La Tribuna: El general no tiene quien le escuche
“-¡Lloviendo, lloviendo!” -clamaba con los brazos tendidos hacia el cielo-. “¡Yo lo sabía!” Y no era para menos de acuerdo al autor, pues “La sequía había empezado matando la primera cosecha; cuando se hubo hecho larga y le sacó todo el jugo a la tierra, le cayó encima a los arroyos...”.
Desesperada, la vieja Remigia ofrendó dos pesos de velas a las ánimas que expiaban sus pecados en el purgatorio, quienes respondieron enviando tal cantidad de agua, que finalmente “a la cintura llegaba el agua; y caminaba, caminaba. No sabía adónde iba ... El agua crecía, crecía. Levantó más al nieto. Después tropezó y tornó a pararse. Seguía sujetando al niño y gritando:
-“¡Virgen Santísima, Virgen Santísima!”.
En este breve relato, Bosch narra con maestría descriptiva los ciclos de lluvia y sequía, que desde tiempos inmemorables marcan el ritmo de la vida en esta isla. Más significativamente, “Dos pesos de agua” describe el frágil equilibrio de nuestra existencia, a la merced de fenómenos naturales, y al manejo que los humanos demos a nuestra ecología.
Estas reflexiones resultan oportunas debido a que las Naciones Unidas han advertido que Haití pasa por un nuevo ciclo de sequía, y hambruna. Y cuando las lluvias vuelvan, la muerte regresará a Haití, debido a que los bosques apenas cubren un 3-6% de su superficie, y el agua y el lodo, indetenibles, arrastrarán todo a su paso -cosechas, animales, y hombres. Esta crisis ecológica marcará la existencia de los 20 millones de habitantes de esta isla, y podría desatar futuros conflictos por la escasez del agua y los bosques.
En adición, la pobreza que originó tal devastación ecológica se ha desbordado hacia nuestro país, presionando la base del triángulo social dominicano, compuesto de pobres, y nuestro equilibrio ecológico, lo que de seguro desencadenará inestabilidad social. Es desde esta perspectiva que debemos analizar muchas propuestas, que finalmente no pasan el examen: la economía basada en una mano de obra miserable, que provocará una poblada; un mercado de 20 millones de consumidores, sin controlar la frontera, salvo que el plan de negocios sea vender agua en goteros.
El general John Kelly, jefe del Comando Sur, se ha referido a este problema con una responsabilidad, ausente en el lenguaje de nuestros líderes, declarando que “más inmigración ilegal añadirá más carga a los recursos dominicanos, ya con una demanda que excede su capacidad. La población extranjera indocumentada en la República Dominicana, mayormente haitiana, consume el 30% del presupuesto de salud”.
El silencio cómplice que ha seguido a dichas declaraciones dibuja nuestra sociedad de cuerpo entero, pues muchos dominicanos no pensamos más allá de lo coyuntural; ni discutimos más allá de lo anecdótico; ni miramos más allá de nuestros intereses inmediatos...
Por Felipe Auffant Najri