OPINION: El fantasma de la apatridia
Más de diez millones de personas en el mundo viven en condición de apatridia, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Se trata de una lastimosa condición, donde la persona carece de una nacionalidad reconocida.
Conforme el derecho internacional, el apátrida es un individuo no considerado como nacional de ningún Estado. Esta situación lacera derechos fundamentales de los sujetos.
Las poblaciones de apátridas más grandes son los palestinos (de doce millones, dos terceras partes carecen de una nacionalidad definida). Igualmente, los Kurdos, en Siria, están privados de nacionalidad; pasa lo mismo con los Biduns, en Kuwait y con los Saharawi, en Marruecos.
En Letonia viven miles de rusos en condición de apátridas; millares de Gitanos padecen de apatridia en Europa; millares de migrantes de la ex Yugoslavia también están desnacionalizados; igual los Rohingya en Birmania, los Bihari en Bangladesh y los Banyarwanda, de la etnia Tutsis de la República Democrática del Congo.
En la República Dominicana millares de dominicanos de ascendencia haitiana, viven vergonzosamente en condición de apátridas. Este tema lo trata magistralmente Roberto Paulino en un breve relato que acaba de publicar, con el título de “El Apátrida”, bajo la sombrilla de Editorial Santuario.
Paulino es un comunicador social de San Juan de la Maguana de un dilatado y fructífero ejercicio profesional en la radio sanjuanera, combinando magistralmente la locución y el periodismo. Desde joven, exactamente desde los quince años, comenzó a explotar sus dotes literarios como narrador y ensayista, acumulando cientos de producciones, algunas de las cuales, especialmente artículos, ensayos y monografías breves, ha publicado en varios periódicos. Otra gran parte de su producción, las conserva en un anaquel, esperando alguna iniciativa editorial salvadora.
Paulino ha vivido la angustia de la mayoría de los escritores sanjuaneros que carecen de un mecenas que patrocine sus publicaciones. Es un destino azaroso el que viven los creadores sureños, preñados de producciones sin poderlas parir en un libro, por falta de patrocinio. La falta de una política de promoción del libro en las provincias no es una acción aislada. Creo que está deliberadamente
concebido por las élites para mantener el pueblo sumido, además de la desventura material, en la miseria intelectual y cultural.
Roberto Paulino rompe las cadenas y haciendo malabares económicos, logró publicar su opera prima, donde aborda la apatridia, un envolvente relato del torbellino existencial de un inmigrante sin registros documentales de su identidad. Describe el inverosímil inframundo de un picador de caña sin inscripción de nacimiento ni en su país de origen Haití ni en su nación receptora República Dominicana. Creció sin nombre. Vivió sin nombre. No accedió a ese derecho fundamental de los mortales de tener un nombre y una nacionalidad.
La obra ausculta, con una prosa descarnada e incisiva, la pesadumbre y congoja de un obrero agrícola que migra a la ciudad y va desarrollando disímiles oficios en la lucha por la subsistencia, hasta que finalmente cae enfermo. Toda la vida del apátrida es un triste patibulario, una angustia incesante, un pesado fardo que nunca baja del hombro. Es el fantasma existencial del miedo y la inseguridad. Es el perenne castigo de Sísifo en la mitología griega.
A través del personaje, la obra profundiza en las tormentosas relaciones de dos pueblos hermanados por la geografía (Haití y República Dominicana) pero separados abruptamente por la malquerencia, los prejuicios, el racismo y la xenofobia. Dos pueblos que han vivido hermosos momentos de acercamiento y solidaridad, pero que prefieren solo reivindicar los episodios de querellas y conflictos que lo han enfrentado. Dos pueblos que en el análisis de su historia no miran el futuro, solo se anclan permanentemente en el pasado
Roberto Paulino, en su obra El Apátrida, escudriña como dos naciones -Haití y República Dominicana-, a ambos lados y con la misma fuerza y fanatismo, se fomenta el odio y las rivalidades, no el amor, el entendimiento y la cooperación. En fin, dos pueblos que no quieren practicar el perdón ni el olvido, porque sus élites dominantes así lo prefieren.
El Apátrida es un relato crítico de la desigualdad, de las implicaciones del pseudo nacionalismo, de la manipulación de los mandantes del país, del espejismo de la falsa modernidad versus la pobreza y marginalidad de la mayoría de los que viven a ambos lados de la isla de Santo Domingo. Felicito a Roberto Paulino por su excelente relato y animo a todos a leerlo con interés y fruición.
Por Rubén Moreta
El autor es Profesor UASD.
11 DE SEPTIEMBRE, 2016.