración muy importante en el marco de la religiosidad popular sanjuanera es la fiesta del Espíritu

Santo, en la comunidad del Batey, en la zona noreste del municipio de San Juan de la Maguana.  Se trata de otro culto  centenario, que idolatra la figuración de un niño cuyos seguidores  le profesan poderes sanatorios e inducción a la prosperidad y bienestar material.  La comunidad está compuesta por 2,259 habitantes,  y debe su fundación a negros libertos que huyeron  de plantaciones azucareras del siglo XVI, quienes se ubicaron en ese lugar  y definieron  y adaptaron su sistema de creencias. 

Previo al día del espíritu santo se realiza un novenario.  La imagen, cuando  es desplazada a la ciudad de San Juan de la Maguana, es cargada por contados caballeros de la cofradía y en el centro de la calle por donde pasa la procesión, los fervorosos  se hincan de forma reverente para que el la imagen de la divinidad  le pase por encima.

Son abundantes los obsequios que se hacen a dicho “santo” por los piadosos, a través de “promesas” hechas por los seguidores, tras recibir alguna curación de males de salud, logros de bienestar económico o felicidad amorosa implorados y logrados.

3. En la provincia de San Juan se celebran dos carnavales.  El primero en febrero, ahora movido al mes de marzo por la actual administración municipal, fue bautizado con el nombre de carnaval Barriga Verde, y posee matices  y coloridos singulares.  Es una gran fiesta popular, donde el gran protagonista es el pueblo que se adueña de las calles y festeja sin cortapisas su identidad.

Este carnaval conjuga elementos históricos, folklóricos, sociales y políticos, que le dan gran simbolismo y ribetes identidarios.  El otro es el Carnaval Cimarrón, que se efectúa en la semana santa.  Se trata de una celebración espontánea, de una organización asistemática, menos colorido, pero de profundo simbolismo, el cual se construye en los campos y barrios marginados de la ciudad.

El carnaval cimarrón es dueño de una estética particular.  El personaje central del mismo es “la mascarita”,  que son jóvenes que se disfrazan con su cuerpo tiznado de carbón, una máscara de cartón con cuernos de vaca, un pantalón raído,  una camisa o polocher mangas largas y encima de ese atuendo de base, un vestido o falda de mujer.  Los calzados son tenis o botas.  El otro elemento distintivo de la mascarita del carnaval cimarrón sanjuanero es su fuete, hecho de cabuya retorcida, de tres a cinco metros de largo, con una empuñadura de madera o manubrio para dominarlo, con el que no paran de sonar y hacer estruendos.

Desde el jueves santo hasta el domingo de resurrección, al terminar de amanecer esos días, las mascaritas se desplazan por toda la ciudad y las comunidades rurales retumbando su fuete, alegrando y correteando a los niños y niñas. Los enmascarados suelen ir a los establecimientos comerciales a solicitar donaciones.  Igual le piden dádiva a transeúntes y conductores de vehículos con los que se encuentran.  Suelen andar en grupos de dos a cinco y las donaciones colectadas se la reparten.  Entre los que se animan a participar en dicho carnaval se autoimponen el compromiso de permanecer durante siete años disfrazándose, porque si no lo hacen durante ese intervalo “el diablo le dará mala suerte y azar”.

4. Los toques de atabales o “palos” en honor a diferentes santos y divinidades, forman parte de la cultura sanjuanera.

5. La alegría  llega a un punto culminante en San Juan de la Maguana en el mes de junio, con la celebración de las Fiestas Patronales en honor al Santo Patrón San Juan Bautista.  Estos festejos patronales son, sin dudas, los más alegres de todo el país.

Rubén Moreta

El autor es Profesor UASD.






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