­OPINION: ¿Se puede salvar la escuela dominicana?


Cada día la sociedad dominicana le exige más a la escuela y de manera más directa al/la profesor/a, en su rol de guía de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Al parecer, hay un sentimiento generalizado de  insatisfacción por la labor del/la docente.

En sentido general, a nuestros  educadores se les reprocha su  pésima gestión pedagógica por los bajos resultados de los alumnos en todas las mediciones cualitativas que se hacen.  La última evaluación, la prueba PISA, desnudó nuestras falencias en ciencias, matemáticas y lenguaje.  Lo único bueno de PISA: emparejó la escuela pública y privada en deficiencia.  Derrumbó el mito falaz de que los colegios privados brindaban mejor educación que los centros públicos o que los profesores/as de los colegios eran mejores que los de la escuela pública. 


Los calificativos  en contra de  los/las maestros/as dominicanos se extienden desde incompetentes a mediocres.  Es tanto así que en uno de los documentos del diseño curricular se estableció que “el maestro del siglo XXI no existe”.

Se ha dispuesto el ingreso a las aulas de profesionales de las ciencias naturales y las matemáticas como: ingenieros, químicos, físicos, biólogos, médicos, contadores, administradores de empresas, entre otros- para llenar las plazas docentes, especialmente en el nivel medio.  Asimismo, el gobierno dispuso la “importación” de maestros de otros países, en especial de Cuba y España.

 Por momentos la angustia abruma a todos los que hemos ejercido por tanto tiempo la labor docente, al recibir tan exigua valoración y tan ácidas críticas de la sociedad. Objetivamente, resultan exagerados los ataques a la escuela dominicana y a los facilitadores de los procesos formativos -que son los/las maestros y maestras-, al pretender culpar de los males sociales -solo o especialmente- a la institución escolar y a sus gestores.  Se está aplicando un determinismo obtuso, al escoger unos culpables favoritos y no entender la dimensión multifactorial de la crisis educativa nacional.

El enfoque de educación de calidad fue y sigue siendo un vacuo enunciado de las élites y de los políticos en tiempos de campaña proselitista que lo escriben en los programas de gobierno, sin que tenga ninguna efectividad y concreción. Se logró una mayor asignación presupuestaria para la educación, pero estamos fallando en una cuestión fundamental: el cuatro por ciento solo prioriza la construcción de infraestructura escolar y no atiende  el acompañamiento de la gestión pedagógica y más concretamente la calidad de la oferta educativa.

Comenzaremos a ver mejorías importantes en la situación de la educación cuando hagamos cambios fundamentales en los procesos áulicos. Es en el salón de clase donde hay que poner el énfasis, acompañando y supervisando al maestro/a en su labor docente y punto.

Por RUBÉN MORETA

EL AUTOR es Profesor de Sociología.  Reside en Santo Domingo.
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