OPINION: La Virgen de las Mercedes, mito y sangre
Los dominicanos son dueños de una fervorosa fe cristiana-católica, como parte de la herencia española impuesta en el proceso de conquista iniciado en el último decenio del siglo XV. La evangelización aquí, como en todo el continente, fue un proceso autoritario, de fuerza, de imposición.
La coacción de la fe y tradiciones católicas se hizo en el marco de la implantación de modelos económicos que implicaron la depredación y pillaje de los recursos naturales del territorio. En sentido general, lo ejecutado en La Española y en todo el continente fue una acción de desculturación, todo lo cual se engendró en el nombre de Dios. La leyenda de la advocación mariana erigida en patrona espiritual del pueblo dominicano, –La Virgen de la Mercedes- está sustentada en ese paradigma de fuerza, lo mismo que en el desdén y prejuicio indigenista.
La coacción de la fe y tradiciones católicas se hizo en el marco de la implantación de modelos económicos que implicaron la depredación y pillaje de los recursos naturales del territorio. En sentido general, lo ejecutado en La Española y en todo el continente fue una acción de desculturación, todo lo cual se engendró en el nombre de Dios. La leyenda de la advocación mariana erigida en patrona espiritual del pueblo dominicano, –La Virgen de la Mercedes- está sustentada en ese paradigma de fuerza, lo mismo que en el desdén y prejuicio indigenista.
Conforme al mito, la deidad aparece en el marco de una batalla de los nativos en tierras del cacicazgo de Maguá, hoy provincia La Vega, en el año 1495, quienes demandaban la libertad del sureño Cacique Caonabo, gobernante del cacicazgo de Maguana, que había sido hecho prisionero por Alonso de Ojeda, cumpliendo órdenes de Bartolomé Colón.
La cruz católica y la imagen de la virgen de las Mercedes o de la Merced, fue exhibida en el campo de batalla, lo que –de acuerdo a la leyenda- anonadó y detuvo el accionar de las flechas de los masacrados aborígenes, impidiendo su defensa y haciendo que se hinquen, resignen y acepten como designio divino el dominio de los conquistadores españoles, que patrocinaban la evangelización.
¡Mucha sangre en nombre de Dios¡
Por Rubén Moreta
El autor es Periodista y Profesor UASD
SEPTIEMBRE 24, 2016.-