OPINION: Desgracia de todos
En la República Dominicana las cosas marchan al revés. Los afanes por la supervivencia tornan al pueblo indiferente ante su propia desgracia, la desgracia colectiva. Para quienes gobiernan, la indolencia es una condición inherente, ningún dolor es suyo, ninguna tragedia los inmuta. Para ellos solo importa el disfrute del poder.
La muerte trágica de la doctora Aida Natalia Matos Navarro, de 38 años, médico especialista en radiología, es muestra de la afirmación anterior. Ocurre esa desgracia y todo sigue como si nada hubiera sucedido. Esta profesional salía de su trabajo, en la ciudad de La Vega, y abordó una motocicleta como pasajera. ¡Vaya transporte para una médica!
La muerte trágica de la doctora Aida Natalia Matos Navarro, de 38 años, médico especialista en radiología, es muestra de la afirmación anterior. Ocurre esa desgracia y todo sigue como si nada hubiera sucedido. Esta profesional salía de su trabajo, en la ciudad de La Vega, y abordó una motocicleta como pasajera. ¡Vaya transporte para una médica!
Dos delincuentes, de los muchos que pululan en nuestras calles y caminos, desde otra moto, le arrebataron su bolso. La doctora Matos instó a José Candelario Marte, el motorista que la transportaba, a perseguir los ladrones. Más adelante chocaron con una tercera motocicleta, y ella sufrió un trauma en el cráneo.
Murió la madrugada del pasado lunes, en Santo Domingo, mientras recibía atenciones en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas. Era teniente del Ejército dominicano. Los delincuentes que la agredieron todavía disfrutan de libertad y de perfecta salud. ¿Qué autoridad dominicana ha expresado su preocupación por este hecho?
La muerte trágica de una persona útil debe doler doblemente. Supongo que en otros países se preguntarán ¿pero y qué sociedad es esa donde la muerte de un médico –mujer, por demás- no causa ningún revuelo? El cuasi asesinato de la doctora Matos revela el estado de indefensión en el que vivimos los dominicanos.
Evidencia también lo enferma que está nuestra sociedad. Padece la peor de las patologías sociales: la indiferencia. Alguien pensará que las acciones de la delincuencia violenta son tantas que han reducido la capacidad de asombro e indignación de la gente. Pero eso no justifica el silencio ante hechos tan desgarradores, tan deleznables.
En 2012, otra profesional, Francina Hungría, fue víctima de la delincuencia que azota a toda hora. Sobrevivió, pero quedó ciega. Ahora el PLD (partido de gobierno) la utiliza para sumarle gracia al alcalde de la Capital quien busca un cuarto período en el gobierno municipal. ¿Pretenderán con esto resarcirla de la desgracia de la que ellos son culpables?
Quienes contribuyan a que se mantenga el actual descalabro social en nuestro país, habrán de responder en el futuro ante el tribunal de su conciencia. Por igual, ante los cuestionamientos de sus hijos o nietos, herederos de una atmósfera irrespirable, cuando tengan que repetir, como Pablo Milanés: “La vida no vale nada / si ignoro que el asesino / cogió por otro camino / y prepara otra celada”.
Por: RAFAEL PERALTA ROMERO
EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.